Un valioso acercamiento a la obra plástica de Raúl Herrera Rodríguez
Posted on 4 octubre, 2021 by cenidiap
Carlos-Blas Galindo
En abril de este 2021 se terminó de imprimir, por parte de Juan Pablos Editor en su propia imprenta, el libro Raúl Herrera. Movimiento y creación. Obra pictórica, del cual es editora Sol Álvarez Sánchez (1969). Se trata de un volumen en el que se antologan un par de textos de presentación para catálogos de exposiciones de Raúl Herrera Rodríguez (1941) así como −algunas críticas a su obra plástica (firmados por Juan García Ponce y Jorge Alberto Manrique), material que este artista resguarda en su archivo; un poema de María Rosa Astorga alusivo a la relación de pareja entre ella y Herrera, tres escritos que fueron encomendados de manera expresa por Álvarez para este volumen: el prólogo −elucidación contundente de Alberto Híjar Serrano−, un texto relativo a la producción gráfica de Raúl Herrera (no obstante que en el subtítulo del libro se anticipa que en éste se aborda exclusivamente su pintura, en la cuarta de forros se hace la aclaración al respecto) escrito por Fernando Alba y una rica disertación sobre la obra de Herrera, de la autoría de Rafael Segovia.
Sol Álvarez, por su parte, incluye en el libro un artículo que, acerca de una serie dibujística y gráfica de Raúl Herrera ella había publicado en 2018, asimismo el ensayo central de este volumen, intitulado “Movimiento y creación” −del cual proviene el título de la publicación y está resuelto, como la misma Álvarez lo menciona, con base en la metodología de ensayos breves concatenados−, título que proviene de lo argumentado por ella en el primer párrafo de la página 40 del libro, y también incorpora una “Nota de autor” (que bien pudo haber sido de autora o más bien de editora, pues en los créditos correspondientes así se considera ella misma). Por supuesto que en este volumen se reproducen varias obras plásticas de Raúl Herrera.
La idea generadora que culmina con la publicación de Raúl Herrera. Movimiento y creación. Obra pictórica, le corresponde a Sol Álvarez Sánchez, quien vivió y trabajó en la capital del estado de Oaxaca entre 2011 y 2016, ciudad en la que Herrera radica y produce desde 1993, y donde ella se acercó al artista, a su pensamiento y a sus procedimientos productivos. Con el presente libro −el primero que se le dedica a la obra de este autor− se comprueba que la elevada importancia que, para el impulso al desarrollo de la cultura artística (no solo la mexicana) tiene la obra de Raúl Herrera, radica en su militancia neovanguardista heterodoxa. Esto es, en el libérrimo empleo que hace de recursos estilísticos provenientes de los informalismos y de la nueva figuración, básicamente, pero sin adscribirse a ninguno de los movimientos artísticos de las neovanguardias. Cuando en 1992 Herrera expuso de manera individual en la Casa de la Cultura México-Japón, en la capital mexicana −institución de la que entonces era director el recordado amigo Salvador Toussaint−, publiqué un texto crítico en la sección Cultura del periódico El Financiero, en el que resalté la capacidad de este artista para incorporar, a su acervo técnico, componentes provenientes de los informalismos gestual, sígnico, espacial, matérico y lírico, y para combinarlos muy acertadamente. Esta hazaña estilística de Raúl, si bien constituyó un aporte cultural sin precedentes para la historia del arte; es decir, un auténtico hito, a la vez discrepó de manera frontal con la práctica neovanguardista que superó al purismo de lenguaje que enarbolaron los vanguardistas de la primera mitad del siglo XX, para exacerbarlo hasta llegar a una intransigencia en cuanto a lo específico de cada léxico en las artes.
Como mencioné líneas arriba, en Raúl Herrera. Movimiento y creación. Obra pictórica, Sol Álvarez reúne varios textos publicados anteriormente sobre la producción de este autor. Entre dicha selección sobresalen, por la brillantez intelectual con la que fueron escritos, los de Jorge Alberto Manrique, quien además cultivó una espléndida amistad con Herrera. Recuerdo haber escuchado de ambos la jocosa anécdota siguiente: En 1964 ellos coincidieron como estudiantes en Roma y decidieron participar en un certamen de pintura convocado por la ciudad medieval de Gubbio (Perugia, Umbría), en la que su paisaje y arquitectura debían ser representados. La premiación coincidía con la llamada “Fiesta de los locos” local −en esa ciudad es posible conseguir un certificado de locura luego de dar tres vueltas a la fuente del Bargello. Sin ser un artista profesional sino un estudiante de historia del arte y un espléndido cultivador del dibujo, Manrique concursó con una obra mimética a lápiz, acuarelada, en tanto que Herrera, artista profesional ya para aquella fecha, envió una versión abstrayente del castillo de Gubbio, en el que se advertían reminiscencias formales cubistas. Presentes en la la sede del concurso a fin de conocer el fallo, para su sorpresa constataron que la pieza de Manrique fue seleccionada para ser expuesta y además fue galardonada con una mención de honor, en tanto que la de Herrera fue rechazada. Los dos, acompañados por un artista sudamericano y el hijo de él, que en aquel año tenía 10 de edad, recorrieron la ciudad y luego cenaron en el castillo un menú medieval, a la vez que presenciaron una demostración de tiro de ballesta, escucharon música de la Edad Media y participaron en el baile festivo.
En el decenio de los 90 viajé con frecuencia a Oaxaca. Dado que en 1991 fungí como consultor para la colectiva El hechizo de Oaxaca que se exhibió en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey y en el Museo del Palacio de Bellas Artes de la capital de México, me trasladé a ese estado en varias ocasiones. En aquella década participé asimismo en mesas de debate en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (en muchas de ellas, invitado por el entrañable Robert Valerio para dialogar con él y con Raúl Herrera) y también fui conferenciante. Además, en no pocas ocasiones acudí por cuenta propia a los actos inaugurales de exposiciones artísticas, con la finalidad de escribir para El Financiero al respecto. Invariablemente, cada vez que estuve en tierras oaxaqueñas me reuní con Raúl Herrera. Cuando, entre 1999 y 2002 viví en la ciudad de Oaxaca, intensifiqué mi vínculo amistoso con Raúl. A partir de 2000 y hasta mi regreso a la capital del país fui vecino suyo y de María Rosa Astorga en La casa del árbol, propiedad de la familia Chagoya.
La publicación de Raúl Herrera. Movimiento y creación. Obra pictórica, por Juan Pablos Editor, constituye un gran acierto, dada la relevancia con la que cuenta la obra de Raúl Herrera Rodríguez para la cultura artística. Felicitaciones a Blanca Sánchez, quien encabeza esa casa editorial independiente y heroica, así como al equipo que labora con ella por haber publicado este valioso acercamiento a la obra plástica de Raúl Herrera. El formato de este volumen, de 26 por 20.4 cm resulta muy acertado. La caja y la tipografía invitan a la lectura. La portada, que se debe a Daniel Domínguez Michael, es por demás equilibrada (¡bien por la viñeta a partir de los pájaros herrerianos!). Mi reconocimiento a Sol Álvarez Sánchez por su trabajo como editora y por los textos de su autoría que incluye en este libro. Herrera cuenta con página web y con presencia tanto en Facebook como en Instagram, donde es factible apreciar más obras suyas. La distribución de Raúl Herrera. Movimiento y creación. Obra pictórica y del resto del catálogo de Juan Pablos la realiza Tinta Roja <www.tintaroja.com.mx>. El precio de este libro es de $150.00 pesos mexicanos.
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