Homenaje a Jorge Guadarrama
Posted on 18 diciembre, 2019 by cenidiap
Graciela De la Torre
Conocí a Jorge Guadarrama a principios de la década de 1980, cuando yo era directora del Museo de San Carlos. Ahí se presentaría la exposición Tesoros del Kremlin.
No sé ni como llego nos llegó esa exposición a San Carlos, pues hasta ese momento todas las muestras históricas europeas nos las “ganaba” el Museo de Arte Moderno (MAM), que dirigía Fernando Gamboa.
Tampoco supe (sino hasta hace unos meses) por que nos había llegado la indicación de Tere del Conde (mi jefa) de que debía montar Jorge Guadarrama esa exposición —en una comida en mi casa hace unos meses, Jorge confesó: hubo mano negra, pues el mismo pidió a Tere que diera la instrucción.
Ciertamente la muestra era sobresaliente pues incluía iconos, objetos de oro y plata, armas y armaduras, arneses de gala, textiles y vestidos… De su riqueza se derivaba también la complejidad del montaje y yo, que nunca había trabajado con el Mtro. Guadarrama, me quedé asombrada de su cuidado, de cómo imaginaba los resultados, de su profesionalismo perfeccionista lejos del efectivísimo de su maestro don Fernando Gamboa, pero también quedé impactada de su gentileza y bonhomía.
Más tarde, cuando fui directora del Museo Nacional de Arte (Munal) —particularmente en la década de 1990— nuestra relación profesional fue constante y, por fortuna para mí, surgió la amistad.
Con Jorge montamos exposiciones de todo tipo. Una históricas, como Salud y 30-30 con todo y su elefante y una circense carpa que Jorge ideó; o bien monográficas, como José Guadalupe Posada curada por Fausto Ramirez y en la que, como siempre lo ha hecho, Jorge supo interpretar perfectamente el discurso curatorial y asumir con éxito la nada fácil tarea de trabajar en completa sintonía con los curadores.
También con Jorge realizamos en Munal los Homenajes Nacionales siendo el caso de los dedicados a José María Velasco o a Agustin Arrieta; en el primero Jorge hizo gala del “riesgo calculado” y asumió y resolvió con creces el enorme reto de invertir los pisos del Munal a fin de que tuviesen cabida los cuadros Velasco.
No sólo era Jorge el museógrafo dedicado, continuador de la estirpe de los Guadarrama, sino un gran maestro para todo el equipo que participaba con él de las exposiciones. Su visión holística de los proyectos no sólo superaba la distribución de objetos en el espacio y el diseño de mobiliario y soportes gráficos, sino que incluía la compresión cabal de los guiones museológicos y curatoriales y hasta del material catalográfico. También —caso inusual en el medio— su trabajo museográfico podría hacer eco del programa pedagógico. Así, por ejemplo, Juegos de ingenio y agudeza fue una exposición paradigmática no solo por la impecable curaduría de Jaime Cuadriello, sino también por la propuesta de su espacio lúdico, tal vez uno de los primeros en su especie en el ámbito de los museos de arte en Mexico.
Y cuando digo que Jorge fue un gran maestro no estoy exagerado: con su escucha paciente, al compartir sin cortapisas sus conocimientos, al ser un ejemplo de tolerancia y apertura, al eludir el dispendio y el oropel… Creó una especie de escuela y modo de trabajar tanto entre el equipo del Munal y como en otros espacios museales donde participó. Hoy, que las exposiciones se conciben como “entre más cara mejor” o” entre más tecnología más sabiduría”, qué bien haría la presencia del maestro Guadarrama en el ámbito museístico mexicano.
Pero la impronta del gran Jorge Guadarrama va mucho más allá y tiene que ver con la calidad humana de su persona, su honestidad intachable, su generosidad sin cortapisas, su peculiar sentido del humor y, sobre todo, una congruencia que sólo tienen los grandes espíritus… Que hay muy pocos por estos tiempos, debo reconocerlo.
Me siento muy honrada de que hayan pensado en mí para estar esta tarde entre ustedes y rendir un justo homenaje al maestro entrañable: Jorge Guadarrama.
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