Vlady y el malestar en la cultura
Posted on 7 julio, 2020 by cenidiap
Araceli Ramírez Santos / Centro Vlady – UACM
Creo haber agradecido al destino haber sido desde mi niñez colocado fuera de las mayorías. Esto me habituó a un inconformismo en mi propio trabajo, a una inquietud zozobrante —porque nadie elige la inestabilidad deliberadamente—. Primero fui un niño ruso en Alemania y Austria; pronto [fui] consciente de la clandestinidad revolucionaria de mi familia, luego niño occidental […] en mi ciudad natal, Leningrado, luego hijo de […] perseguido […] —en el exilio, después ruso en Europa, no trotskista entre trotskistas, luego europeo entre hispánicos americanos.
Vladimir Kibalchich Rusakov, Petrogrado (1920)-México (2005), Cuaderno 121, acervo del Centro Vlady, Ciudad de México.
Con el pincel en la mano y sus recuerdos siempre presentes, Vlady enfrenta sus fantasmas, dibuja, pinta, escribe en sus cuadernos, experimenta e investiga sobre la materialidad de los colores, la técnica; la pintura es su refugio, su horizonte y el sentido de su vida. El artista proviene de una familia de revolucionarios que enfrentaron la persecución política, el confinamiento y el exilio. Hijo del escritor Victor Serge y de Liuba Rusakova, compartió con sus padres la suerte de varios destierros; primero a Oremburgo, más tarde a Francia, en donde su madre debió ser internada en un psiquiátrico en Aix-en-Provence, y finalmente, junto a su padre llega a México en 1941.
El pintor deja como legado una vasta obra que se caracteriza por sus vibrantes formas y colores, así como contenidos colmados de alegorías, símbolos e iconografías personales que fue creando y dotando de sentidos a lo largo de su vida. Crea como consecuencia de su propia historia; por medio de su obra emprende un viaje hacia el interior de su ser, de su angustia, en búsqueda del origen, de algo desconocido, innombrado. Con el arte como asidero, se abisma para materializar sus creaciones.
Vlady fue un hombre culto que vertió en su producción pictórica gran parte de sus preocupaciones sobre la condición humana, las revoluciones sociales, el poder y la violencia, la locura y la muerte. Fue lector incansable de temas relacionadas con la historia, la política, la filosofía, la literatura y el psicoanálisis. En la biblioteca de Vlady se encuentran las obras completas de Sigmund Freud y otros textos sobre psicoanálisis; al recorrer las páginas de estos libros se advierte el vivo interés que el pintor tuvo por esta disciplina.
Las tendencia autodestructivas de la humanidad, la guerra y la violencia son los temas sobre los que Freud escribió durante las últimas décadas de su vida, legando importantes textos que siguen vigentes hasta nuestros días.
El Malestar en la cultura, uno de sus libros canónicos, publicado en 1930, alude a la condición del hombre en la cultura y su inevitable insatisfacción, ocasionada por el antagonismo existente entre las exigencias pulsionales y las exigencias socialmente admitidas. Ahí ofrece una larga explicación sobre el origen de la actividad cultural humana y el necesario control de la satisfacción pulsional, en particular las pulsiones agresivas, que se encuentran en una lucha permanente con su contraparte, las pulsiones eróticas, que representan el impulso de la vida, y que operan por medio de identificaciones y vínculos amorosos aceptados socialmente; con el inconveniente de ocasionar frustraciones que encuentran su salida en los síntomas, salvo una afortunada excepción, la sublimación, que posibilita la creación artística y la ciencia.
El malestar en la cultura es un tema recurrente en la obra de Vlady, más allá de la teoría freudiana. Son las vivencias del pintor las que contienen y le dan forma a ese malestar del que fue testigo y padeció sus consecuencias. La guerra, las revoluciones fallidas, la locura, la orfandad, el miedo, los horrores de la violencia del poder son materia que sustentan parte de la producción artística del pintor, el abismo en que se sumerge y se vuelve materia de su creación, que trasciende en representaciones que desbordan lo personal y se convierten en una historia universal de todos los tiempos.
La importancia que tuvo el psicoanálisis para Vlady fue tal que dedicó un importante espacio de su mural Las revoluciones y los elementos, en la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, a representar su interpretación de la teoría de la sexualidad, las pulsiones de vida y de muerte, la instauración de la ley como elemento fundante de la cultura, así como su visión del amor y la traición, la locura, la vida y la muerte. A este espacio lo llamó la “Capilla freudiana”.
“Lo primero que pinté fue la capilla lateral […]. Allí quise hacer un trabajo íntimo, personal. Decidí pintar a Freud y la revolución sexual. Naturalmente lo hice de una manera que algunos definirán blasfema […] Yo lo viví como una suerte de psicoanálisis salvaje […]. El psicoanálisis me enseñó a lidiar con mi locura. Todos tenemos algo de locura, pero yo la asumí gracias a los murales”. Entrevista con José de la Colina y Eduardo Lizalde.(1)
Dedicó el muro central de la capilla a personajes asociados al origen en distintas culturas, así, encontramos a Quetzalcóatl, a Moisés y la religión monoteísta —título que alude a la obra freudiana del mismo nombre—, a Edipo sentado sobre una silla con cuerpo de una mujer —Yocasta—. También pinta a un Marx azul, y a Freud con la cabeza en forma de martillo, saliendo del abismo.
En el muro sur se encuentran alusiones a las etapas del desarrollo sexual infantil; el muro norte tiene que ver con el erotismo en la vida adulta y sus fantasmas; en el último panel de este muro se encuentra Tótem y tabú, el título, evidentemente, se refiere al libro de Freud sobre el origen de la cultura y los valores instituidos en la sociedad en relación a la sexualidad. En el centro del panel representa los Circuitos de la libido, su manifestación dinámica en la vida psíquica identificada con Eros, como principio fundamental de las pulsiones de vida en oposición a las pulsiones de muerte.
Por último, el muro oriente, donde se ubica la entrada al recinto, al lado derecho de la puerta, se encuentra La mujer inventando un hombre nuevo, en donde el hombre emerge de la cabeza de una mujer; a la izquierda representó un pie gigante, sobre el cual dos amantes se apuñalan en un Abrazo mortal. En el arco superior, La pareja se abraza formando un infinito, como si se tratara de la esperanza de la perduración del amor.
En relación con el tema de la violencia, Vlady realizó importantes obras de caballete. Una de ellas es Violencias fraternas, un lienzo en gran formato pintado al temple y óleo; es una poderosa representación de la violencia entre iguales que blanden su espada cuerpo a cuerpo; en la parte superior se puede ver a otros personajes pendiendo del vacío y que utilizan un revólver para exterminar al próximo, al prójimo. Un retrato de la sociedad en decadencia, imagen tan profundamente humana, tan cercana.
Otra obra de gran interés, que evoca la violencia ejercida desde el poder, es La escuela de los verdugos, lienzo que Vlady empezó a pintar desde 1947 y siguió interviniendo una y otra vez hasta sus últimos días; escenifica una sesión de capacitación entre verdugos hitlerianos y estalinianos que intercambian sus técnicas de tortura. Creación imposible de concluir, ligada a la historia propia y de la humanidad, que representa actos tan atroces como trágicamente universales.
Para el psicoanálisis, frente al vacío emerge el acto creador, ante la insistencia de la materialidad sometida a la destrucción se produce la obra artística, que surge del abismo y se conforma desde el umbral mismo de la pérdida, y por medio de la sublimación crea para dar sentido a una verdad. Es una posibilidad que la civilización nos ofrece: la posibilidad de algo distinto a los síntomas de nuestro malestar. De allí que exista un vínculo entre la experiencia analítica y la experiencia estética. De todo esto da cuenta la asombrosa obra de Vlady.
La creación está vinculada al resarcimiento de algo, a la búsqueda del objeto perdido, a la paradójica reparación de lo irremisible y a la comprobación de lo irreparable de la pérdida, recordándonos siempre los demonios que nos habitan.
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