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ESPECULARES – novena serie

Posted on 21 junio, 2016

Crítica ficción
 
 
Alfredo Gurza
 
 
Imágenes del invaluable acervo que resguarda el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (Cenidiap) en diálogo con fabulaciones e invenciones, ejercicios de imaginación a manos libres, a manera de espejos en recíproco reflejo, que así revelan afinidades y contrastes inesperados, entrelazamientos bajo las superficies, sugerentes resonancias. Una propuesta de recirculación de este patrimonio para contribuir a la generación de nuevos públicos y al fortalecimiento del Cenidiap como referente para la comunidad nacional e internacional de investigadores, documentalistas y creadores.


 
 

Especulares_09_01

Roberto Montenegro, El martirio de San Sebastián, Archivo fotográfico Cenidiap/INBA.

“Yo vi en Ebersberg el cráneo de San Sebastián,

Rebozado de plata, rebosante de vino transfigurado.

La tapa de los sesos

De ese Apolo del revés,

Cazador cazado,

Tábano denostador del poderoso,

Arquero convertido en alfiletero.

Luego supe

Que Irene la Romana

Restañó cada orificio y extrajo cada punta.

Sebastián no murió

En ninguno de los cuadros

Que figuran su martirio.

Ese tronco lacerado sobre un tronco

Se levantó y anduvo

De nuevo entre los vivos,

Para emboscar a Diocleciano

Y restallar la lengua condenando su impiedad.

Murió a golpes, por decreto,

Y fue arrojado como tantos hoy y siempre

A la Cloaca Maxima,

De donde nadie vuelve

A menos que quienes los lloran amorosos

Porfíen contra el desprecio

Hasta recuperarlos.

Y en tanto, por tantos,

Sólo Carracci se atrevió

A brindarnos la instantánea

De la vileza que retuerce con maldad

La otra que nos los arrebata”.
 
Silvia Cifuentes, El museo sin orillas, Ediciones Paquebote, Montevideo, 1980.
 
 


 
 
Especulares_09_02

Roberto Montenegro, La maestra rural, ca. 1923, Archivo fotográfico Cenidiap/INBA.

“Era el suyo ese arte dulce

Que dispone los saberes y los modos

De aprenderlos

En razón de la gracia delicada

De muñir las varias yemas

Del sarmiento a su cuidado.

De sus labios la lectura

Era gozo de palabras

Desbordadas de vislumbres

De valles vastos y altas cumbres;

Desvelábase un tesoro

Con su venia y nuestro azoro.

Asiduos a las letras nos labró,

Adversos al desdén de sí y del otro,

Impávidos al fascino del tambor

Del contumaz apartamiento deletéreo.

Linfa sana y rica, lectio vivificante,

Fuerza, virtud y amor tan operantes

Que aún hoy tonifican nuestras dotes

Que ella supo imaginar en esos brotes”.
 
Manuel Pesquera, Encomio del magisterio, frontispicio, Restrepo Editores, Medellín, 1906.
 
 


 
 
Especulares_09_03

Roberto Montenegro, Retrato de Alfonso Reyes, 1945, Archivo fotográfico Cenidiap/INBA.

“Y hay también un modo de bruñirse

Al duro y dale, dale y duro,

(Lo sabe bien el mar y la roca lo confirma),

Para hablar de tiempos idos

Cual de rebus quae geruntur.

A fuer de blandir el bieldo

Se aprende a sudar la gota gozosa y gorda,

Levantando la eudaimónica hacina

Codo a codo con el buen conde Don Aristótil.

Habrá sin duda (nunca faltan los metecos)

Quien te tache de borroso

Por tu polimática manía

De veleidar en asuntos y en estilos.

Guárdate de la banalidad del mal

Estilo

Que desparpaja lo que tus afanes juntan:

Las pleitas bien trenzadas,

Los gajos en sabroso contubernio.

Dale un estrujón a la estética,

Hazla chorrear el rescaño embriagador

De la savia que avalienta

A pensar lo justo y bueno

Cual mentís a lo ordinario.

Avecíndate en tu Grecia cotidiana,

En tu propia Hélade particular.

Anímate a darle uso a lo común enaltecido,

A la filosofía de Helena,

A la verdad de Aquiles”.
 
Raúl Cholito Irigoyen, Polidoro, o de la infinitud de los azares, Ópera-Impromptu, Ediciones Musicales del Turco, Santa Fe, 1974.
 
 


 
 
Especulares_09_04

Roberto Montenegro, La pitaya, Archivo fotográfico Cenidiap/INBA.

“Si te dice que te miento,

No le creas, es puro cuento.

Quien mal piensa mal se la haya,

¡Que se coma su pitaya!

Su ojeriza es fruta amarga,

Boquifloja, lengualarga,

Así son las de esa laya.

¡Que se coma su pitaya!

Carcomióle que te amara,

Que esta dicha te abrasara.

Si se agüita por miralla,

¡Que se coma su pitaya!”.
 
Blanca de Osuna, El regusto de las rimas, Biblioteca del Hogar Moderno, T. V, San Miguel de Allende, 1926.
 
 


 
 
Especulares_09_05

Roberto Montenegro, José Vasconcelos con el estandarte de la Universidad, Archivo fotográfico Cenidiap/INBA. Este retrato en el Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo fue sustituido en 1926 por el de una mujer.

“El titán desengañado se extinguió crepitando

Cual puño de sal en el fuego,

En una voluta de humo espesa pero breve.

Cuando mueren los héroes, almas aéreas,

Se desatan tempestades.

Los otros, los menores, pies de plomo,

Apenas concitan la llovizna

Al instante de abrir su fosa terminal

Al caer por su propio peso.

Y enseguida o a la larga,

Poco importa,

Su calca se esfumina y se disipa

De la cama y de la silla,

De los libros, de las calles y los muros.

Bravo Ulises

Surcando desafiante el mar de los papeles.

Huésped de su tiempo,

Nunca el anfitrión.

Jápeto venido a menos,

Poniendo manazas a la obra,

Pero condenado a no engendrar un Prometeo.

No ajustar cuentas con la historia engendra monstruos.

¿Y con qué fin saturar la conciencia colosal

De tiempo y de memoria,

De las marcas de un pretérito derramado en el presente,

Para luego dar con todo

En la tolva del olvido?

Polvareda, no más queda,

Bajo una lluvia aletargada, como estática,

En el aire suspendida.

Un áspic de agua tibia.

Compota de precipitados”.
 
Romina Arce, Tantálidas, Canto Tercero, Ediciones Non Nobis, Ciudad de México, 1957.
 
 


 
 
Especulares_09_06

Roberto Montenegro, Sic transit gloria mundi, Archivo fotográfico Cenidiap/INBA.

“Desfilan los hijos por el estrado,

Testigos de cargo contra los padres,

Contra su pasado invertebrado

Y contra todos los modos del imperfectivo.

Aducen su propio acto performativo:

Así se dan roles, trama y teatro.

Es su turno en escena,

En este misterio bufo

De las hogueras circulares.

Son los nuevos entusiastas

Del demonio,

Si se entiende por demonio

Esa tentación incontestada

De seguir por el camino elegido,

De concluir la obra comenzada

Sin admitir pausa o desvío,

Ni la menor vacilación en el designio.

Dan el salto del indicativo

Al imperativo

Con la apodíctica confianza

De quien no se piensa dos veces a sí mismo.

Ya derruyen los altares y las bóvedas,

Incendian los depósitos,

Hacen añicos los raseros y las cubas

Y los nombres de las cosas

Que les legan sus ancestros lapidados.

Y ya se agita la crisálida

En el cráneo del ángel de la era,

Empachada la sesera

Del tósigo del pronto olvido.

Llegada la hora del recambio

La oruga rajará los parietales

Que la enclaustran

Y conducirá la destrucción

De cuanto erijan hoy

Los nuevos amos transitorios.

Masa llana, irrelevante,

Sin crestas ni altozanos,

Con la sola pasión por lo indistinto,

En incesante sucesión de fatigas desmedidas,

Sin ton ni son ni oriente;

De afanes derrochados

En burlesca juerga de chulería

Que se alarga hasta que despunta

El día en que todo recomienza”.
 
Elías Fossaro, Bebedizos 1967-1972, Caja de versos, Valencia, 1976.
 
 

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