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Lilia Carrillo: la espiritualidad abstracta

Posted on 6 septiembre, 2017

Irma Fuentes Mata
 
 
La pintura de Lilia Carrillo se puede ubicar en la llamada Abstracción lírica, que es la forma abstracta propuesta y explicada por Kandisnsky en su libro De lo espiritual en el arte (1996). Ahí se marca la línea seguida por numerosos pintores que proponen formas artísticas congruentes con su momento histórico desde una posición personal. Kandinsky reconoce la importancia de pretender reflejar sólo lo esencial y las motivaciones místicas que surgen de la necesidad interior del artista, lo que caracteriza la pintura de Lilia Carrillo.
 
 
Su obra es el reflejo de una personalidad sutil, rigurosa y armónica; expresa la preocupación del escenario de la modernidad que le tocó vivir, como en el mural La ciudad desbordada. La contaminación del aire; a través de un lenguaje pictórico específico, de la composición de las formas y colores, establece un diálogo con los espectadores que les hace encontrar en asociaciones y referencias comunes.
 
 
Lilia Carrillo nació y murió en la Ciudad de México (1933-1974). Estudió en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda, con profesores como Manuel Rodríguez Lozano, Agustín Lazo, Antonio Ruiz, Carlos Orozco Romero y Federico Cantú. En 1956 fue becada para estudiar en París y a su regreso a México comenzó a exponer junto con Manuel Felguérez, ella como pintora y él como escultor. En ese año intentó su primer cuadro abstracto titulado Mudo espío mientras alguien a mi, voraz me observa, que se relata en palabras de Felguérez en libro Lilia Carrillo: la constelación secreta (1993) de Jaime Moreno Villarreal: “Es un óleo pequeño que revela el desasimiento del academismo francés al mismo tiempo que un alcance de figuras expresionistas de tonos encarados de Pedro Coronel. Se trata de un personaje femenino centrado en ámbito urbano”.
 
 
Los cuadros de 1961, expuestos en el Museo Felguérez en Zacatecas, México, tienen un carácter más lírico de lo que puede observarse en los collages realizados en 1960. El texto de Jaime Moreno Villareal expone, con detalle, la evolución de su obra. Pau Westheim, a propósito de la exposición de 1961 en la galería Antonio Souza, comenta:
 
 

    Pintura es buena pintura: lo confirman una vez más los cuadros de Lilia Carrillo […] así surgen superficies que vibran de vida pictórica, los tonos de color flotan y se desvanecen, se funden y se compenetran, se apagan y vuelven a apoderarse de la melodía, hacen que ésta siga soñando. Paisajes de ensueño […] Un soñar leve y evocador. Un oficio dominado con maestría, obras que conmueven por su belleza, que no es la de la naturaleza, sino es otra que nace en el espíritu del hombre artista.

 
 
Lilia Carrillo comenzó a cosechar reconocimiento por su lenguaje pictórico con su participación en exposiciones individuales y colectivas, desde el momento en que miradas expertas se centraron en su obra en elSalón Esso de 1965, donde obtuvo el segundo lugar conSeradis. Participó destacadamente en la muestra Confrontación 66 y en la Expo Montreal 67. En 1968 tomó parte en la protesta colectiva en apoyo al movimiento estudiantil universitario en México, pintando la barda que cubría la estatua de Miguel Alemán en Ciudad Universitaria, al sur de la capital del país, al tiempo que rechazó participar en el Salón Solar. Formó parte del grupo fundador del Salón Independiente para, más adelante, participar en el pabellón mexicano de la Expo 70 en Osaka, Japón, y sellar su estilo lírico con su obra mural titulada La ciudad desbordada. La contaminación del aire (1969), en la que alternó con otros diez muralistas.
 
 
Continuó exponiendo en galerías privadas como las de Antonio Souza, Juan Martín, Misrachi, Ponce y en el Museo Rufino Tamayo para que su su obra permanezca en homenaje post-mortem en el Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez.
 
 
Los críticos que comentan su obra —Octavio Paz, Juan García Ponce, Justino Fernández, Ida Rodríguez Pranpolini y Mariana Frenk, entre otros— coinciden en que posee un sentido profundamente humano, sensible, maduro y exquisito. Algunas de las opiniones señalan el carácter lírico de su pintura, otras hacen referencia a su influencia surrealista y varios más detectan su relación con el expresionismo abstracto.
 
 
Además de óleos de gran formato realizó collages de pequeño formato con referencias líricas, como las alas de mariposa; hizo también dripping y escurrimientos con pulsiones automatistas en papel cartoncillo, madera y manta (1961); además experimentó dibujos a tinta con expresión tachista.
 
 
Los cuadros de Lilia tienen cierto vínculo con los colores de Rufino Tamayo, con el tratamiento del espacio del chileno Roberto Matta, los efectos lumínicos de Ashile Gorky y la luminosidad de fondo de María Helena Vieira da Silva. Si bien los críticos la clasifican en diferentes estilos, su obra es esencialmente lírica por la presencia poética, pues refleja una gran espiritualidad y vida interior, que no sólo proyecta sentimientos, sino que toma una posición en la modernidad que le tocó vivir, haciendo una crítica a la contaminación del aire y los cambios contrastantes en la Ciudad de México. En 1959 Juan García Ponce escribió:
 
 

    La pintura de Lilia Carrillo parece desprenderse de la materia en particular para crear una imagen cósmica, total. Su color no tiene un valor unitario de contraste, sino que se disuelve vagamente pasando de una gama a otra, de un tono al siguiente de manera casi imperceptible, la iluminación es interna y tiene una importancia primordial en la composición; la materia se despersonaliza, se diluye, se espiritualiza para adquirir un valor poético no directo , sino sugerido. Más lírica que analítica su pintura llega a la revelación a través de la sugestión […] La armonía lírica de estas imágenes astrales en las que Lilia ha sabido fijar y hacer comunicable su visión del mundo da lugar a una serie de cuadros que pueden contarse entre los más hermosos de la pintura mexicana.

 
 
En el Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez de la ciudad de Zacatecas expone En la vieja montaña (1961),Luna de silencio (1961) y el mural La ciudad desbordada. La contaminación del aire (1969).
 
 
En 1951, Lilia Carrillo sufrió una caída de un andamio que tuvo repercusiones veinte años después, provocándole un aneurisma en la médula espinal. Siguió pintando durante cuatro años de hospitalizaciones y tratamientos médicos. Murió en 1974 a los 41 años de edad, dejando su última obra a la que se le tituló Inconclusa. Quedó en la memoria de sus contemporáneos como una mujer pionera en el arte abstracto mexicano, con un grato recuerdo y aprecio por los artistas de su época.
 
 
Referencias
 
 
Fuentes Mata, Irma, Creación y expresión en el Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez, México, Cenidiap, INBA, 2010.
 
 
García Ponce, Juan, “Manuel Felguérez y Lilia Carrillo”, México en la Cultura, suplemento de Novedades, México, 20 de noviembre de 1959.
 
 
Kandinsky, Vasili, De lo espiritual en el arte. Contribución al análisis de los elementos pictóricos, Barcelona, Paidós, 1996.
 
 
Moreno Villareal, Jaime, Lilia Carrillo: la constelación secreta, México, Conaculta, Era, 1993.
 

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