Barbizón o Santa Anita. La primera Escuela de Pintura al Aire Libre, 1913
Posted on 27 agosto, 2014 by cenidiap
Laura González Matute
[Originalmente publicado en Escuelas de Pintura al Aire Libre y Centros Populares de Pintura, México, Instituto Nacional de Bellas Artes, Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas, 1987.]
La Escuela de Barbizón en México fue fundada por Ramos Martínez al término de la huelga de la Academia en 1913. Tuvo como premisa particular ofrecer la oportunidad a los estudiantes de San Carlos de apartarse de sus encerrados talleres y crear sus obras al aire libre. Resulta interesante mencionar que cuando aún se encontraba la Academia dentro del conflicto huelguístico, Rafael Vera Córdova escribió un artículo en el que, además de mencionar el deplorable estado en el que se encontraba dicha institución y el arte nacional, elogiaba a Ramos Martínez, como posible director de la Academia al ponderar su carácter y su deseo de desarrollar el arte nacional.
Es un gran pedagogo de la línea y el color, y en muchas ocasiones bastan tan sólo sus consejos, que siempre son sabios y justos, para que el alumno aprenda lo que en años enteros no había podido aventajar… Desarrollará el arte mexicano que palpita latente en lo más íntimo de nuestra alma, apartándose de la rutina y el amaneramiento de los malos maestros, que nulifican la originalidad y el talento del alumno con sus absurdas inclinaciones a tal o cual escuela… Orgullosos debemos estar de tener un verdadero director que nos sabrá dirigir como se dirigió él mismo, para llegar a ser hombres, artistas, maestros y patriotas… Levantar el arte nacional, ese es nuestro destino… [1]
Con el nombramiento de Ramos Martínez se llevó a cabo una significativa renovación en el arte de la Academia, ya que promovió las tendencias pictóricas modernistas, implantó una pedagogía avanzada y fomentó los temas nacionales, aspectos que se evidenciaron al ingresar los alumnos a la primera Escuela de Pintura al Aire Libre, pues al poco tiempo de estar trabajando realizaron un arte libre, fresco y vanguardista, que contrastaba con el que se creaba en los taller de San Carlos.
En una modesta casa, en medio de las chinampas de San Anita, se instaló la pequeña colonia de pintores, formada por los principales promotores de la huelga, y, ante la admiración de los indígenas, se puso en la puerta del jardín que rodeaba la casa un rótulo con el nombre cabalístico de Barbizón. [2]
Francisco Quijano, en la revista Novedades de junio de 1914, comentaba que la Escuela se había instalado en un reducido local pero de belleza peregrina. Aclaraba que era una casita blanca compuesta por una galería que servía de almacén y un porche frontero y, que, rodeando la casita existía una huerta frondosa en donde los alumnos trabajaban con noble ahínco y entusiasmo, al tiempo que progresaban con pasmosa rapidez.
El nombre de Barbizón, dado a la primera Escuela de Pintura al Aire Libre, fue retomado por Ramos Martínez en memoria de las generaciones de pintores naturalistas, surgidas a mediados del siglo XIX en Francia, y que instaladas en los bosques de Fontainebleau decidieron romper con los cánones establecidos por la academia tradicional. Su principal objetivo fue salir al aire libre, pintar la naturaleza, observar los cambios estacionales, la variabilidad ambiental, los valles, los desiertos, el mar. Los principales exponentes de este movimiento fueron: Rousseau, Millet, Troyon y Corot. [3]
La nueva forma de representar la realidad, basada en los diversos efectos visuales que brinda la naturaleza, llevó a estos pintores a colocarse como el antecedente inmediato del movimiento impresionista que tanto influyó en la Barbizón mexicana
El movimiento pictórico francés barbizoniano era considerado como renovador y modernista por la ideología que preconizaba, al igual que la innovación que proyectó al arte de su tiempo; mas el Barbizón de México, tal como lo concibió Ramos Martínez, presentaba connotaciones muy diferentes. Primeramente, el nombre francés no se adaptaba a la realidad y tampoco al momento crucial por el que atravesaba la nación. Su ideología positivista ya no era acorde con las inquietudes que vivía el país, y las innovaciones en el campo artístico habían sido, incluso, practicadas por los pintores modernistas mexicanos de finales de siglo.
Al regresar a México el maestro Ramos Martínez trató de revivir a toda costa el ambiente europeo que dejó; no obstante se enfrentó con un país cuyas necesidades estaban lejos de ser las que había vivido Francia hacía más de cincuenta años. En aquel momento, la escuela de impresionistas y, sobre todo, la de Barbizón habían dejado de ser un movimiento vanguardista en Europa. Nuevas inquietudes pictóricas sustituían a la técnica que utilizaba el color como efecto luminoso. El fauvismo, el posimpresionismo, el expresionismo, el cubismo y el futurismo habían abierto otros caminos como respuesta a las inquietudes de los artistas europeos.
Las concepciones tanto pictóricas como metodológicas, que desarrolló el maestro Ramos Martínez, tuvieron características propias, por lo que deben situarse en relación con las prácticas artísticas que defendió, y con la obra plástica que desarrollaron sus alumnos. El valor fundamental de las escuelas creadas por Ramos Martínez es posible analizarse desde la perspectiva de que terminó con toda una etapa de enseñanza académica, que brindó la posibilidad de crear un arte inscrito dentro de la tendencia modernista del posimpresionismo y, finalmente, permitió al alumno realizar su obra con mayor libertad.
Desafortunadamente se cuenta con pocos ejemplos plásticos en esta primera Escuela, pero con base en la fuentes hemerográficas puede suponerse que la obra plasmada por los alumnos de Santa Anita llevaba implícita alguna de las características del impresionismo, como el uso de la pincelada corta, los diversos efectos luminosos y el colorido brillante, y algunas del posimpresionismo como la técnica divisionista, de manchas de color sobrepuestas.
[1] Rafael Vera de Córdova, “Ramos Martínez será un director estimable”, Nueva Era, México, 27 de noviembre de 1911.
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