Encuentro Estéticas de Ciencia Ficción
Posted on 19 diciembre, 2017 by cenidiap
Carlos Guevara Meza
Leído en el Aula Magna, Cenart, Ciudad de México, el 23 de noviembre de 2017.
Muy buenos días.
En nombre del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas, les doy la más cordial bienvenida a este Encuentro de Estéticas de Ciencia Ficción, convocado para pensar en serio las profundidades de algo que tristemente, en mi opinión, muchos (uno ya sería demasiado) consideran un mero entretenimiento vulgar y superficial, salvo por algunas excepciones consagradas.
Quiero agradecer a las autoridades del Instituto Nacional de Bellas Artes y del Centro Nacional de las Artes, especialmente a Ricardo Calderón y a Sergio Rommel Alfonso, el apoyo que nos han brindado para la organización de este evento. Al magnífico equipo del Canal 23, que nos permite transmitir todo esto y llegar “a donde nadie ha llegado antes”; al equipo de Difusión del Cenidiap, encabezado por la verdaderamente fantástica Vicky García, a mi administrador Abraham Briseño y su gente que en circunstancias difíciles sacaron adelante la tarea. Debo agradecer también a todos y cada uno de los integrantes del Seminario de Estéticas de Ciencia Ficción, con sede en el Cenidiap, especialmente a Loreto Alonso y a Amadís Ross, que tuvieron la idea y asumieron la responsabilidad de la organización académica de este evento, que para mi en lo personal tiene una significación no sólo intelectual, sino también afectiva.
Me explico con una pequeña anécdota personal: el mismo año en que nací comenzó a transmitirse en Estados Unidos la serie de televisión Star Trek, que yo siempre conocí como Viaje a las estrellas cuando comenzaron a pasarla aquí en México, años después estando yo ya en la primaria, en horario infantil, doblada al español y vista, en mi caso, en un televisor en blanco y negro. No soy una persona dada a la nostalgia (si alguna vez pensé en volver atrás, fue por la idea de viajar en el tiempo y cambiar la historia, y no por regresar al paraíso perdido de una armonía imaginaria) y si refiero esto para explicar la afectividad mencionada, no es por el recuerdo de los tiempos pasados, sino por la forma en que las aventuras diarias de Kirk, Spock, McCoy, Scottie, Sulu, Chekov y (debo reconocerlo) la apabullante belleza de la Teniente Uhura, atraparon de inmediato mi fantasía de una manera que pocas veces en mi vida he vuelto a experimentar. Reforzada por otras series de aquellos años (El túnel del tiempo, Perdidos en el espacio, Tierra de gigantes) pero sin alcanzarla nunca, Viaje a las estrellas me formó en muchos sentidos importantes, al grado incluso que tuvo que ver con mi decisión de estudiar filosofía, la única carrera universitaria que tenía la lógica matemática como materia obligatoria (así que ya les dije mi edad y mi personaje favorito). Y aunque la vida me llevó por otros caminos (o quizá no), Viaje a las estrellas inauguró para mi un trayecto que incluyó cientos, quizá más bien miles de episodios de televisión, películas, novelas, cuentos, cómics y animaciones que aun hoy disfruto y me apasionan.
El caso es que, por esas felices coincidencias de la vida, estaba yo reflexionando sobre si no debía hacer algo para sumarme a la conmemoración de los 50 años de la serie, que eran también los míos, por la importancia que había tenido y seguía teniendo para mí, tal vez para mi generación, y por lo que veía para otras generaciones, cuando Loreto y Amadís llegaron a proponerme la organización de un Seminario de Estéticas de Ciencia Ficción. No recuerdo si los dejé terminar de argumentar la propuesta, pero sí sé que me habían convencido en los primeros diez segundos.
Y es que lo que despertó en mi Viaje a las estrellas (y todo lo que vi y leí después) fue un sentimiento que sólo muchos años después pude ver expresado como idea y con palabras, no mías, sino de Frederic Jameson que, en su libro Arqueologías del futuro, dice: “Yo sostendría, sin embargo, que la ciencia ficción más característica no intenta en serio imaginar el futuro ‘real’ de nuestro sistema social. Por el contrario, sus múltiples futuros falsos cumplen la función muy distinta de transformar nuestro propio presente en el pasado determinado de algo todavía por venir. […] La ciencia ficción representa y posibilita así un ‘método’ estructuralmente único para aprehender el presente como historia, y esto con independencia del ‘pesimismo’ o el ‘optimismo’ del imaginario mundo futuro que constituye el pretexto para dicha desfamiliarización”.
En efecto, se trata de que el presente no sea natural, que sea extraño, que no sea un “siempre ha sido así”, sino un “podría ser de otro modo”, de ser viajeros del tiempo viviendo en un pasado remoto que se puede cambiar para construir un futuro distinto, tal vez mejor pero en el fondo siempre imprevisible, de arrebatarles a la irracionalidad y la injusticia actuales la seguridad de su continua (y deprimente) perpetuación.
Bienvenidos.
Larga vida y prosperidad.
Muchas gracias.
Escribe el primer comentario