Pintura Reactiva
Posted on 26 julio, 2018 by cenidiap
Edwina Moreno Guerra y María Eugenia Garmendia Carbajal
La exposición Pintura Reactiva que se exhibe en el Museo de Arte Carrillo Gil del 11 de mayo al 9 de septiembre presenta la obra de 33 artistas que dialogan sobre la pintura actual. El pequeño catálogo que acompaña la exhibición abre con una reflexión del crítico guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, quien en 1961 escribió en el libro Pintura activa: «Ofrecemos algo de la pintura que busca nuevos rumbos en México, sin pretensión alguna antológica y menos de que sea un programa completo. Simplemente hemos reunido algunas obras que estimamos representan la mayoría de las tendencias actuales. ¿Que valen estas realizaciones o estas tentativas? No es tiempo todavía para poder contestar cabalmente a tal pregunta».(1)
Carlos E. Palacios, curador de la exhibición, vincula su propuesta con la visión de Cardoza y Aragón y se propone presentar “un nuevo escenario de la pintura en México, en donde tanto artistas como productores de imágenes realizan ejercicios reflexivos desde la pintura —y sobre todo desde lo pictórico— cuyas motivaciones están compuestas por múltiples capas de intereses intelectuales que responden a un universo muy abierto de discursos, temporalidades, nuevos imaginarios y prácticas artísticas”.(2) Cardoza y Aragón tuvo la intuición de señalar lo que más tarde se conocería como la trascendente generación de la «Ruptura». En el caso de Palacios, aún es muy temprano para conocer la trascendencia que los artistas seleccionados tendrán en el futuro.
Acostumbrados, como lo estamos, a las innovaciones en el arte contemporáneo, en esta muestra prevalece el interés de los expositores por centrarse en las entrañas de la pintura. Varios de los artistas, o productores de imágenes aquí representados, optan por la investigación, la apropiación, la experimentación técnica o interesantes montajes. Algunos acuden a la historia del arte o a Internet en busca de imágenes a intervenir, otros emplean materiales ajenos a la pintura, pero todos pretenden crear una obra nueva y propositiva.
Tal es el caso de Narciso Morandi (2000) de Yishai Jusidman, que con indudable inteligencia reflexiva, calidad y factura propone otro tipo de obra. Toma como referente al pintor italiano Giorgio Morandi (Bolonia, Italia, 1890-1964), considerado en su tiempo uno de los mejores artistas, que tenía la obsesión de pintar una y otra vez naturalezas muertas con unos cuantos elementos. Tal vez lo que nos quiere transmitir Jusidman al abordar a Narciso es que es «la pintura la que se ve a sí misma», y elige a la naturaleza muerta para que observe su propio reflejo. La obra es vista a través de una malla que sólo nos deja ver elementos difusos; la naturaleza muerta se va revelando después de un buen rato de mirar el cuadro, que está perfectamente dividido a la mitad. La malla está formada por pequeños cuadrados trazados mecánicamente que se manipularon en copias electrográficas para después pegarlas a la tela.
Aquí hay que resaltar varias cuestiones. La primera es que Jusidman logra una obra muy interesante y agradable que prescinde del uso del pincel como principal medio, siendo que él se cataloga como «pintor» antes que «artista visual». La segunda es que este cuadro es parte del proyecto Mutatis Mutandis, al que seguirá otro porque esa es su manera de trabajar: por proyectos. Es aquí donde se verá más adelante la «nueva ruptura», porque Jusidman es probable que no vuelva a transitar por estos caminos y estas obras queden como un proyecto más del artista.
Las obras de Bertha Kolteniuk exploran los horizontes de la pintura expandida. Experimenta con vinílica derramada sobre plástico, que al secarse y desprenderla del soporte se convierte en una materia pictórica independiente, blanda y flexible, que utiliza de manera performática, ya sea para envolver su cuerpo, interactuar con el público o crear formas escultóricas. También experimenta con acrílicos monotonales que vierte sobre la tela, donde deja que el tiempo los seque y modifique. Esta técnica da como resultado obras como Enero (2018).
Lifestyle Shroud (Sudario de vida) (2018) de Andrew Birk es una obra de gran formato que pone en relieve el proceso de creación con una propuesta de «fisicalidad del movimiento». El artista se envuelve en una tela y es arrastrado por un automóvil. El resultado es un lienzo manchado y rasgado con la «huella del cuerpo».
Hector Falcón presenta Extracción modular constructiva (2018), que forma parte del proyecto del mismo nombre basado en la yuxtaposición de lienzos que tiene la finalidad de la apreciación del proceso de creación. Falcón experimenta fuera de la bidimensionalidad pero respetándola al pintar en superficies planas llenas de colores vibrantes y grandes oquedales que dejan ver parte de lo que pareciera otro cuadro pero que al final son parte de la misma obra.
Colocadas en un espacio pleno de luz muy favorecedor dentro de la sala, se muestran tres esculturas colgantes de la artista estadunidense radicada en México Chelsea Culprit: The night crawler (2017), Keyhole wiew (2018) y Watching from the window (2018). La obra de Culprit se caracteriza por dignificar el cuerpo femenino. En este caso se trata de figuras femeninas de gran formato elaboradas con acrílicos translúcidos de colores y ensamblaje con tuercas, bailarinas exóticas autorreferenciales, ya que la artista bailó en centros nocturnos en Estados Unidos por diez años. El dibujo es seguro, el corte preciso y la mezcla de color cautivadora; sin duda la sensualidad del movimiento de estas mujeres, enfatizado por los tacones altos, representan la parte más lúdica y agradable de la exposición.
Omar Rodríguez-Graham acude a la historia de la pintura en busca de alegorías y referencias historiográficas y las manipula hasta construir algo nuevo que pasa al lienzo. En La Mirada del rey Halcón (2018) sus investigaciones dan por resultado una pintura plana, abstracta, recortada con formas caprichosas. Obra muy bien trabajada con finísimas líneas negras, texturas y color. Da la apariencia de escultura pero sin abandonar la bidimensionalidad, y nos muestra lo que el buen manejo pictórico (composición, formas y colores) del que es capaz.
Luis Hampshire con su Histeria luminosa (2017), realizada con mole negro sobre papel para hornear, obliga a preguntarnos sobre la permanencia de los materiales; al olvidarnos de la posteridad se nos presenta una visión más fresca, cuestionadora en varios sentidos, pues son abstractos que nos desafían desde el material usado hasta las composiciones que propone.
Para obras pictóricas que buscan la tridimensionalidad real, tenemos a Morelos León Celis con Iracema I e Iracema II (2015), paneles de madera pintada con acrílico atravesado con flechas de arquería; sugerente reflexión sobre la novela brasileña Iracema del escritor brasileño José Alencar que narra la historia de un amor trágico entre un colono portugués y una indígena guaraní durante la conquista brasileña: choque de creencias y el nacimiento de naciones, producto del enfrentamiento entre culturas.
Allan Villavicencio, quien a sus treinta años ha sido acreedor a la Beca Jóvenes Creadores del Fonca en tres ocasiones, nos muestra en Sin título (2018) un abstracto muy sutil en el manejo de símbolos, colores y composiciones netamente pictóricos, sin lugar a dudas una mirada de lo mucho que tiene que decir la pintura abstracta actual.
Su ejercicio pictórico surge del encuentro fortuito con el accidente, al margen de un orden inestable, más abierto tanto a la certeza como al fracaso. Por ello, lo inconcluso, lo fracturado y el desgaste devienen en su pintura cualidades destacables, sobrepuestas a convenciones y tradiciones. Sólo así, se entiende que en Villavicencio la pintura sea estrictamente una “práctica”, es decir, un modo de crear, una intuición y una estrategia.(3)
Ulises García Ponce de León muestra en Sin título I (2015) una interesante composición a base de elípticas distribuidas en el lienzo. Toma la paleta del pintor como elemento alegórico de la pintura, para colocar dentro y fuera de cada una de ellas una serie de escenas alusivas ya sea a recuerdos o a situaciones reales; figuras con las que crea una narrativa llena de lecturas diferentes que obligan al espectador a tratar de descifrar el mensaje. Composición rígida de entrada, pero flexible a base de relacionar espacios pictóricos.
Cecilia Vázquez en Sin título (2017) propone una pintura negra con soporte recortado y cantos rojos, sencillo de describir pero con resultados estéticos muy agradables; una negación de la pintura tradicional con implicaciones en el movimiento del espectador.
Plinio Ávila presenta una esquina de la Plaza de las Tres Culturas (2018), óleo de gran formato donde el protagonista de la obra es la cuadrícula del piso; visión del pintor sobre un detalle al parecer sin importancia que pretende que el espectador entre en una especie de introspección para traer a su memoria la matanza del 2 de octubre de 1968. No intenta recrear el momento de forma burda por medio de imágenes de cientos de personas que perdieron la vida, especialmente estudiantes, sino de forma sutil para que el suceso permanezca en el recuerdo y no caiga en el olvido.
Para completar la muestra, el museo organizó el Simposio Pintura Reactiva que constó de cuatro sesiones que dieron pie al diálogo entre artistas, curadores, galeristas y público sobre las nuevas ideas sobre la pintura y lo pictórico. Sin lugar a dudas, un acento diferente en esta ambiciosa exposición y un gran acierto para acercar al público. Las sesiones se llevan a cabo en distintas sedes los días 14 de junio, 19 de julio, 16 de agosto y 6 de septiembre. Mayores informes directamente con el museo.
Edwina Moreno Guerra y María Eugenia Garmendia Carbajal son integrantes de la Academia de Arte Emergente y Nuevas Tecnologías.
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