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De encuentros y memoria

Posted on 15 diciembre, 2018

Cristina Híjar González
 
 
El 6 de diciembre fue uno de esos días en que me reconcilio con el mundo. Para empezar, conocí en vivo y a todo color a Julio Flores, uno de los tres artistas visuales promotores de La Silueteada emblemática de 1983 en el marco de la tercera Marcha de la Resistencia. Platicamos e intercambiamos puntos de vista y libros; descubrimos coincidencias entre nuestros pueblos, por ejemplo, entre la Santa Muerte y San La Muerte, y me dio toda una clase de historia de los franciscanos y los jesuitas en Corrientes y Misiones. Un placer, dado que sólo nos conocíamos por Facebook y Skype, cuando generosamente aceptó participar en el video A la calle.

 
 
Me fui después a la Plaza de Mayo a la ronda de las Madres. En el camino descubrí las huellas gráficas, incluida una zapatista, de la marcha de ayer por Lucía, la jovencita asesinada con saña hace dos años y que fue “vuelta a matar” por la injusta e infame sentencia exculpatoria de sus asesinos, dos condenados por narcotráfico y uno dejado libre. Revictimizar a las víctimas es una práctica común no exclusiva de México, de ahí las consignas: “Todas somos Lucía” y “A la violencia machista, memoria feminista”.
 
 
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Luego la ronda de las Madres ejemplares, con la sorpresa de enterarme ahí que celebraban la 38 Marcha de la Resistencia (que creía pospuesta para la próxima semana). Varias actividades paralelas: los alumnos y alumnas de la Belgrano, la escuela de bellas artes, que pintaban un pañuelo monumental; la realización de un acto con testimonios memoriosos y con el pase de lista imposible de realizar con treinta mil desaparecidxs; la ronda con los dos grupos de Madres: la Línea Fundadora con Nora Cortiñas al frente, y la asociación de Hebe de Bonafini. Varias de las entrañables madres muy viejitas ya pero con la convicción y la dignidad hecha costumbre. Pancartas, mensajes y fotos eran colocados en la reja de la pirámide y a su alrededor y la gente se sumaba a la ronda con Julio López —el desaparecido en democracia de La Plata tras su testimonio contra el represor y genocida Etchecolatz— y Santiago Maldonado presentes.
 
 
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Mientras, en el acto daban su testimonio, por ejemplo, Mónica Dittmar, esposa de Hernán Abriatta, joven montonero capturado, secuestrado en 1976 y desaparecido en la ESMA, que escribió un mensaje de amor en la pared: “H. A. Mónica te amo”, descubierto apenas en 2017. El caso de Hernán está incluido en la megacausa ESMA. Mónica, la familia de Hernán y 600 casos más esperan justicia dado que Mario Sandoval Churrasco, responsable de “la patota” de la ESMA, huyó a Francia y aunque la extradición está dada, aún no se concreta por trámites burocráticos y legaloides. El genocida participó en el Plan Cóndor y en Colombia y se mantiene impunemente activo.
 
 
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Luego habló Irene, la hija de Francisco Pancho Provenzano, quien participó en el asalto al cuartel de La Tablada en 1989. Denunció que a pesar de que su padre y tres compañeros más del Movimiento Todos por la Patria (MTP) se rindieron, fueron capturados y desaparecidos; otros fueron fusilados. El lunes 10 comienza el juicio oral contra el general Alfredo Arrillaga, quien ya se encuentra preso pero no por esta imputación.
 
 
Hubo otras participaciones, entre ellas la que dio testimonio de un sacerdote que luchó del lado del pueblo, del que no escuché su nombre. Cada tanto, el locutor invitaba a sumarse a la ronda y exigía la permanencia de la memoria, verdad y justicia como política de Estado.
 
 
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Conmovida, di varias rondas a la pirámide sin la manta por Ayotzinapa pero sintiendo que no era yo sola la que acompañaba a las Madres argentinas. De haber sabido que se iba a desarrollar esta actividad, la hubiera llevado, ni hablar, algo tenía que salir mal. Sin embargo, queda el buen sabor de boca de haber estado entre compañerxs con la memoria intacta y la esperanza de que algún día, esperamos no lejano, se estén realizando en México juicios justos. Recordé el poema de Pablo Neruda y reitero: pido castigo a los responsables de tanto dolor y tanta muerte. Se puede y se debe.

Buenos Aires

 
 
 

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