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Los Fridos. Una génesis permanente

Posted on 16 diciembre, 2018 by cenidiap

Guillermina Guadarrama Peña
 
 
Texto para la presentación del catálogo de la exposición Los Fridos, una génesis permanente, realizada en el Museo Mural Diego Rivera.
 
 
El catálogo que hoy se presenta forma parte de la exposición itinerante que la Coordinación Nacional de Artes Visuales del INBA llevó a ciudades de Coahuila. Aunque ya se había presentado obra de estos cuatro artistas a través de la exhibición Frida maestra,  en esta ocasión se trató de presentar sólo las obras de ellos, como dice el curador Javier Roque Vázquez, lo cual fue significativo porque muestra las rutas que tomó cada uno. Además, fue importante que la exposición se presentara en el lejano norte porque son desconocidos muchos artistas que han hecho su obra en la capital.
 
 
Este adjetivo de Fridos ha sido, para bien o para mal, un modo de identificación para estos artistas, tres hombres y una mujer: Fanny Rabel, Guillermo Monroy, Arturo García Bustos y Arturo Estrada. Cuenta la leyenda que así los nombraron sus compañeros porque, a pesar de la distancia que había entre la Escuela de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda, que se ubicaba en la colonia Guerrero, y la casa azul dónde vivía Frida Kahlo en Coyoacán, fueron los únicos que durante todo el año escolar viajaron hasta allá para tomar la clase que ella impartía, imposibilitada de moverse debido a problemas de salud. Tras pintar la fachada de la pulquería La Rosita, en el mismo barrio de Coyoacán, el resto del grupo había decidido abandonar la clase.
 
 
A pesar del sobrenombre, esos cuatro alumnos trazaron sus propias líneas plásticas casi desde que terminaron sus estudios, es decir, a pesar de su intensa relación con Kahlo no pintaban como ella, lo cual sería un orgullo para su maestra, porque no hizo friditos y ellos descollaron por su propio esfuerzo. Cada uno desarrolló una línea estética propia dentro del figurativismo.
 
 
Lo qué si influyó en esos jóvenes artistas fue la ideología de sus maestros, militantes del Partido Comunista Mexicano, por lo que se integraron a las juventudes comunistas, como narra Javier Roque Vázquez. Muchas de sus obras muestran esa temática, estaban convencidos que tenían que representar la identidad nacional, a sus habitantes, sus fiestas, lo cotidiano, sus problemas, los acontecimientos sociales, lo que denominaron pintura de compromiso social. La figuración fue su línea estética, porque consideraban que el pueblo tenía que comprender lo que pintaban.
 
 
También fue importante el amor por el muralismo que les enseñó Frida desde las primeras clases, cuando los llevó a pintar las paredes de la pulquería La Rosita y después los lavaderos públicos de la Casa de la Mujer, igualmente en Coyoacán. Aunque los cuatro Fridos construyeron una especie de hermandad, sus respectivas actividades los fueron alejando, lo cual queda patente en actividades murales posteriores. Por ejemplo, en los del Antiguo Hotel Posada del Sol no estuvieron todos, sólo Monroy, Estrada y García Bustos, quienes pintaron sus obras recomendados por la maestra, como ellos mismos afirman. En otro sitio importante para el muralismo, el antiguo edificio de la Scop (Secretaría de Comunicaciones y Transportes), sólo trabajaron Guillermo Monroy y Arturo Estrada. Así, cada uno se fue definiendo, tomando sus respectivos caminos, pero en ellos quedó fijado como parte de su producción estética la figuración verista, naturalista en ocasiones, y la ideología política.
 
 
Los cuatro permanecieron en la línea figurativa a pesar de los cambios en el mundo del arte y las propuestas abstractas que llegaron con la llamada Ruptura. Ellos estaban convencidos de que el camino que eligieron era el correcto, es decir, la solidaridad con el pueblo y sus problemas, con su memoria y sus luchas, no con el mercado del arte y la crítica que excluía a quien no pintara lo vendible, lo de moda, lo global. La excepción es Guillermo Monroy, quién ya en el siglo XXI ha trabajado otras líneas diferentes al figurativismo.
 
 
En la exposición que da pie al catálogo que hoy se presenta, Javier Roque Vázquez, curador de la muestra, explica que está conformada por cinco núcleos que revisan la trayectoria de estos artistas posterior a los aprendizajes que adquirieron en La Esmeralda, así como la ruta que emprendieron en lo individual. Su curaduría engarzó una temática que los uniera, aunque se pueden vislumbrar sus diferencias estéticas, desde la particular paleta de cada uno, el trazo, la pincelada, la atmósfera en la que recrean sus obras y sus intereses iconográficos, además de sus diferentes etapas y facetas.
 
 
Los autores de los textos que acompañan el catálogo son obra de Luis Rius Caso y el mencionado Javier Roque Vázquez. Rius habla de la complejidad en la que les tocó vivir a estos cuatro pintores, las rupturas por las que pasaron y los obstáculos que encontraron por su permanencia en el figurativismo, en ocasiones muy realista. Sustentado en el bucle de Edgar Morin, que rechaza el modelo de exclusión, Rius considera que se deben aceptar las diversas expresiones artísticas ocurridas en el mismo tiempo y espacio, ya que se les debe valorar como signo de los tiempos.
 
 
Por su parte, Vázquez va tejiendo en su texto rememoraciones de los años en los que los Fridos eran estudiantes de pintura, así como algunas anécdotas de su formación, y nos va introduciendo en la obra de cada uno, sus exploraciones plásticas y temáticas, ejemplificando sus aportaciones, destacando los temas que abordaron, los soportes y las propuestas temáticas.
 
 
Ambos autores van desglosando los núcleos de la exposición para dar una visión contemporánea de las obras y desmontar los prejuicios que había entre las nuevas generaciones que se empeñaban en olvidar todo lo que se pareciera a la llamada Escuela Mexicana de Pintura. Esos jóvenes excluyentes giraron en su producción artística hacia lo colonial o global, es decir, a imitar o apropiarse de lo que se producía en los países económicamente desarrollados, por lo que no mostraban nada novedoso, con algunas excepciones, lo que dio como resultado que no se distinguiera la obra de un artista europeo de la de uno mexicano.
 
 
En el núcleo Retratos se presentaron, además de los consabidos autorretratos, los familiares y de los héroes nacionales ¾muchos años devaluados, pero revalorados en los últimos días. Aquí, Rius hace un análisis con el afán de señalar las diferentes líneas de abordaje, atmósfera, líneas, expresiones, integración semántica. A su vez, Javier Vázquez señala que “en la serie de autorretratos que realizaron Los Fridos, destacan la mirada personal de cada uno de ellos al retratarse y compartirnos su particular visión sobre sí mismos”. Este autor también advierte sobre su habilidad como dibujantes y las destrezas técnicas para encarnar tipos y estados mentales de los personajes representados.
 
 
En Paisaje urbano y rural, Rius destaca la obra de Fanny Rabel que retrata la marginalidad resultado de la descomposición social contraria al progreso que quieren presentar los gobernantes. Sobre Arturo Estrada, Rius menciona la visión satírica con que representa una Ciudad de México en la que conviven diferentes tiempos. En las obras de ambos artistas, dice Rius, se perfila una dimensión contrautópica del legado revolu­cionario. Ambos autores mencionan los paisajes sintéticos de Estrada en sus representaciones de la provincia o de la ciudad, con referencias di­rectas a la pintura metafísica de Giorgio de Chirico aunque con carácter netamente mexicano.
 
 
Rius señala asimismo la otra gran veta en la que de Arturo García Bustos incursionó, el grabado, en el que destaca un linóleo titulado La esquina del crimen, “prueba del re­finado manejo simbólico que caracteriza la visión crítica de este destacadísimo artista, a propósito del devenir histórico y de la realidad actual”. Vázquez cataloga al conjunto de grabados de García Bustos como memoria de acontecimientos que atestiguó o fue protagonista debido a su activismo político, tanto en Guatemala como en México, lo cual da idea de su compromiso con la de­fensa de las libertades y soberanía de los países de América Latina frente al imperia­lismo y sus fuerzas represivas. El uso del grabado como medio de denuncia determinó que el artista fundara el Taller de Gráfica de Guatemala, similar al Taller de Gráfica Popular de México.
 
 
La participación política y la crítica social ocupan un espacio significativo dentro de la producción de los cuatro maestros, García Bustos desde el grabado y los demás de la pintura. Arturo Estrada, por ejemplo, realiza una crítica pictórica a los partidos políticos, lo cual se destaca en esta exposición como una representación ca­ricaturizada y trágica, en palabras de Javier Vázquez. Igual temática trabajaron sus compañeros Fridos.
 
 
Respecto a Guillermo Monroy, Rius señala que su obra tiene un diálogo con la contemporaneidad porque en un acto de audacia que rompió con la veta verista y trazó obras geométricas que se apartan de lo mimético. Vázquez, por su parte, menciona la serie erótica de Monroy que tiene concordancia con el grafiti. También señala como un parteaguas en su producción la intervención del folleto publicitario de una cadena de tiendas de autoser­vicio y el calendario de una franquicia dedicada a la renta de películas y videojuegos, con marcador indeleble y pinturas que trazaron líneas curvas y rec­tas con las que exploró una nueva forma de geo­metrismo.
 
 
Para Javier Roque Vázquez, “emprender una nueva aproximación al trabajo plástico de Los Fridos ha permitido revisar una parte significativa del cuer­po de su trabajo creativo, incluyendo su producción reciente, y ha posibilitado repasar los temas, estilos y técnicas a las que han recurrido para expresar sus inquietudes artísticas, políticas y sociales”. Para Luis Rius, las obras tienen que ver con el gusto y el asombro.
 
 
 
 

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