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Vlady. Rebeldía y pasión

Posted on 11 septiembre, 2024 by coordinv

Eduardo Espinosa Campos [1]

 

 

Conocí la obra de Vlady antes que al artista. Fue en el Museo de Arte Moderno, coincidentemente, donde lo vi la primera y la última vez. La primera, fue a principios de la década de los ochenta, cuando mostró públicamente su autorretrato, en el que tomó como referencia aquel de Jacobo Robusti de Tintoretto, pero hecho a la manera de El Greco (El caballero de la mano en el pecho), y que suscitó una airada polémica con Raquel Tibol. [2] La segunda vez fue en 2000, en ocasión de su exposición Vlady. El modelo interior. De la rueda de prensa (del 21 de noviembre) recogí algunas declaraciones suyas, que me parecen reveladoras, como: “No veo diferencia entre los medios: pintura, dibujo, grabado”. Vlady tenía la virtud de comunicarse con aparente sencillez. Sus pinturas muchas veces están fusionadas con dibujos; pintaba como si dibujara pero también dibujaba pintando. Aunque siempre me ha parecido que fue en el dibujo donde encontró su mayor libertad de expresión.

 

1 Tintoretto Retrato de Jacopo tomada de internet

Tintoretto, Autorretrato, 1573.

 

 

2 El Greco El caballero de la mano tomada de internet

El Greco, El caballero de la mano en el pecho, 1580.

 

 

Vlady (Vladimir Kibalchich Russakov), con sus gorras y sus camisas rusas, sus anteojos de amplio aro, su larga melena, sus bigotes eternos, fue alguien a quien era difícil no voltear a ver. Su obra, considero, tiene una atracción similar. El tono de su voz, más bien suave y calmado, no coincidía con la fuerza, vehemencia y estruendo de sus creaciones.  

 

Se asumió como un artista en quien confluían tres tradiciones: la rusa, la europea y la mexicana. A mi modo de ver, en él emergió más lo europeo, en la cuestión formal. Lo ruso en su vestir y en su ideología era un trotskista convencido, como lo fue su padre (aunque no se necesita ser ruso para ser trotskista). Su pensamiento político se ve reflejado también en su obra. Lo mexicano se encuentra en haber optado por la residencia, la nacionalidad mexicana y en haberse casado en México con Isabel Díaz Fabela, quien fue una importante promotora cultural. A diferencia de otros artistas e intelectuales extranjeros que eligieron a México para vivir, Vlady habló un perfecto español. Era una persona a quien no se le notaba su acento ruso.

 

Era un hombre de decisiones. Optó por seguir el camino de las artes plásticas prácticamente de manera autodidacta: primera señal de rebeldía o disidencia. Asistió a talleres de los pintores Joseph Lacasse, Víctor Brauner y Wifredo Lam, de quienes asimiló la abstracción y lo acercaron al surrealismo. Vlady repitió a lo largo de su vida que la escuela era inútil: segunda señal de rebeldía.

 

Su condición autodidacta le permitió transitar más allá de las reglas del arte. Pudo moverse en maneras “academicistas”, sin haber tenido una formación académica. Acudió a la obra de los grandes maestros para tomar de ellos las enseñanzas que le habrían dado las academias. Sus referencias a los pintores Tintoretto, Tiziano, Velázquez y, sobre todo, en las formas alargadas de El Greco, son parte de su fundamento. Esa situación le permitió expresarse con plena libertad, la que le permitía su imaginación. Como todo artista verdadero, propuso siempre, pues nunca se limitó a copiar sino a buscar su propia personalidad.

 

Habiendo tenido una experiencia política de exilio y persecuciones junto con su padre, el escritor y revolucionario Víctor Serge, en México no se vinculó con el movimiento de los muralistas. Vlady rechazó los nacionalismos. Pensó que el muralismo se había institucionalizado (con lo cual no coincido).

 

Sus primeros dibujos y pinturas reflejan su sorpresa por México: escenas de la vida cotidiana en la ciudad y en la provincia. Pero esa sorpresa se le acabó relativamente pronto. Más bien habría de vincularse con artistas de su generación, la conocida como la Ruptura que se identificaban con las corrientes artísticas internacionales: Manuel Felguérez, Lilia Carrillo, José Luis Cuevas, Alberto Gironella, Vicente Rojo, Tomás Parra y otros. Con algunos de ellos, Gironella, Enrique Echeverría y Héctor Xavier fundó, en 1952, la Galería Prisse, primera galería de arte alternativo. Ida Rodríguez escribió de este artista: “Pintura refinada, lírica y vehemente es la del pintor, también de origen ruso, Vlady. De la generación de jóvenes es el que por su postura personal de serio intelectual, ha ejercido una mayor influencia entre aquélla.” [3]

 

 

3 Tintoretto Autorretrato

Tintoretto, Autorretrato, 1588.

 

 

En relación con su proceso de trabajo, era un artista “a la antigua”, que recogía en cuadernos sus impresiones ante la naturaleza y sus reflexiones. Su amigo, el también pintor Arnold Belkin dejó un testimonio cercano: “Vlady mira todo. Apunta, esboza, delinea, dibuja, colorea, mancha, borra, emplasta, vuelve a delinear, vuelve a dibujar. Sus dibujos abarcan todo, asimilan todo […] Vlady escribe, polemiza, ataca, se contradice, escribe frases brillantes e incomprensibles, y las aclara con dibujos al margen […]. De todos los artistas que conozco, con la posible excepción de Cuevas, Vlady es el que más dibuja”. [4]

 

Su obra narra temas políticos, históricos, mitológicos. Conjugó su postura política y contestataria con su revolución interior. Los temas políticos, desde Trotsky, su simpatía por partidos de izquierda, hasta el movimiento zapatista, el EZLN: el esplendido retrato del obispo Samuel Ruiz, Tatic, de 1995 es uno de los testimonios más recientes.

 

 

4 Vlady Autorretrato de Tintoretto, 1975

Vlady, Autorretrato de Tintoretto, 1975.

 

 

5 Vlady Grupo de la Ruptura

Grupo de la Ruptura. Vlady abajo, a la derecha, con lentes, ca. 1957.

 

 

También incursionó en los temas más íntimos y humanos: la mujer, desnudos de parejas haciendo el amor. Tenía obsesión por ciertos motivos, Susana y los viejos fue uno de ellos. No tuvo titubeos en expresar sus sentires y emociones. En sus desnudos “descifra” la figura, la interpreta, pero sin negarla. Sus desnudos desnudan a quienes los ven. Se trata de dibujos que derrochan libertad, seguridad, sensualidad, placer. Algunas de sus figuras de cuerpos de los años cincuenta y sesenta son dibujos de avanzada, y remiten a desnudos académicos, pero reinterpretados en lenguajes más actuales.

 

 

6 Vlady Pareja

Vlady, San Cristóbal (Libreta de apuntes), 1996. Tomada de la página de Facebook del Centro Vlady.

 

 

Pintor, muralista, grabador, pero más que todo fue un dibujante de singular personalidad. Durante el viaje por el Caribe (La Martinica, Santo Domingo y Cuba) que lo condujo a México, fue cuando descubrió su vocación. Fue, según afirmó, “cuando empieza a pintar en serio”. Sus dibujos no se parecen al de ningún otro artista; los realizados a tinta proyectan un mundo lumínico. Sus trazos semejan radiografías, con líneas que imitan el movimiento de las olas, siempre cambiantes. La espontaneidad del trazo otorga una expresividad vigorosa, sorpresiva, grandilocuente, como estocadas, latigazos, golpes frenéticos.

 

La peculiar caligrafía de sus dibujos va más allá de las técnicas convencionales. La suya es una obra que anula fronteras entre la pintura y el dibujo: combina la tinta china con el crayón, o la pintura con el crayón, la acuarela. Los títulos de sus trabajos también reflejan ironía y buen humor: Virrey británico comprando un pájaro exótico y Un pájaro exótico comprando un virrey británico.

 

7 Vlady Retrato de Tatic Samuel

Vlady, Retrato de Tatic Samuel, 1995.

 

 

8 Vlady Pareja

Vlady, Pareja ca .1966. Tomada de la página de Facebook del Centro Vlady.

 

 

En otro momento Vlady dijo: “Puedo escribir un cuadro o pintar un dibujo”. La pintura, el dibujo, el grabado no le bastaban, por esta razón hizo del discurso escrito y hablado otra herramienta de expresión. Su discurso, a menudo plagado de imágenes, parecía describir sus obras o ser la génesis de otras que no llegó a realizar. Reflexionaba sobre la vida, la política, sobre el hecho artístico, lo cual no es común en todos los artistas.

 

Se dio tiempo para colaborar con artículos y ensayos en los periódicos Excélsior, Unomásuno y en revistas como Proceso. Además escribió cuentos como “Ladrón de aire”. Era un hombre muy inquieto: leía mucho, escribía y dibujaba. Ese bagaje cultural se ve reflejado en su obra y en sus textos. Vlady pintaba y dibujaba como escribía: una profusión de ideas, a menudo complejas. Es difícil de asir lo mismo en sus textos que en su obra plástica. Se expresaba espontáneo, hilaba ideas, conceptos, con tendencia a la polémica: “La pintura es una manera de reflexionar o de meditar; nomás que en vez de meditar con palabras se medita con materiales… La pintura ya no existe y está sustituida por la imagen, y el cuadro ya no existe como una experiencia directa”.

 

Vlady se vinculó a corrientes internacionales como el abstraccionismo, incluso el surrealismo, pero sin dejar de mirar al arte de carácter social, realista. Fue autor de por lo menos 10 murales (entre ellos algunas obras de gran formato con carácter mural). Por lo menos uno fue destruido. Ignoro si los motivos hayan sido la incomprensión o la censura de su contenido, como ha sido el caso de otros muchos muralistas. Su obra cumbre es el mural Las revoluciones y los elementos(de dos mil metros cuadrados) en la Biblioteca Lerdo de Tejada, realizado en la nave principal de lo que fue la iglesia de San Felipe Neri, en la calle República de El Salvador en la Ciudad de México. Allí desarrolló una desafiante propuesta sobre los muros, bastidores y en los vanos cerrados de los arcos: pintó, dibujó, descascaró el muro, lo esgrafió e incluso le chorreó pintura para pintar a partir de ese efecto. En esos murales están representadas la revolución de los Estados Unidos de Norteamérica (“La rebelión de los fundadores contra los epígonos”), la revolución de Octubre (o bolchevique), la revolución francesa y la revolución cubana. Además, trató temas como “La embestida de las fuerzas instintivas, incontroladas de la sociedad” y pintó a Jesús, el Cristo, como un portero de futbol al rescate, no del balón, sino del planeta, según su propia declaración. [5]

 

 

9 Vlady Sin título

Vlady, sin título, ca. 1970. Tomada de la página de Facebook del Centro Vlady.

 

 

10 Vlady Sin título

Vlady, sin título (sodomización), 1970.

 

 

11 Vlady La rebelión

Vlady, La rebelión de los fundadores, 1975-1982. Biblioteca Lerdo de Tejada, Ciudad de México.

 

 

Tenía la destreza de trabajar los espacios grandes de como lo hacía con los pequeños formatos. Los diferentes proyectos que se conservan de sus murales en la Biblioteca Lerdo de Tejada evidencian el trabajo previo antes de lanzarse a realizar la obra final. Estos murales son casi una aventura épica. No hay una narración descriptiva, un principio y un fin, sino un discurso donde confluyen ideas y conceptos.

 

 

12 Vlady La embestida

Vlady, La embestida de más fuerzas instintivas, 1975-1982. Biblioteca Lerdo de Tejada, Ciudad de México.

 

 

Aquí siguen sus miles de dibujos y pinturas heterodoxos, sus murales en la Biblioteca Lerdo de Tejada, cuyos códigos posiblemente no sean comprensibles del todo, pero sus estampidas de colores, las formas en torbellino, sus referencias a luchas sociales, a las revoluciones, las figuras de fantasía casi surrealistas, quedan plasmadas en un recinto que antes reunía para la oración y hoy reúne a lectores para la reflexión.

 

Es cierto que una pintura, o cualquier otra creación artística, jamás levantará revoluciones, pero sí puede generar transformaciones internas que son la génesis de los cambios. En 2015, han transcurrido ya diez años de la partida Vlady, pero su obra sigue siendo una invitación para reflexionar.

 

 

13 Vlady SIn título

Vlady, sin título, 1975-1982. Biblioteca Lerdo de Tejada, Ciudad de México.

 

 

 

Notas

[1] Texto leído en ocasión del homenaje Vínculos de la disidencia. 10 años del deceso de Vlady, Sala Manuel M. Ponce, Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México, 20 de agosto de 2015.

[2] Parte de la polémica fue por el desacuerdo de Tibol por la manera cómo Vlady se representó en ese “Autorretrato de Tintoretto”.

[3] Ida Rodríguez Prampolini,  El arte contemporáneo. Esplendor y agonía, México, Pormaca, 1964, pp. 150 y 151.

[4] Arnold Belkin, Contra la amnesia, Domés, UAM, 1986, p. 188.

[5] Rodolfo Rojas Zea, “Vlady: el nuevo muralismo. Las revoluciones y los elementos”, Tiempo libre de Unomásuno, México, noviembre de 1982.









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