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Tamiji Kitagawa, Autorretrato, óleo/tela, 1977

TAMIJI KITAGAWA. EL CHAPULÍN COMO ALTER EGO EN SU OBRA PLÁSTICA

Posted on 14 junio, 2022 by cenidiap

Laura González y Matute

 

 

El chapulín o saltamontes, insecto emblemático en la obra del pintor Tamiji Kitagawa (1894-1989), ha sido representado por milenios en la historia de la humanidad. Los antiguos egipcios lo tallaron en sus tumbas y se menciona, entre otros emblemáticos textos, en la Ilíada, la Biblia, el Talmud y el Corán, con referencia a las catástrofes producidas por su paso como plaga voraz.

 

Como tal, es identificado con la depredación, la hambruna, la destrucción y las grandes migraciones; sin embargo, en soledad es indefenso e incluso llega a ser alimento para algunas culturas.

 

Para convertirse en plaga, crece de tamaño, sus alas se ensanchan y, cambia de color: de verde claro en su fase solitaria, a amarillo en su etapa gregaria o de calamidad.[1]

 

En este estado, nace su instituto de migrar, aumenta su voracidad y devasta grandes extensiones de tierra fértil.

 

 

 

2.Detalle de chapulín en un mural en la tumba de Horemhab. Egipto. Ca. 1422-1411 ac.

Detalle de chapulín en un mural en la tumba de Horemhab. Egipto.
Ca. 1422-1411 ac.

 

 

Tamiji Kitagawa, Autorretrato, óleo/tela, 1977

Tamiji Kitagawa, Autorretrato, óleo/tela, 1977

 

 

 

Tamiji Kitagawa y el chapulín

 

El pintor Tamiji Kitagawa se identifica con el chapulín y lo adopta como “alter ego” o su “otro yo”. Está presente en su obra como firma, como emblema, como metáfora o como aforismo, pero, sobre todo, como lema de la creación artística.

 

En varias entrevistas, el pintor aclaró que para él, el chapulín representaba el dolor intrínseco del arte. Y así, nos dice: “El artista, vive en soledad, pero también emigra, sufre, se duele y angustia en el transcurso de su quehacer plástico; sin embargo, al tiempo que crea, igualmente disfruta, desarrolla belleza y goza de libertad a través de su creación”.

 

El artista asentaba que estas características las concebía como metáfora de las penurias y dificultades que la creación plástica representaba para él. Y, concluía: “el arte no sólo es placentero y hermoso, sino que contiene el poder oculto de convertirse en un aterrador enemigo”.

 

Ante estas premisas, la obra de Kitagawa conduce a interiorizarnos en su profundo y contrastante mundo artístico, donde, a través de un insecto al cual dota de múltiples caracterizaciones, transmite su filosofía, sus conceptos ético-morales y su crítica político-social, entrelazados con su universo pictórico el cual, como señala, al tiempo que lo sufre le brinda plenitud y deleite.

 

 

Chapulín antes y después de tornarse langosta depredadora.

Chapulín antes y después de tornarse langosta depredadora.

 

 

Tamiji Kitagawa, Chapulín, (símbolo de su firma, su alter ego), óleo sobre tela,

Tamiji Kitagawa, Chapulín, (símbolo de su firma, su alter ego), óleo sobre tela,

 

 

 

Vida y obra:

Japón

 

Tamiji Kitagawa, originario de Shizuoka, perteneció a una familia acomodada, dedicada al cultivo del té. Desde niño surgió en él la inquietud artística, sobre todo, del dibujo; sin embargo, este gusto lo desarrolló años más tarde. Durante su adolescencia, a la edad de 16 años, por consejo de su padre, se inscribió en la Universidad de Waseda, en la capital de Japón, en donde realizó estudios de comercio.

 

Al estar en Tokio, conoció por medio de reproducciones el mundo de las vanguardias artísticas europeas. Tuvo relación con pintores japoneses que se inclinaban hacia los movimientos del impresionismo y post impresionismo, mismos que lo condujeron a apreciar a pintores de la talla de Vincent Van Gogh, Paul Gauguin, Henri Matisse y Paul Cézanne, entre otros.

 

La propuesta visual que expresaban estos artistas, despertó en Kitagawa la inquietud por apartarse de principios tradicionales y lo motivaron a desarrollar, años más tarde, el gusto no sólo por las obras de factura postimpresionista, sino por aquellas creadas por las llamadas culturas primitivas de las cuales, en cierta forma, abrevaban los artistas vanguardistas europeos.

Envuelto en el mundo de la autonomía expresiva, Kitagawa entró en contacto con el concepto de “lo otro o la otredad”[2].  Comprendió los contrastes entre los dos mundos: el superior y el inferior, el civilizado y el rústico, premisas que las filosofías antropológicas y sociológicas occidentales, identificaban con la preeminencia de lo europeo y estadounidense, considerados dentro del mundo superior, contrapuestos al de Asia, Latinoamérica y África, identificados con lo inferior o retardado.

 

No obstante, la concientización de estas categorías impuestas, el futuro artista, probablemente por sus inquietudes juveniles, abandonó su casa y su país. Tamiji Kitagawa salió de Japón en 1914, para reunirse con su hermano y abrirse camino en Estados Unidos, cuando contaba con 20 años.

 

 

Tamiji Kitagawa a los 16 años, Japón.

Tamiji Kitagawa a los 16 años, Japón.

 

 

Art Student´s League, Nueva York, ca. 1917

Art Student´s League, Nueva York, ca. 1917

 

 

Revista The Masses, diigida por John Sloane, 1914

Revista The Masses, diigida por John Sloane, 1914

 

 

Estados Unidos (1914-1920)

 

Vivió en Portland, Oregon, durante dos años y de ahí se trasladó a Nueva York donde trabajó como escenógrafo para los teatros Shubert y Morosco. Poco después, ingresó al Art Students League, instituto de avanzada, no únicamente en cuanto a la educación artística, sino a los postulados democráticos y socialistas que defendía. El director, John Sloan, participaba en la revista The Masses y colaboraba con él el reportero John Reed, quien en 1911 había sido comisionado como corresponsal de guerra en la Revolución Mexicana y de cuyas experiencias publicó, en 1915, el emblemático libro México Insurgente.

 

Las vivencias con el mundo socialista y de vanguardia experimentadas en Estados Unidos, fungieron como punta de lanza para que nuestro artista valorara las culturas consideradas como lo “otro o la otredad” y fortaleciera su conciencia social afín a los humildes y desprotegidos, y, derivado de ello, valorara las artes de los países considerados inferiores, ya que para él poseían propuestas estéticas auténticas, dignas de apreciar.

 

 

México (1921-1936)

Este aspecto cobró relevancia con relación al viaje que Kitagawa realizó a México en la segunda y tercera década del siglo XX. En nuestro país acudió a la Academia de San Carlos como estudiante y participó en las Escuelas de Pintura al Aire Libre como alumno, profesor y director. Acudió como alumno a la escuela de Churubusco, como maestro a la de Tlalpan y como director a la de Taxco.

 

Su contacto con las clases humildes a las que pertenecían los alumnos campesinos de las escuelas de Pintura al Aire Libre lo llevó a compenetrarse de la educación artística que realizaban los alumnos, basada en la autonomía, la libertad y la espontaneidad. Esta modalidad educativa fue altamente apreciada por nuestro artista, al tiempo que compartió los preceptos de sus alumnos y los recreó profusamente en su propia obra.

 

Estas percepciones lo indujeron a construir un pensamiento humanitario. Reprobó las contradicciones de la discriminación racial y los desajustes sociales, al tiempo que asimiló la humildad y el respeto como valores que lo acompañarían por el resto de sus días.

 

 

Tasmiji Kitagawa, Mujeres bañándose en el río, óleo/tela, 1930

Tasmiji Kitagawa, Mujeres bañándose en el río, óleo/tela, 1930

 

 

Tamiji Kitagawa, Niños indígenas, óleo/tela, 1933.

Tamiji Kitagawa, Niños indígenas, óleo/tela, 1933.

 

 

Tamiji Kitagawa, Entierro en el cementerio de Tlalpan, óleo/tela, 1930

Tamiji Kitagawa, Entierro en el cementerio de Tlalpan, óleo/tela, 1930

 

 

 

Emblema prehispánico del chapulín retomado por Tamiji Kitagawa.

 

Los aztecas y los mayas

 

En su paso por México, el pintor, mostró profundo interés por la cultura mexicana y mesoamericana.

 

Su gusto por comprender las raíces ancestrales de nuestros pueblos lo motivó a ilustrar El Libro Sagrado de los Mayas Quichés: Popol Vuh,[3]  que versa sobre las antiguas cosmogonías de estos pueblos originarios. Entre las ilustraciones que llevó a cabo, se encuentra la referente a la Creación de los hombres de maíz. En la imagen, recrea la mazorca como símbolo del elemento natural con el que fueron creados los primeros habitantes de esta cosmogonía. La ilustración representa a cuatro hieráticos personajes sedentes de rasgos mayas. En otra imagen evoca la leyenda de la doncella Ixquic, quien visita el árbol de calaveras de cuya savia queda preñada para dar a luz a unos gémelos. La figura femenina con el torso desnudo, bajo un árbol de formidables frutas-cráneos, es elocuentemente representada.

 

Su interés por las culturas prehispánicas lo llevó a compenetrarse de las crónicas mesoamericanas y probablemente por ello, la imagen del chapulín[4] cobró relevancia en su obra.  Está presente en las cosmogonías precolombinas y se representó en los códices; por ejemplo, en la cultura mexica asentada en el Cerro del Chapulín o Chapultepec, donde, poco después, surgió la cultura de la Gran Tenochtitlán. Actualmente, ahí se alza el Castillo de Chapultepec, construido en 1530 y reedificado a partir de 1786. Durante varios periodos fue la residencia presidencial en México.

 

Kitagawa relacionó al chapulín con el mito “del México precolombino, con su muy importante centro de poder político. El insecto poseía un alto valor sagrado y personificaba el poder sobrenatural para los aztecas. El chapulín, en la obra de Kitagawa se asoció, con un tótem[5] tribal mítico, identificado como observador, juez y testigo”.[6]

 

La ocupación de los mexicas se describe en diversas fuentes históricas, entre ellas, el Códice Boturini. [7] El chapulín se ilustró sobre un cerro para indicar el topónimo o lugar de donde proviene el nombre de Chapultepec, que significa: (Chapullin: chapulín, tepetl: cerro, co: lugar). La escultura de un chapulín tallado en piedra roja que se encuentra desde el siglo pasado en el Museo Nacional de Antropología, es una pieza emblemática que proviene de la ciudad de México y que representa este símbolo. En el bosque de Chapultepec se encuentra una escultura en piedra caliza que representa al chapulín sobre el Cerro de Chapultepec.

 

 

 El chapulín o saltamontes en la cultura maya

 

Si en la cultura náhuatl o mexica, el chapulín poseía una acepción mágica, benigna, positiva, de equilibrio, estabilidad y poder, en la cultura maya, a contraparte, se identifica con un insecto temido y devastador.

 

Este hecho tan controvertido en la esencia del chapulín, debió ser la motivación que tuvieron los antiguos mayas[8] para plasmarlo en sus códices, en sus vasijas de barro y en sus tallas en piedra o estelas, representado como la imagen de la destrucción y la muerte. Un texto maya nos dice:

 

…¿qué maldición es esa que baja del cielo? Es la temible langosta […] que periódicamente viene a devorarlo todo, a llevar el hambre a los hogares,
la aflicción a los corazones y el llanto a los ojos […]

 

La historia de la civilización Maya habla de terribles hambrunas que duraban varios años. Eran, en general, resultado de sequias; sin embargo, también se alude a que parte de las catástrofes que padecieron estos pueblos y que propiciaron las migraciones, se debieron a las plagas de chapulines o saltamontes.[9] Por lo mismo, la plaga de chapulines aparece en el antiguo pensamiento maya como una especie de condena, descrita tanto en pasajes de los Chilames,[10] textos de la historia antigua de los mayas, siendo el Chilam Balam de Chumayel el más conocido, como en otras fuentes coloniales y documentos del siglo XIX.

 

 

Tamiji Kitagawa, El hombre de maíz, Ilustración para el Pool Vuh, libro sagrado de los Mayas.

Tamiji Kitagawa, El hombre de maíz, Ilustración para el Pool Vuh, libro sagrado de los Mayas.

 

La doncella Ixquic, Ilustración para el Popol Vuh. libro sagrado de los Mayas.

La doncella Ixquic, Ilustración para el Popol Vuh. libro sagrado de los Mayas.

 

 

Códice Boturini, códice mexica sobre la peregrinación.

Códice Boturini, códice mexica sobre la peregrinación.

 

 

Códice Boturini, Tira de la Peregrinación. El Cerro del Chapulín.

Códice Boturini, Tira de la Peregrinación. El Cerro del Chapulín.

 

 

 

Crítica político-social

 

Cuando Tamiji Kitagawa regresó a Japón en 1936, su país se encontraba en guerra con China y poco después la nación se enfrentó a la Segunda Guerra Mundial.[11]  La actitud antibélica del artista lo apartó de la cúpula militar y de las posturas de coerción predominantes. La crítica política era duramente sancionada en su país, por lo cual nuestro artista no llevó a cabo una denuncia abierta contra del sistema militarizado. Su postura, como él siempre lo sostuvo, fue expresada a través de su pincel. Realizó varios cuadros donde, de manera simbólica, mostró su desaprobación a las políticas militares, educativas y sociales que imperaban.

 

Uno de los primeros cuadros que realizó el artista con el símbolo del chapulín es Mujeres y Chapulines de 1952. Éste reproduce a dos personajes que portan dos chapulines enjaulados. La mujer del lado derecho presenta sobre su hombro otros dos chapulines enrejados y la de la izquierda, tres.  Las mujeres ciñen a su vientre los chapulines. Llevan los senos desnudos, por lo cual se podría inferir que el tema de la maternidad está presente en este óleo. Es interesante mencionar que existe un óleo del pintor mexicano Rufino Tamayo que recrea un tema similar; sin embargo, éste se ha identificado con pájaros que remiten a una alegoría de connotaciones sexuales.

 

Con referencia a los cuadros de denuncia que llevó a cabo el artista, cabe resaltar el titulado Summer Homework o Tarea de Verano, de 1970. En éste, se evidencia la crítica al sistema educativo llevado a cabo en las escuelas primarias. El óleo, de brillante colorido y engalanado con vistosos floreros, representa a cuatro adultos: el director de la escuela, el ministro de Educación, otro severo personaje y la madre de la niña, cuando la pequeña realiza su tarea. Todos, excepto la madre, parecen estar en actitud coercitiva. En la mesa de trabajo aparece un teléfono y un radio, éste último se dice, emite un discurso sobre el severo sistema educativo imperante en el país. Para Kitagawa la enseñanza era impuesta sin considerar la psicología de los niños, convirtiéndola en una educación cerrada, tediosa y sin opciones de libertad, a diferencia de la que conoció en México en las Escuelas de Pintura al Aire Libre.

 

Dos años antes, en 1968, Kitagawa había realizado otro cuadro donde su firma aparece con el emblema del chapulín. El título Niña e insectos, reproduce la imagen de la chica en una actitud indiferente; es probable que se trate de una crítica de aquella educación desmotivadora.

 

En cuanto a las obras de denuncia social en la que aparece el chapulín, de manera contundente se encuentran tres emblemáticos óleos.

 

En Nube de langostas, 1959, Kitagawa recrea en tres secciones la tragedia de la ocupación de la isla de Okinawa al final de la Segunda Guerra Mundial. Las mujeres de la parte superior representan el dolor del pueblo. En el centro, se recrea un enjambre de enormes langostas amontonadas, coronadas por un caimán. Para el artista estos gigantescos chapulines representan a los invasores estadunidenses, cuya imagen se reproduce en un triángulo inferior; las bayonetas y cascos azules, denotan la invasión a la que sometieron a los habitantes de la isla. Tres mujeres en la base del cuadro remiten al dolor y muerte como consecuencia de la batalla de Okinawa. El ave de rapiña culmina la obra.

 

Espíritus Demoníacos, 1973, evoca el secuestro del avión 351 de Japan Airlines, en 1970, por nueve miembros japoneses de la Liga Roja Comunista. El avión finalmente aterrizó en Corea del Norte y no hubo víctimas. El pintor divide el cuadro en dos partes. En la superior recrea los demonios como blancas y ondulantes figuras femeninas que vuelan y se contorsionan en un espacio gris. Ordenados en triángulo, los hombres voltean al cielo y se asombran de los demonios. Para Kitagawa este cuadro fue una denuncia de los terroristas. Su insignia del chapulín queda plasmada como juez o testigo del asalto a la aeronave.

 

En Autorretrato de 1977, una de sus últimas obras, el pintor se retrata de manera un tanto humorística, ciñendo un martillo con el puño en alto y el chapulín o “alter ego”, está a la espera de su acción.

 

 

Tamiji Kitagawa, Niña con insectos, óleo/tela, 1968

Tamiji Kitagawa, Niña con insectos, óleo/tela, 1968

 

Tamiji Kitagawa, Mujeres con chapulines, óleo/tela, 1952

Tamiji Kitagawa, Mujeres con chapulines, óleo/tela, 1952

 

 

Rufino Tamayo, Desnudo blanco, , óleo/tela, 1952

Rufino Tamayo, Desnudo blanco, óleo/tela, 1952

 

Nube de langostas, óleo/tela, 1959

Nube de langostas, óleo/tela, 1959

 

Espíritus demoníacos, óleo/tela, 1973

Espíritus demoníacos, óleo/tela, 1973

 

Tamiji Kitagawa, Summer Homework, óleo/tela, 1970

Tamiji Kitagawa, Summer Homework, óleo/tela, 1970

 

 

 

 

Aforismos

 

Otra forma de representar al chapulín en la obra de Tamiji Kitagawa, se encuentra en sus series de aforismos, sobre los cuales realizó diversos grabados que fueron dados a conocer en el singular libro: Grabados y Aforismos originales por Tamiji Kitagawa, publicado en 1974.[12]

 

El artista hace uso del aforismo, ya que – conforme a su filosofía – éste tiene como finalidad preservar su saber, transmitir su experiencia de vida y educar a los individuos, siendo un género literario de madurez intelectual, que brinda conocimiento y sintetiza la comprensión que de la vida ha alcanzado el individuo.[13] Cada aforismo aparece como una frase sencilla que deviene una suerte de revelación. El libro está conformado por 26 aforismos, en orden alfabético, que remiten a las emociones, experiencias, cuestionamientos, enseñanzas, defectos y cualidades del ser humano.

 

A través de su legado artístico, educativo y cultural, Tamiji Kitagawa se torna simiente y símbolo unificador de dos continentes, de dos naciones y de dos cosmovisiones que se complementan, hermanan y trascienden, a través de su vida y obra, en la esfera del arte universal.

 

 

Grabados originales y aforismos de Tamiji Kitagawa, 1974, UNAC Tokio.

Grabados originales y aforismos de Tamiji Kitagawa, 1974, UNAC Tokio.

 

 

Página interior del libro de aforismos de Tamiji Kitagawa,

Página interior del libro de aforismos de Tamiji Kitagawa,

 

 

Tamiji Kitagawa, 1981.

Tamiji Kitagawa, 1981.

 

 

 

 

[1] Fabio Flores Granados, “Las plagas de langosta en el área maya. Plagas de langostas, en el colapso maya: ambiente e historia de una calamidad en la época prehispánica”, Península, vol.6 no.2 Mérida, ene. 2011.
Patricia López, “El ocaso de una cultura, plagas de langosta en el colapso maya, causaron que la civilización en el periodo clásico se disgregara por toda la península”, México, Gaceta UNAM, marzo 15, 2018

 

[2] A la hora de ver a los demás hombres (al OTRO), surge el problema de la otredad, ya que esta visión puede referirse a ver al otro como alguien superior o inferior. Un ejemplo muy fácil de seguir es el momento del arribo del hombre blanco a América. La otredad llevó a que los conquistadores identificaran a los indígenas como el OTRO, que no eran parte de su mundo y, también, como un OTRO inferior. Los consideraban bárbaros, sin educación y cultura, más próximos a los animales salvajes que a ellos mismos. Fuente: https://concepto.de/otredad/#ixzz6n9bh5Jmv. El Otro (o la otredad) es un término técnico utilizado en la filosofía, el psicoanálisis, la sociología, la psicología y la antropología entre otras disciplinas.

 

[3] Popol Vuh. Las antiguas historias del Quiché. Traducido del texto original con introducción y notas por Adrián Recinos, México, Fondo de Cultura Económica, Vigésima octava reimpresión, 1999. Eikichi Hayashiya, (traductor), Popol Vuh: el escrito antiguo de la civilización maya, Tokio, Japón, 1961, ilustraciones de Tamiji Kitagawa.  Fumiko Sukikara, Formación y transformación en la narrativa del Popol Vuh: las publicaciones y las prácticas de traducción al japonés, 1928-1971, tesis para obtener el grado de Maestría en Estudios sobre Diversidad Cultural y Espacios Sociales, Universidad Autónoma de Chiapas, Instituto de Estudios Indígenas, San Cristóbal de las Casas, Chiapas, marzo de 2019, primera plana y p. 127.

 

[4]Yuko Kikuchi, “Minor Transnational Inter-Subjectivity in the People´s Art of Kitagawa Tamiji”, Review of Japanese Culture and Society, 26, December 2014, p. 266.

 

[5] Ser animado o inanimado, que conlleva las características de la firmeza, la audacia y la autoridad superior y que envía órdenes a sus subordinados. Puede ser animal o vegetal, de quien cree descender la tribu, y a la cual sirve al mismo tiempo de objeto de adoración, de emblema y de nombre colectivo (…). Diccionario Enciclopédico Vox 1. © 2009 Larousse Editorial, S.L.

 

[6] Satochi Yamada, Conferencia sobre la imagen del chapulín en la obra de Tamiji Kitagawa, Symposium «Seki Seki Sano and Kitagawa Tamiji. Japanese Artists in Mexico from the 1920s to the 1960s, at the Colegio de Mexico in November 2011. Agradezco a la Doctora Michiko Tanaka el haberme ayudado con la traducción del texto inédito del curador Satochi Yamada.

 

[7] Códice Boturini,  es uno de los llamados códices mexicas, es incorrectamente llamada de «la peregrinación» pues no fue un movimiento de peregrinación, sino, una migración desde Chicomóztoc, probablemente elaborado en la primera mitad del [siglo XII]]. Se presume que puede ser una copia de un documento prehispánico original. Consta de veintiuna láminas de papel amate, recubiertas de estuco, con escritura mexica. La temática del documento es el movimiento que hicieron los mexicas desde su patria original, la mítica ciudad de Aztlán, que algunos autores localizan en el Occidente de México (más precisamente en Nayarit).

 

[8] La cultura maya se refiere a una civilización mesoamericana que destacó a lo largo de más de dos milenios en numerosos aspectos socioculturales como su escritura jeroglífica, uno de los pocos sistemas de escritura plenamente desarrollados del continente americano precolombino, su arte, la arquitectura, su mitología y sus notables sistemas de numeración, así como en astronomía y matemáticas. Se desarrolló en el sureste de México (en los estados de YucatánCampecheQuintana RooChiapas y Tabasco), prácticamente todo Guatemala y también en Belice, la parte occidental de Honduras y en El Salvador, abarcando más de 300,000 km².

 

[9] Fabio Flores Granados, “Las plagas de langosta en el área maya. Plagas de langostas, en el colapso maya: ambiente e historia de una calamidad en la época prehispánica”, Op.cit.
Patricia López, “El ocaso de una cultura, plagas de langosta en el colapso maya, causaron que la civilización en el periodo clásico se disgregara por toda la península”, Op.cit.

 

[10] A través de los años se ha conocido textos de gran importancia sobre la historia de los mayas, ya que ellos con su gran sabiduría trataron de recopilar toda información referente a su vida, costumbres y creencias antiguas, siendo el Chilam Balam uno de esos libros más famosos.

 

[11] Michiko Tanaka (coordinadora) Historia Mínima de Japón, Omar Martínez Legorreta, “De la Modernización a la guerra. La apertura de Japón: Las presiones internas y externas”, México, El Colegio de México, Centro de Estudios de África y Asia, 2017, 2ª. Reimpresión, p. 214-223

 

[12] Original etchings and aphorisms by Tamiji Kitagawa, Batta narrates Aphorisms, UNAC TOKYO, 1974, Edited by Masaomi Unagami

 

[13] Hiram Barrios, El aforismo, descubrimiento y reactivación: acercamientos iniciales, Panal Literatura, 8 de oct. 2016

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