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La integración plástica, tres caminos

Posted on 11 abril, 2019

Guillermina Guadarrama Peña
 
 
La integración plástica surgió en México a finales de la década de 1940, movimiento que impulsaba el trabajo interdisciplinario entre arquitectura, pintura y escultura con el afán de convertirlo en una sola unidad, y proponía que la estética no fuera sólo un agregado de la arquitectura sino un resultado. Esta idea probablemente se tomó de Walter Gropius, quien promovía la intersección de la arquitectura, el arte, el diseño industrial, la tipografía, el diseño gráfico y el diseño de interiores. Como generó polémica entre artistas y arquitectos se hicieron foros en la Academia de San Carlos, en los que convivieron profesionales de ambas especialidades. El tema también se discutió en revistas como Espacios, creada en 1948 por el estudiante de arquitectura Guillermo Rosell de la Lama, Arte Público editada por Siqueiros y Arquitectura/México, fundada por Mario Pani y conducida después por un grupo de arquitectos.
 
 
Se vivía un intenso desarrollo urbano que echaba mano de construcciones de carácter funcionalista o internacional utilizando materiales industriales. Esto despertó el interés en los artistas, ya que les daba la oportunidad de integrar las artes, pintura y escultura al exterior y así llegara a más públicos. Como decía Carlos Mérida, era hacer “arte para la masa, arte público a la vista de todos, para el goce emocional de todo el mundo, una forma de devolver a la pintura su función social”.
 
 
En este proceso los artistas buscaron opciones. Sus caminos eran diferentes, pero tenían el mismo objetivo. Mientras Juan O’Gorman experimentaba con piedra de color natural y otros elementos resistentes al clima, José Chávez Morado promovió, con el apoyo de Fernando Gamboa, subdirector del INBAL, la creación de un taller con el nombre de Integración Plástica, que tuvo entre sus objetivos experimentar en forma teórica y práctica con materiales para recuperar el sentido de monumentalidad y la función pública del muralismo y la escultura. Carlos Mérida, en colaboración directa con arquitectos, optó por ensayar con los materiales que se utilizaban en la construcción misma: piedra, concreto y mosaico.
 
 
Los tres creadores sólo difirieron en la línea artística a seguir. Para los primeros la figuración era opción, para Mérida fue la abstracción por su simplicidad de líneas. Tres caminos. Todos válidos.
 
 
 
 
 
 

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