Notas al margen. Breves apuntes sobre la 11ª Bienal de Cerámica Utilitaria Contemporánea
Posted on 4 enero, 2024 by cenidiap
Ana María Rodríguez
Leticia Torres
El pasado 9 de noviembre de 2023 asistimos a la ceremonia de inauguración, premiación y muestra de las obras seleccionadas de la XI Bienal de Cerámica Utilitaria Contemporánea, en la Galería de Arte Contemporáneo de Xalapa, Veracruz organizada y promovida por el Instituto Veracruzano de Cultura, donde ceramistas desde lo manual, lo técnico, lo subjetivo e intelectual, se han hermanado para convivir e intercambiar su pasión por el barro. Un conjunto de renovadas sorpresas acontecieron durante el evento, aunque ya es una característica de este certamen.
La Bienal Cerámica Utilitaria nació en 2003 en el Museo Franz Mayer y después de ocho certámenes fue clausurada en el 2018. Sin embargo, el Instituto Veracruzano de Cultura (IVEC) asumió la aventura de darle continuidad a esta empresa, rápidamente y sin romper el ritmo bianual. Así, en 2019 se convocó a la 9ª edición de la que, desde entonces, adoptó el nombre de Bienal de Cerámica Utilitaria Contemporánea.
En 2023 se festejó la undécima edición que contó con dos categorías: “Obra utilitaria libre” y “Temática 2023: botellas”. Asimismo, la empresa, Ánfora, aportó fondos para las dos categorías y se comprometió a producir en serie la obra ganadora de “botellas”, en un máximo de diez unidades.
Participaron 217 ceramistas de 19 estados de la República con un total de 471 piezas, de las cuales 347 se inscribieron en la categoría “obra utilitaria libre” y 124 en “botellas”. Se preseleccionaron 87 obras y fueron 78 las elegidas para su exhibición; en cuanto a la categoría “botellas” se expusieron solamente 20.
El criterio de selección consistió en la evaluación de la creatividad, diseño de la propuesta, dominio de la técnica y calidad. El jurado estuvo integrado por Federika Whitfeld, ceramista de la ciudad de México; Abel Zavala, ceramista xalapeño y Saúl García, diseñador industrial y director de Ánfora Estudio.
El primer premio en la categoría “Obra utilitaria libre” lo recibió el ceramista chiapaneco Jerónimo Morquecho, quien ha destacado en varias bienales y concursos de cerámica por su gran calidad y pureza en el diseño. Entre los premios y reconocimientos que ha obtenido, se encuentran el primer lugar en la categoría Cerámica Contemporánea del Premio Nacional de Cerámica, Tlaquepaque Jalisco, de los años 2013, 2017, 2021, 2023 y el segundo lugar en el año 2014. En la quinta edición de la Bienal obtuvo el tercer lugar y el primero en la 8ª Bienal de Cerámica Utilitaria del Museo Franz Mayer, Ciudad de México, por mencionar algunos.
Para la XI Bienal, Morquecho realizó una pieza titulada Coatlicue, una enorme vasija de perfecta forma cilíndrica y utilizó transferencia de imagen, proceso muy conocido por los ceramistas, y que le ha dado a sus obras un sello muy personal. Probablemente aplicó una fotocopia hecha en toner para transferir el boceto que diseñó con anterioridad por computadora, logrando un aspecto de radiografía.
El filo del artefacto está perfectamente delineado por un color rojo que continúa hacia su interior cubriendo aproximadamente una tercera parte de la pared, el resto sigue el patrón blancuzco del fondo de la imagen. Resulta admirable el manejo y la perfección de la técnica y quizá sea por ello que la pieza se incline más hacia el diseño que a lo artístico. Su propuesta condensa símbolos que remiten a la efigie de la “diosa de la falda de serpientes”, madre de Huitzilopochtli.
Un premio más fue otorgado al oaxaqueño Vicente Juan Hernández Santiago, por su obra Alambique ambidiestro. Al igual que su colega, ha sido merecedor de múltiples premios en diversos concursos. En la séptima y décima obtuvo el primer en la Bienal de Cerámica Utilitaria y tercer lugar en su onceava emisión, varios primeros lugares en los certámenes de Metepec Estado de México, Tonalá y Tlaquepaque en Jalisco y el segundo lugar en el Foro Nacional de Grandes Maestros y Maestras de Arte Popular de Oaxaca, entre otros.
La obra de Hernández no deja de sorprendernos por el equilibrio y el diálogo que existen entre las formas tradicionales de las piezas y su delicado y meticuloso decorado. Varios de sus trabajos se distinguen por contener características del arte popular con creativos diseños decorativos geométricos que le otorgan a sus objetos notoria sensualidad, líneas que se pasean por la superficie cerámica dejando surcos en su andar que se visten de colores. Las vasijas que ha torneado en barro Donaj Oaxaca (ollas, jarros, botellas, cuencos, tazas, entre otros.), las moldea y las transforma, les da un aspecto renovador.
Alambique ambidiestro, es una olla a la cual Vicente Hernández cambió su aspecto. Se trata de un cántaro regordete con dos asas o ductos que sirven tanto para sostenerla como para verter el agua. El remate de la pieza es la ya legendaria boca cilíndrica, característica de estos botellones. La decoración son líneas onduladas que recorren el cuello de la boquilla y parte del cuerpo de la olla, simulando un baile serpentino que crea efectos ópticos.
El diseñador de la Ciudad de México Alejandro Cárdenas obtuvo el premio por la obra Temapache. Es una pieza de buena factura y diseño moderno, una jarra exprimidora de cítricos sin ninguna decoración excepto los dos colores que la cubren: rojo para la vasija y amarillo para el exprimidor. El artefacto es un claro ejemplo del trabajo del diseñador industrial en cerámica, trabajo que incluye diseño, estética y utilidad.
La Mención Honorífica fue para la pieza Tlatelolco de Juan Mario Juárez, originario del Estado de México. Lo interesante de esta pieza es la tecnología empleada para su ejecución, tecnología utilizada por otros ceramistas participantes de la bienal. Se trata de un objeto proyectado en computadora y moldeado por una impresora 3D, el resto del proceso es el tradicional. El resultado es una torre de color blanco que remite a los edificios de Tlatelolco, no obstante la analogía sugerida por Juan Juárez, el objeto es un tanto frío y simple.
La obra del artista Nicolás Ramírez, comparte un formato similar con la pieza de Juárez. Sin embargo, la de Ramírez logra un alto nivel estético con la aplicación de un color azul plomo a partir de un juego de formas geométricas equilibradas y ordenadas sobre la superficie plana que la compone, además de resaltar la voluminosidad geométrica. Asimismo, el matiz de tonalidades más oscuras en algunas partes logra una danza visual de luces y sombras.
Como otro ejemplo de la tecnología 3D es la obra titulada Coexistir. Se trata de 17 tarros pequeños con diversas formas geométricas irregulares que al unirlas conforman un cubo. De esta pieza llama la atención tanto la construcción del prisma a partir de elementos de formas diversas, como la textura impresa en los objetos lograda por muy finas estrías horizontales que le da carácter al conjunto. Cabría preguntar, ¿si se lograría el mismo efecto visual de la trama y la exactitud en el engranaje de los componentes sin la ayuda de la computadora? Por lo demás consideramos que esta novedosa técnica enriquece al mundo de la cerámica utilitaria y más aún si se piensa en su producción en serie.
Las bienales se han caracterizado por la creatividad y el sentido del humor y en esta ocasión no ha faltado ni en algunas obras ni en diversos títulos como: Lágrimas para sanar (por mi, por ti, por todas), Ahogando penas, Perra con chichitas, Maldito borracho, Como es adentro es afuera, Ouija para contactar a lxs alfarerxs muertxs, No me olvides…
En la exposición pudimos observar un cangrejo alhajero, lámpara abejorro con cara de muñeco, jarra canope con forma de perro, tazas flamingo con piernas humanas, mazorcas tequileras, tetera mantarraya, botaneros bichos, lámpara de gas, vasos tequileros grafiteados entre otros. También pudimos apreciar obras de excelente factura y estéticamente muy llamativas como la urna titulada No me olvides, la cual por su diseño orgánico y las texturas que le imprimió la autora la convierten en un objeto bello.
Esta onceava edición se caracterizó por la buena calidad técnica de las piezas, no así por novedosas propuestas en el diseño ni por cualidades estéticas ni expresión artística, esto no significa que existan entre las obras elegidas algunas que contengan estas características. Tampoco estuvo marcada por la variedad, los objetos en su mayoría son lámparas, cuencos, floreros, vasos, tarros y juegos de café.
Algo que se ha notado es la presencia de los distintos sectores que trabajan con el barro; se pueden observar desde donde se acercan a la cerámica los diseñadores, los ceramistas de estudio, los alfareros de la tradición, los artista visuales enriqueciendo con sus propuestas y visiones el mundo de la arcilla. Sin embargo, también le quita fuerza a la bienal, quizá sería necesario, como fue en la primera, retornar a dos categorías: pieza única y pieza para la producción en serie, además de una tercera temática: sería bueno que se discutiera.
En la categoría “Botellas” el premio único se le otorgó a la ceramista veracruzana Perla Camacho por su pieza «Retoño de agave» y la mención honorífica fue para la triada Hilo de luz y sombra de Roberto Cervantes y Nancy Gutiérrez de la Ciudad de México. La definición botella para efectos de la bienal como se anuncia en la convocatoria fue: “recipiente para contener líquidos con cuello largo y estrecho”, aún cuando la definición se apega a la del diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, es una limitante para la creatividad, afortunadamente varias de las obras seleccionadas o son puro cuello largo y estrecho o forma parte del mismo cuerpo o nunca se les desarrolló.
La botella ganadora es una delicada pieza que nos remite al brote del maguey. Tanto por el color azulado de la obra, propio de la planta, como los borde de sus hojas con espina matizadas en color obscuro, casi negro, le imprime un toque de realismo. La dificultad será ahora para la empresa Ánfora que se comprometió a realizar la producción en serie de diez unidades, esperemos el resultado para poder apreciar la diferencia de pieza única o en serie. ¡Buen experimento!, la mención honorífica es una triada de refinado diseño y acabado. Los autores seguramente usaron para la decoración de la pieza la transferencia de imagen, al igual que Jerónimo Morquecho, a manera de negativo.
Las 20 botellas seleccionadas, podríamos afirmar, son la resonancia en pequeño de la exhibición de obra utilitaria libre: hay de todo un poco: diseño, tradición, arte, técnica, pero también simplicidad y ausencia de estética. Entre ellas podemos apreciar algunas muy creativas como las tituladas Un perro raro, Hacia un nuevo escenario natural o Ritual ancestral maíz, en esta última su autor mezcla la tradición del barro negro, el bruñido y el motivo decorativo con el diseño contemporáneo.
A veinte años de la primera Bienal se observan cambios y avances en el desarrollo de la cerámica utilitaria de México. Hay un genuino interés por parte de los ceramistas de la tradición en la experimentación, mezcla e invención de nuevos diseños y técnicas que han puesto en jaque mate al concepto de arte popular -hay que discutir el término-.
En cada edición aumenta la presencia de diseñadores industriales, artistas visuales y jóvenes creadores y aún cuando cambió de sede, Xalapa al igual que el Museo Franz Mayer, en su época, se han vestido de fiesta para el disfrute de este evento. Quizá esta 11ª Bienal sea la última puesto que entramos en una etapa de elecciones y para 2024 el estado de Veracruz como otros inaugurarán nuevos gobernadores, nuestro país es de sexenios no de proyectos a largo plazo. Seguramente se hará la lucha por mantenerla pues Veracruz es un Estado de barro, aire y fuego; de creatividad y destreza, de nobleza y de intercambio al igual que la Bienal de Cerámica Utilitaria Contemporánea.
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