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Manuel Felguérez in memoriam

Posted on 9 junio, 2020

Irma Fuentes Mata
 
 
Al maestro Manuel Felguérez lo vi por última vez hace un par de semanas en una transmisión virtual en la que desde su casa invitaba a la gente a quedarse ante la pandemia y mostraba desde ahí sus últimas creaciones, compartía su espacio personal con los cibernautas utilizando la forma actual de comunicación que podemos usar resguardados ante la amenaza del Covid-19. Imagino que pese a las precauciones, su edad y padecimientos respiratorios agravaron su condición y perdió la batalla. Es una gran pérdida para mí, para Zacatecas, para México y para el arte.
 
 
El maestro Felguérez pertenece a una generación que vio realizados sus proyectos, sus ideas y sueños, que luchó por romper los cánones de su época y lo logró. En sus 91 años construyó con tesón un reconocimiento que no fue fácil obtener. La fuerza, entereza y templanza que caracterizó al maestro es motivadora para muchos artistas jóvenes que se plantean una visión abstracta del mundo. Con su pipa entre los labios y su voz serena y ligera, trabajó y compartió sus obras incansablemente hasta sus últimos días y con ello, su modo de ver el mundo. Algunos de sus compañeros de generación también se han ido y dejaron un gran legado artístico, permanecen entre nosotros con sus obras. El incansable artista abstracto siguió creando, explorando, viajando, difundiendo su trabajo, hasta hace unos días en que fue diagnosticado y se negó a morir fuera de casa.
 
 
La amplia bibliografía(1) que se ocupa de su vida y su obra da cuenta de su importancia para la cultura en México. Por ahora nos limitaremos a retomar algunos aspectos breves pero fundamentales en su vasto desarrollo como artista, introductor del abstraccionismo en México y sobre todo impulsor de muchas generaciones en esta actividad.
 
 
Felguérez fue escultor, pintor, muralista, grabador, formador de nuevos talentos, científico e impulsor del arte y la cultura a través del museo que lleva su nombre. Un hombre sencillo, amable, atento y accesible que ofrece a los demás su arte y conocimiento.
 
 
De origen zacatecano, nació en Valparaíso en 1928, y se educó en la Ciudad de México. Su formación como artista se inició en la escultura,(2) viajó a París a la Academia de la Grande Chaumière donde fue discípulo de Ossip Zadkine(3) y asistió al taller de Brancusi. En 1954 recibió una beca del gobierno francés para estudiar y regresó a México en 1956 junto con la pintora Lilia Carrillo, quien fuera su esposa hasta que ella murió en 1974.
 
 
Inició sus exposiciones en la galería de Antonio Souza y posteriormente con Juan Martín. Su actividad artística se reflejó en ser el principal promotor del Salón Independiente en 1968 y de la modificación de los programas de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); en ese mismo año recibió el segundo premio de pintura en la Primera Trienal de Nueva Delhi. Es reconocido como uno de los primeros pintores abstractos de México y así lo describe Juan García Ponce:
 
 

Felguérez es franca y definitivamente un pintor abstracto, o sea un pintor que no hace un arte de interpretación y proyección sentimental, sino un arte de creación, de concepción del mundo y proyección puramente estética plástica. Ha renunciado a las referencias y sus cuadros son exclusivamente composiciones que expresan la visión del mundo de su creador por medio de los materiales propios de su oficio: el color y las dos dimensiones geométricas que permite la tela.(4)

 
 
Pero no sólo pinta sobre el lienzo, su actividad como escultor lo lleva a trabajar diversos tipos de piedra, metales, cristales y distintos materiales incluso orgánicos. Hace una exploración constante con los materiales que le permite crear una forma especial de mural, ya no al fresco de la Escuela Mexicana de Pintura, sino con relieve que recuperan el sentido estético de los objetos cotidianos. Según el crítico de arte García Ponce
 
 

Felguérez ha utilizado sucesivamente y en algunas ocasiones simultáneamente chatarra, conchas de ostiones, retacería de productos industriales, residuos de materiales de construcción, vidrios, hilos de plástico. En cada mural, estos materiales conservaban su naturaleza, sus cualidades intrínsecas, pero también iban más allá de ella integrándose a un propósito formal que los obligaba a trascenderlas.(5)

 
 
En la obra pictórica de Felguérez, Juan García Ponce reconoce una exploración permanente, al principio un manejo del blanco y negro, después la fuerza del color, más tarde el peso de la forma, el retorno al lenguaje natural, los ritmos plásticos que sustituyen el peso de los volúmenes, después una creación más instintiva y emotiva, la aplicación de un orden estricto, transformación de la tensión interior y el equilibrio y la experimentación para forzar los medios expresivos. Juan García Ponce, siguiendo esa evolución, señala:
 
 

Desde los espejismos de la geometría hasta la pura densidad de la materia que crean el color y las texturas, desde el extremo rigor formal hasta la voluntad de entrega a los ciegos impulsos que configuran la particular expresividad de algunas obras, Manuel Felguérez nos demuestra que si parece alejarse de la visión que nos había entregado de su lugar como artista es sólo para regresar a ella enriquecido con los nuevos elementos que le entregó ese falso abandono.(6)

 
 
La creatividad de Felguérez no es homogénea, es diversa, cambiante; está determinada por el tiempo y las circunstancias que él eligió o le tocó vivir, no es uniforme sino que marca varios periodos de búsqueda que podemos distinguir en la obra expuesta en su museo. A mediados de la década de 1950 y finales de la de 1960 hay un estilo de pintura expresiva que cambia en la siguiente década hacia el geometrismo y el constructivismo. En la década de 1980 adquiere un lenguaje del color en su máxima expresión, que se va enriqueciendo aún más en la de 1990 con las texturas y relieves que producen los materiales que incrusta en los lienzos hasta formar verdaderos retablos tridimensionales. Después del año 2000 el color se atenúa para dar paso a mayor énfasis en la textura y el relieve.
 
 
Todos estos cambios se producen por su permanente búsqueda investigativa y de exploración que se manifestó, como él mismo señala, desde niño en los boy scouts. Su obra lleva implícita la simiente de la modernidad en la medida en que hace una profunda reflexión en la ciencia, el rigor y la exploración que fundamentan su creación. Además de las obras a las que haremos referencia más adelante, Felguérez diseñó más de veinte escenografías, murales, esculturas pequeñas y monumentales como la que se encuentra en el Espacio Escultórico de Ciudad Universitaria en la UNAM. En el museo que lleva su nombre se alberga una colección amplia de su obra pictórica y escultórica, más de sesenta y cinco obras ocupan las salas 4, 6, 7, 8, 10, 11, 12 y 13 de la primera nave del museo. En el jardín y patio interior se muestran sus esculturas. También está presente en la sala de los murales de Osaka.
 
 
Hablar de cada obra sería una tarea exhaustiva, por lo que hemos elegido agruparlas en periodos de creación y características comunes que permitan identificar un conjunto determinado; por ello, podemos comentar su obra expuesta de acuerdo a las etapas de producción.
 
 
Como hombre de su tiempo, su obra coincide con ciertos ciclos temporales que abarcan varios años de experimentación en una técnica, materiales y motivos, para iniciar posteriormente con otro ciclo de búsqueda. En las obras que se exponen, podemos apreciar la evolución del artista en diversos caminos y alternativas expresivas que recorren una trayectoria: óleos en tela y esculturas, relieves que acompañan al Retablo de los mártires (2001), obras geométricas de la década de 1970, que incluyen tres obras con el mismo motivo pero en diferente volumen, material y técnica; en los jardines y patios interiores donde se encuentran las obras de escultura en piedra, vemos un artista inquieto, explorador de técnicas y materiales.
 
 
En las primeras salas del Museo de Arte Abstracto que van desde 1959 a 1969 se encuentran sus obras como Vuelo espacial (1959), Pintura núm. X (1961), Pintura núm. VII (1961), Objetos encerrados (1965), New York (1966), La elaboración de los signos (1969). Esta primera etapa muestra en sus pinturas rasgos que aluden a cierta influencia surrealista al estilo del chileno Roberto Matta. La elaboración de los signos (1969) contiene ya los elementos que utilizará en el mural de Osaka: torsos humanos, triángulos, ondas, figuras semejantes a riñones en un fondo negro establecen una composición que propicia la reflexión. Estos cuadros coinciden en ese espacio con las obras sus grandes amigos de generación. Inicialmente con su pareja Lilia Carrillo, sus compañeros de vida y proyectos Vicente Rojo y Juan García Ponce. Los cuatro formaron los pilares de la abstracción en México.
 
 
Entre los murales que se exponen en la Sala de Osaka está el mural que preparó para la Expo 70 en Japón, lleva por título La tecnología deshumanizada víctima al hombre (1969), de 5.17 por 4.95 m, tiene un fondo oscuro sobre el que aparecen torsos femeninos mutilados que están atrapados en un ensamble geométrico en el que se distinguen figuras como rectángulos y cuadrados en tonos suaves y claros, triángulos escalenos, círculos y medios círculos como marco a un proceso de opresión, y en el interior encontramos vejigas, riñones y pequeñas manchas rojas evidencia de destrucción. Este mural es una crítica a la tecnología que tritura al ser humano.
 
 
Esta crítica a la modernidad es consecuente con la posición política que asume el artista en el sentido de su rechazo al sistema de gobierno de esa época, y ello lo expresa como intelectual y artista. Como réplica a la Olimpiada Cultural de 1968 fundó el Salón Independiente, que se mantuvo durante tres años. Felguérez también formó parte del comité de artistas e intelectuales que dirigía José Revueltas en el movimiento estudiantil del 68.
 
 
Las obras Antes del viaje (1970), Acondicionamiento (1970), El inevitable punto de partida (1970), Transferencia gris (1976) y Pintura 3 de la serie La máquina estética (1976), corresponden a su época geometrista y constructivista en la década de 1970, cuando combinó la actividad artística con la investigación científica en la Universidad Nacional Autónoma de México.
 
 
En ese periodo Felguérez se inició en los procesos de informática y cómputo, con lo que diseñó un proyecto becado en 1975 por la Fundación Guggenheim para investigar en la Universidad de Harvard, y que le permitió escribir el libro La máquina estética(7) Un riguroso cálculo matemático, decodificado en las primeras computadoras de hace treinta años, gestaron un producto artístico que se expresa con un mismo diseño en diversos materiales: en un plano, en volumen y tridimensional. Con los rudimentarios procesos informáticos de esa época, pero con una visión y proyección a futuro que hoy disfrutamos en la producción gráfica, se le reconoce como pionero en México en la gráfica digital. Algunas de las obras que se muestran en la sala 10 fueron diseñadas con este procedimiento. Ejemplo de ello son: Límite de una secuencia (1973, metal articulado y policromado), Límite de una secuencia (1973, serigrafía), Límite de una secuencia (1973, técnica mixta en relieve policromado), La energía del punto cero (1973, laca sobre tela), La energía del punto cero (1973, cobre y hierro policromado), Homenaje a Lobachebsky (1973, laca sobre tela) Signo convexo, (1973, hierro policromado), Signo convexo (1973, ensamble de madera, cartón y aluminio), Factores (1979). Muchas de estas obras son producto de un orden entre intuitivo y matemático, así lo explica Sandro Bocola:
 
 

Lo no figurativo constituye sin lugar a dudas el principal logro artístico de la modernidad. La radicalidad de esta ruptura no anda a la zaga de la que supuso la revolución técnica e industrial. El arte no figurativo demuestra con una claridad insuperable que también en el ámbito de la estética se ha iniciado una nueva época. Siguiendo el camino desbrozado por Mondrian, Malevich y Tatlin, para un número creciente de jóvenes artistas la no figuración sobre todo la de tipo geométrico, se convirtió en la única forma posible de configurar y expresar la concepción que tenían de sí mismos y del mundo.(8)

 
 
A nuestro país estas ideas llegaron muchos años después y sirvieron en su momento a Felguérez y a otros artistas para lanzar sus propuestas personales. Sobre artistas como Federico Silva, Sebastián, Mathias Goeritz, Helen Escobedo, entre ellos, Manuel Felguérez, que se expresaron por vía del geometrismo, se comenta en el catálogo de la exposición de 1986:
 
 

Aunque se ha tomado como un movimiento, los geometristas nacieron del interés individual y a menudo de premisas diversas. Algunos buscaron una significación simbólica y “universal” a través de la armonía de líneas, círculos y triángulos y cuadrados; otros, la existencia de patrones matemáticos; algunos más, la coincidencia de la tecnología y arte o todo lo anterior […] Esto llevará a que algunos artistas se involucren en algunos aspectos del geometrismo, desde el uso de la computadora hasta la fabricación de grandes y pequeños grupos escultóricos sobre módulos matemáticos, o bien hasta el empleo de una geometría orgánica que interrelaciona en un solo cuerpo todos los elementos geométricos.(9)

 
 
En la sala 7 están la mayoría de las obras realizadas en la década de 1980, cuando abandonó el geometrismo para dar lugar a obras como Mundos bajo el cristal (1987), Esquina de Tacuba (1986), El origen y las huella (1983), Al habitar tu huella (1986), Animal sagrado (1984), Laguna de Estigia (1987), Vértice de un cuerpo (1985), El caracol de sombra (1985), Caracol sin luna (1992) y Viento de ceniza (1989).
 
 
En el caso de Felguérez, los títulos de sus obras son importantes. Como afirma Alberto Ruy Sánchez: “Es interesante que en su obra los títulos siempre son altamente significativos: forman parte de la misma composición global, sistemática, generativa”.(10) Los títulos de este periodo aluden a un estilo de mayor biomorfismo: animales, caracoles, cuerpos y vejigas, son gestos que revelan una estética centrada en lo vital y ya no en la máquina, pero conserva elementos geométricos que están presentes desde una década anterior: los medios círculos, el triángulo, el cuadrado, la pareja de círculos gemelos; prevalecen los colores de la tierra, sepias, ocres, cobrizos y marrones que aluden a la tierra roja zacatecana, y a la textura de los minerales. El contraste de texturas de matices y de materiales se va enriqueciendo. Respecto a las obras de los años ochenta, Juan García Ponce comentó:
 
 

Cualquier intento de descripción está descartado, estos cuadros no representan más que a sí mismos, en esta pura representación de sí mismos está encerrada toda la capacidad de representación de la pintura[…] Los motivos por lo que es espléndida ya han sido enumerados antes: recurriendo a la densidad de sus formas, a la multiplicidad de sus colores, a la riqueza de sus planos, al rápido trazo de sus grafías, Manuel Felguérez ha ido construyendo esa obra múltiple y una.(11)

 
 
De sus obras de la década de 1990 encontramos en la sala 8: Pronto la noche llega (1992), De una sombra 1 (1993), Coatlicue 1 (1994), El compás roto (1996), Políptico de Venecia (1986), Sólo responde el aire (1994), Encima de la noche (1995) y La voz inmóvil (1996). En la sala 9 se encuentran Levitación (1998), Desde su dorado sueño (1996), Sombra sumergida (1997) y Objetos en lucha (bronce, 1995).
 
 
Aunque parece arbitrario el corte temporal, en esta década se aprecia una pintura con menos elementos geométricos, más suelta, más expresiva, con mayores chorreados y texturas enriquecidas con toques dorados y azules. En algunos casos, las formas son mayormente transfiguradas, texturas más densas.
 
 
En 4 sala 11 está El tercer sueño (1996). En la sala 12 se expone El Arco del día (escultura en bronce, 1995), obra única en esa sala que parece hecha ex profeso para ocupar el recinto que la alberga, haciendo contraste entre el material accidentado de la piedra en el espacio que la resguarda y el bronce pulido. En la sala 13 están Sentimientos del tiempo (1996), Cuerpo sin penumbra (1995), De las aturdidas rocas (1997), De la serie isla de San Luis (1981), Diálogo perdido (1998), Marmórea espuma (1995), Marea blanca (1996), Escultura en vidrio (latón y vidrio, 1989) y El retablo de los mártires (2001), esta última en tonos grises, tenues, pero con una fuerza expresiva marcada por la textura de los materiales que sobresalen del lienzo: cuerdas, alambres mantas con un reticulado especial le dan un énfasis al tratamiento de los materiales; sus rasgos o trazos mantienen unidad con otras obras de la década de 1990, pero se destaca un trabajo vinculado al estilo de mural en el que experimenta con la tela.
 
 
Su obra escultórica del patio interior es Mujer de Saliagos (1996), Siros (1996), Ermitaño (1996), Lieder (1996) y Búho (1996). Estas esculturas tienen una ligera afinidad con las del británico Henry Moore, pero al ver el trabajo de Felguérez se percibe una estrecha relación de las formas entre el plano pictórico y el espacio tridimensional.
 
 
Mariana Frenk-Whesteim, a propósito del homenaje de Cataluña a México, comenta sobre Manuel Felguérez:
 
 

Él escogió el arte. Pero ese espíritu suyo, que es el de un hombre de ciencia, le ha ayudado en sus investigaciones estéticas y lo ha guiado en su camino de artista. Y en sus obras una vez concebido en su imaginación el proyecto artístico, no se encuentra nada que no haya pasado por el filtro de su intelecto. En su arte —de ambos géneros— ha oscilado siempre entre lo geometrizante y constructivista por una parte, y lo lírico y emotivo por otra. La historia en ese alternar de los dos polos es su trayectoria de artista.
 

Manuel Felguérez ha llegado al fin a la feliz conciliación de lo estructural y lo emotivo y sensual: de lo matemático y lo lírico. ¿Seguirá por ese camino? Es un espíritu inquieto, un gran experimentador(12)

 
 
En la última sala permanente del museo que lleva su nombre en la ciudad de Zacatecas encontramos una serie de fotografías, carteles, libros, maquetas y referencias a su vida artística y académica. Incluso la maqueta del retablo dorado de 1991, un proyecto para ocupar el ex templo de San Agustín que nunca se concretó.
 
 
En cuanto a su obra pública, realizó más de cuarenta y cinco murales y esculturas urbanas en México, Colombia, Estados Unidos y Corea del Sur. En 1993 fue designado creador emérito por el Sistema Nacional de Creadores de Arte.
 
 
La última etapa de trabajo de Manuel Felguérez es tan diversa como su trayectoria: trabajaba con manchas, con tintas, con óleos, intervenía fotografía, continuaba proyectando esculturas, estaba presente en exposiciones y homenajes. Continuaba explorando incesantemente y compartía sus miradas con nuevos artistas. Sus últimos años y días los pasó en compañía de Mercedes Oteyza, quien impulsó la producción y difusión de su obra así como la creación del Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez.
 
 
Podemos hacer una larga y detallada narración de su trayectoria, el legado está ahí en las esculturas públicas en las principales avenidas de México, en los murales, en el museo, en las galerías que cotizan alto su obra, en las paredes, jardines y plazas de los centros culturales, artísticos y universitarios. Felguérez está presente en el ambiente como su voz un susurro permanente que llena visualmente los espacios. Vivirá por siempre en mi recuerdo y en el recuerdo de quienes apreciamos el arte abstracto en México y el mundo.
 
 
 

El maestro Manuel Felguérez e Irma Fuentes durante la entrevista pública en el Museo de Arte Abstracto, Zacatecas, marzo de 2004. Foto: Paulina Parga.


 
 
 
 
Notas
 


[1] Más de cincuenta libros sobre su vida y obra, tres libros y veintiocho textos escritos por él mismo, y más de treinta artículos en periódicos y revistas. Las referencias pueden encontrarse en el texto de Juan García Ponce, Manuel Felguérez, México, El Equilibrista, 1992.

 

[2] Sus biografías señalan que en 1948 ingresó en la Academia de San Carlos de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, UNAM, y en 1951 a la Escuela Nacional de Escultura, Pintura y Grabado La Esmeralda del INBA. Manuel Felguérez afirma que su verdadera formación la adquirió en Europa. Comunicación personal con la autora.

 

[3] Ossip Zadkine (1890-1967), escultor, cubista, formado en Londres y París, uno de los artistas modernos con mayor conocimiento; autor de La ciudad destruida de Rotterdam.

 

[4] Juan García Ponce, Manuel Felguérez, op. cit., p. 11.

 

[5] Ibidem, p. 15.

 

[6] Juan García Ponce, Las huellas de la voz imágenes plásticas, vol. 1, México, Joaquín Mortiz/Planeta, 2000, p. 59.

 

[7] Manuel Felguérez y Mayer Sasson, La máquina estética, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1983.

 

[8] Sandro Bocola, El arte de la modernidad. Estructura dinámica de su evolución de Goya a Beuys, Barcelona, Ediciones del Serbal, 1999, p. 343.

 

[9] “Los geometristas”, Catálogo del Palacio de Minería, México, Universidad Nacional Autónoma de México, octubre de 1986.

 

[10] Alberto Ruy Sánchez, “Un triángulo perfecto: arte, artista y ciudad”, en Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez, Madrid, Artes de México, Turner, Conaculta, INBA, IZC Ramón López Velarde”, 2002, pp. 50-51.

 

[11] Juan García Ponce, “Nuevas obras de Manuel Felguérez”, Vuelta, núm.150, Ciudad de México, mayo de 1989, citado en M. Pia Subias (coord.), A México. Homenaje de Cataluña a México, Barcelona, América-Catalunya, Museo de Monterrey, Museo del Estado de Nuevo León, Generalitat de Catalunya, p. 69.

 

[12] Mariana Frenk-Westheim, en A México. Homenaje, op. cit., pp. 35-36.

 
 
 
 
 

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