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Mayo 2020. Museos cerrados

Posted on 25 mayo, 2020

Graciela Schmilchuk
 
 
Y yo cuidándome de no atrapar la Covid-19, con mucho trabajo a distancia, mezclado con búsqueda incesante de información fidedigna, con llamadas y correos electrónicos para enterarme si los seres queridos y colegas se encuentran sanos, para saber quiénes se quedaron sin trabajo, quién ya no tiene para pagar la renta o para comer y qué puedo hacer al respecto.
 
 
Aunque algunos museos en diversas ciudades se preparen para abrir sus puertas, así como ciertas escuelas, comercios y restaurantes, me pregunto quién se animará a salir de su refugio sin miedo. “Se” dice que cuando exista una vacuna, o bien medicamentos adecuados, pero que para eso falta mucho, dos años tal vez.
 
 
Abro las páginas web de los museos de México y de otros países para seguir el Contigo a la Distancia, los despliegues de creatividad e imaginación —o su carencia. A veces encuentro las actividades virtuales en la página del museo, otras en su Facebook; no es tan fácil. Sin embargo están presentes el Museo de Arte Moderno, el Palacio de Bellas Artes, el Museo Tamayo con diversas aportaciones, no así San Carlos o el Carrillo Gil. El Museo Universitario de Arte Contemporáneo y el Chopo tienen propuestas atractivas, inclusive cursos o seminarios a distancia con costo. Ni qué decir otros museos de América Latina y del mundo.
 
 
El mar está tan revuelto. Las preocupaciones inmediatas de los museos giran alrededor de reabrir sus puertas y ofrecer seguridad y confianza a los visitantes —materiales y sistemas de desinfección, control de la circulación, organización de horarios por edades, quizá.
 
 
Por otra parte, como consumidores culturales, el uso de nuestro tiempo libre será repensado, tanto como la administración de los gastos. ¿Volveremos a ser turistas? ¿Querremos asistir cuanto antes al teatro, al cine, a comprar libros, a visitar museos o la precaución y el distanciamiento prevalecerán? ¿Qué es lo que más extrañamos en el período de confinamiento? Ante todo los encuentros con los seres queridos, con maestros y estudiantes, conversar, mirarnos, abrazarnos y salir de casa cuando lo deseemos. Eso es lo más urgente.
 
 
Una parte de los museos no podrá reabrir sus puertas, en principio los que dependen en buena medida de sus ingresos de taquilla, y otros que ven reducido su presupuesto y su personal por la contingencia económica. El MoMA, por ejemplo, decidió prescindir de parte de su personal, especialmente el dedicado a educación, decisión cruenta en un museo rico que no carece de patrocinadores, pero que sigue un modelo empresarial de administración, taquilla, tienda, búsqueda de públicos masivos.
 
 
Sin embargo este también es un buen momento para reflexionar acerca de cuál camino seguir de ahora en adelante, a la luz de esta reveladora crisis, no sólo sanitaria y económica sino de validez de políticas y proyectos culturales.
 
 
Publicaciones como las de Espacio Visual Europa (EVE) con sus programas de formación profesional y sus boletines diarios en español de cara al futuro, Museum 2.0 reflexiona, NEMO (Network of European Museum Organisations), organiza ya encuestas virtuales acerca de las actividades digitales de la institución en estos tiempos. El ICOM México celebra el día internacional de los museos este año con un seminario virtual: Museos por la igualdad: diversidad e inclusión (¡por fin la igualdad es un tema central!), la American Alliance of Museums con Radical Reimagining; las palabras clave son “romper con el pasado”, “sostenibilidad”, “reimaginarnos”. Las de EVE, concentrarse en lo local, basta de exposiciones blockbuster. En América Latina varios museos organizan vitales conversatorios a distancia. De México han participado, entre otros, Leticia Pérez Castellanos (Encrym) y Nayeli Zepeda (Monterrey) preguntándose si se puede llamar público a una multitud interconectada (Casa del Lago, Museos 3.0, conferencias en streaming, 7 de mayo 2020). Leticia opina que sí se pueden considerar públicos, así, en plural, e inclusive participantes.
 
 
Lo que aún no sabemos es cuál está siendo la respuesta tanto cualitativa como cuantitativa a la oferta que se ha dado vía Internet en los dos últimos meses, o desde que los museos cerraron (en fechas ligeramente diferentes en cada país), y menos aún quienes las han usado.
 
 
El museólogo y artista argentino Américo Castilla, que ha impulsado cursos, seminarios y congresos nacionales e internacionales tanto como una buena cantidad de importantes publicaciones museológicas, escribió hace pocos días sobre este tema álgido.(1) Hizo una magnífica síntesis de la orientación de los grandes museos de Europa y EU dependientes de su taquilla y del turismo hacia el modelo empresarial, orientado al mercado y a los negocios que justamente se ven golpeados en la actualidad. Mientras que en América Latina esta institución es básicamente subvencionada por el Estado, con algunos apoyos privados, ambos serán más escasos en medio de la catástrofe fiscal y financiera, por lo cual deberán replantearse su función. Una de ellas, en relación con los públicos, pensando en términos de trabajar con círculos de comunidades cercanas y no tan cercanas.
 
 
Este pensamiento vital y fresco de Américo me recuerda los más de treinta años que llevo proponiendo pensar a los no públicos y públicos potenciales en círculos concéntricos, a los que los museos pueden, si lo desean, vincularse con sus diversos programas pero, sobre todo, con un trabajo constante y sutil de escucha, de relación respetuosa con muy diversos grupos sociales y culturales. El personal no sólo hará lo que sabe hacer, sino que aprenderá a actuar como promotor con vocación antropológica, para organizar contactos barriales, con líderes locales, con escuelas, comercios, iglesias, sindicatos. Tiene poco que ver con la figura de encargado de relaciones públicas que varios museos han incorporado, figura útil y cada vez más indispensable, sin duda, para procuración de fondos, pero no de públicos.
 
 
La profundidad y calidad del trabajo habrá de prevalecer sobre cualquier inquietud cuantitativa. Los museos de arte podrían ampliar las fronteras de los conceptos de arte contemporáneo o moderno en diálogo con artistas, críticos e investigadores, incorporar problemáticas vitales para muchos en los programas públicos. Ocuparse más de la producción local con profesionales locales. Compartir con visitantes y docentes la cocina del museo, el cómo se hace cada tarea.
 
 
Es momento de aceptar por fin el trabajo conjunto entre curadores y mediadores-pedagogos desde el comienzo de la planeación de exposiciones y de programas públicos in situ y virtuales. El cierre inédito de museos —y todos los eventos en recintos cerrados o multitudinarios— nos ha hecho pensar a todos en la vida y la muerte, en cómo compartir, en cómo ser más imaginativos y flexibles.
 
 
¿Qué hará que valga la pena ir a visitar un museo? ¿Que sea quizás entretenido aunque no espectacular, afectivo y generoso con sus visitantes? Es lo que deseamos saber ya no de ex visitantes y públicos virtuales, sino de toda la población, por reducida que sea la de los museos. ¿Podremos con el desafío?
 
 
 
 
Nota
 


[1] Américo Castilla, “Museos ¿el año de la extinción?, Revista Ñ, Clarín, 24 de abril de 2020.

 
 
 
 
 

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