Arqueologías, de Eloy Tarcisio,
Posted on 26 enero, 2024 by cenidiap
Carlos-Blas Galindo
Arqueologías, exposición individual de Eloy Tarcisio y curada por Adriana Sandoval, se presentó en el Museo de la Ciudad de México del sábado 15 de julio hasta el domingo 12 de noviembre de 2023o. Dicha muestra estuvo integrada con obras que el artista ha realizado desde los años ochenta del siglo anterior -más una de los setenta-, además de piezas noventeras y trabajos elaborados en la actual centuria.
Los textos de sala fueron elaborados por mis colegas Gloria Hernández Jiménez y Jorge Reynoso Pohlenz. En el marco de la muestra, también se organizó un conversatorio en el que participamos Gloria, Jorge y quien escribe estas líneas, realizado el sábado 11 de noviembre. El evento se llevó a cabo en el magnífico patio central del Museo sede, Tarcisio se encargó de moderar la sesión.
En cuanto Eloy tuvo la certeza de que contaría con un patrocinio para la publicación del catálogo de la exposición me encomendó un texto, en el entendido de que en ese volumen incluiría también los de mis colegas a quienes he mencionado. Debido a la premura con la que tuve que cumplir con la petición de Tarcisio -amén de que el espacio que se le destinó a mi texto-, utilicé las notas que había preparado para intervenir en el conversatorio del 11 de noviembre y de esta manera me fue posible, ubicar estilísticamente la producción de este artista, mas no me resultó factible desarrollar mis conceptos acerca de su filiación conceptual, ni de su labor como postvanguardista contracultural y autor postconceptual ni, menos todavía, algunas consideraciones acerca de los materiales orgánicos “no convencionales” que él ha empleado y que utiliza para realizar sus obras.
Así, este texto constituye una versión ampliada del que formará parte del catálogo de la muestra Arqueologías, a la vez que resulta una primicia con relación al multicitado impreso.
Con Arqueologías, así, en plural, Eloy Tarcisio explora en su pasado -¿o en sus pasados?, ¿de ahí el eludir el singular?- como artista visual y performancero, a medio siglo de haber emprendido su trayectoria profesional, y -¿de manera contradictoria y complementaria, pues ya no se trata de algo arqueologizante?- muestra asimismo formidables ejemplos de su producción artística del presente. Esta inmersión en sus etapas previas, así como su énfasis en la de hoy en día, facilita una lectura abarcadora y libérrima de las fases por las que este artista ha transitado y se desenvuelve.
Al recorrer la exposición, la cual fue montada con sumo acierto y con esmero, en el primer piso del Museo de la Ciudad de México -en sus salas 1 a la 4-, cabe resaltar algunos aspectos del devenir de Eloy como artista, mismos que facilitan una aproximación a su obra anterior, así como a la actual. Discrepo -ya se sabe- de la idea referente a que Eloy hubo de pasar por un proceso decolonial, el cual hubiera implicado el asumirse como artista colonizado y, posteriormente -vía un proceso complejo y, por lo general, largo- declararse como colonizado. Esto es, favorable al mainstream occidental-global imperante para, después, no siempre de manera inmediata, emprender trayectos por rutas alejadas de ese arte que es el hegemónico en el contexto global de Occidente, contexto del cual, aunque siendo satelitales, formamos parte.
Un artista poscolonial
El derrotero de Tarcisio no fue como el que líneas arriba esbocé. Durante su etapa formativa hubo de atender qué es una grisalla, cuál es un temple o una emulsión, qué es una barniceta y qué es un barniz, qué es una encáustica o qué es un pútrido; cómo se prepara un óleo con base en aceite de linaza crudo y pigmento, con una moleta sobre un vidrio grueso, cómo se utiliza el barniz damar en veladuras o en el acabado, o bien cómo se resuelve una perspectiva aérea, entre otros muchos otros aspectos específicamente técnicos.
Es para aprender esta índole de asuntos que numerosas personas acudimos a las escuelas profesionales de arte, y así lo hizo él. Una primera serie de su labor profesional, siendo estudiante, fue las representaciones de quienes conformamos el pasaje de las varias líneas del Metro -Sistema de Transporte Colectivo- en la capital mexicana. Sin embargo, desde que se alejó de esa índole de pintura y patentó su interés por lo identitario -personal y colectivo, lo cual se mostró en la sala 4 del Museo-, y a partir de que ahondó en el tipo de pensamiento mítico-mágico mesoamericano, su trayectoria devino de inmediato poscolonial; esto es que, a sabiendas de que existe una línea mainstream -predominante y hegemónica-, es factible subvertirla, Eloy lo hizo y continúa haciendo con una muy alta solvencia, sin transitar por la toma de conciencia ni tampoco por el ulterior desembarazamiento referentes al peso del coloniaje.
Eloy Tarcisio, desde el despunte de su trayectoria individual, ha sido y es un autor postcolonial. Fue por eso mismo que, siendo un artista conocedor de la canónica expresiva, temática, técnica y formal de lo artístico que era la imperante en los años 70 del siglo pasado, optó por desoír y emprender, en cambio, una travesía que resultó ser independiente, primero, con relación al arte neovanguardista, y después, a partir de los 80, en lo concerniente a la postvanguardia, y tanto al arte del contexto occidental como al específicamente mexicano. Y eso es loable en grado sumo. Tanto, que muy pocas personas en este planeta han conseguido algo así.
Hacia un arte del futuro
Al resolver con sus obras asuntos de lo identitario y del pensamiento mesoamericano, y trabajar tanto en piezas como performances que cuentan con una utilidad social y que incluso llegan a ser sanadoras. Al conseguir con su producción un derrotero -quizás varios- multidisciplinar o no disciplinar para lo artístico. Al haber conseguido un lenguaje heterogeneizante -en tiempos de las feroces homogeneizaciones neovanguardista y postvanguardista-, al asumirse como un autor no subalterno frente al arte dominante, al ser irreverente con relación a los designios de quienes participan (participamos) en el establecimiento de los paradigmas sobre los cuales se erige la cultura artística -asunto en el que él también participa con su obra misma, así como con su labor docente- y al contar con una producción no arte centrista -dado su tajante alejamiento con respecto al mainstream-, Eloy Tarcisio ha asumido una postura glocal. Es decir, una posición mediante la cual atiende temáticas tanto globales como locales.
Al haber conseguido todo esto como resultado de su labor como artista visual y performancero, Eloy ha hecho y hace un arte del futuro, por más que haya intitulado Arqueologías su exposición individual en el Museo de la Ciudad de México, un muy saludable arte del futuro.
Neovanguardista conceptual
Desde que Tarcisio se alejó de una manera tan intransigente como definitiva del arte del pasado, esto es, desde que dejó atrás su serie sobre quienes viajamos en el Metro de la Ciudad de México, devino un artista conceptual, en ocasiones vinculado con el neodadaísmo que tanto permeó a los grupos metropolitanos de los 70 en nuestro país. Fue a partir de entonces que se preguntó si existían o no linderos para lo artístico.
En contraposición recíproca con lo que es la concepción acerca de lo extra-artístico, y fue desde aquellos momentos que propuso y propone respuestas continuas para tal interrogante, con cada una de sus obras. Como integrante de la segunda generación de quienes fueron neovanguardistas contraculturales le correspondió objetar el predominio del concepto occidental de lo artístico aun cuando, para hacerlo, haya conservado y conserva la idea de la obra bidimensional sobre soporte de tela o de madera, así como la del performance, si bien como practicante de esta segunda vía aluda al carácter ritual del arte mesoamericano.
Como neovanguardista, a Eloy le correspondió enarbolar la postura que Octavio Paz denominó muy acertadamente como la de la tradición de lo nuevo. Asimismo, y en tanto que neovanguardista no afín al mainstream, desde el inicio de su trayectoria este artista se ha propuesto conseguir una perturbación duradera al interior del campo artístico, ha procedido con insolencia y rebeldía con respecto al arte hegemónico, a la vez que ha abordado sus temas desde una postura intransigente con relación al arte predominante.
En tanto que neovanguardista contracultural, Eloy Tarcisio asumió -y con creces- el reto de conseguir planteamientos innovadores. Asimismo, ejerció la posibilidad de ser extraterritorial -esto es, de alzar su voz desde el centro histórico de la Ciudad de México o desde Coyoacán sin tener que acudir, necesariamente, a Manhattan o Berlín. Por ejemplo, para hacerse oír-, la de incorporar “localismos” -como se les denomina desde el mainstream- a su léxico, y fue transgresor de los preceptos de las neovanguardias, incluso de algunos paradigmas neovanguardistas contraculturales, por lo que si bien es cierto que atendió al llamado de lo grupal, al trabajar, ya en los 80, en Atte. la Dirección -con Dominique Liquoise, María Guerra, Mario Rangel, Vicente Rojo Cama y Carlos Somonte-, ha sido un artista que trabaja solo, salvo en los casos en los que organiza performances.
Por otra parte, Eloy es un autor en extremo solidario con quienes son sus colegas artistas o aspiran a serlo, así como con personas integrantes de otros sectores de la población pues, en cuanto a lo gremial, fundó y dirigió lo que hoy en día es Ex Teresa Arte Actual, dependiente del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), a la vez que ejerce con convicción la docencia y, en lo tocante a lo social, propuso la subasta de arte que estuvo destinada a recaudar fondos para paliar parte de los estragos ocasionados por el terremoto de 1985 en la capital de México, subasta que fue organizada por el INBAL -y en la cual fungí como subastador, con Jorge Bribiesca y Rafael Matos, ocasión en la que pude adjudicar al coleccionista Bernard Lewin la obra que Rufino Tamayo donó para aquella ocasión-.
Postvanguardista y postconceptual
Cabe resaltar que, desde su primera fase como artista conceptual, Tarcisio ha sido cuidadoso en cuanto a las soluciones formales con las que dota a sus obras. Lo anterior, que pudiera ser considerado como contradictorio con relación a su filiación conceptual, no lo es. O no del todo. Como se sabe, los conceptualismos fueron denominados por Juan Acha como no objetualismos, con lo que este teórico del arte subrayó que, quienes practican la citada vertiente, hacen recaer el peso mayor de sus obras en la idea o las ideas que contienen, con una atención generalmente algo menor a los resultados formales finales que consiguen, incluyendo por ejemplo las calidades, los ritmos, los efectos, las texturas, los esgrafiados, los chorreados o los escurrimientos, así como a la “justificación” y adecuación en cuanto al uso de materiales, al control de los procesos productivos y al esmero en lo tocante a la calidad de factura. Lo que sucede es que Eloy Tarcisio, si bien es verídico que en tanto que autor neovanguardista contracultural se adscribió con su obra misma a la corriente de los conceptualismos, también es verdad que, a la vez, se anticipó a los postconceptualismos, de suyo postvanguardistas.
Desde el inicio del decenio de los 80 del siglo pasado, los paradigmas imperantes en lo que concierne a las artes son los post vanguardistas o posmodernos. Otra vez aludo a Paz, para quien el término posmoderno -y sus derivaciones- puede resultar confuso al interior de la hispanosfera, por lo cual acertadamente propuso el de postvanguardia. En este contexto, los conceptualismos fueron afianzados como una de las tendencias permanentes dentro del campo artístico, sin detrimento de que, entre las corrientes de las postvanguardias mismas esté la de los postconceptualismos, los cuales se caracterizan, sobre todo, en lo que respecta a que sus practicantes, si bien enfatizan las ideas que se proponen transmitir -amén de preguntarse y responderse acerca de los límites de lo artístico e incluso acerca de la existencia misma de tales linderos-, cuidan sobremanera el resultado formal de su labor.
Así ha procedido y procede Eloy, con mayor énfasis a partir de los 80 del siglo XX y como postvanguardista contracultural. Lo ha hecho abordando temáticas de lo identitario y de la permanencia del pensamiento mesoamericano, así como indagando y contestando a la pregunta de dónde termina lo artístico y dónde comienza el terreno de lo que no lo es, y lo ha conseguido apartado de los designios del mainstream.
Técnicas de los materiales
Como se sabe, Tarcisio ha recurrido, para elaborar sus obras, a un sinnúmero de materiales orgánicos, mismos que no habían formado parte del repertorio técnico occidental. Empero, en esta directriz no ha transitado en solitario. Recuérdese, a manera de ejemplos, los usos (aunque con intencionalidades distintas a las de Eloy) de excremento humano en Merda d’artista (1961) de Piero Manzoni o de la orina, también humana, en Piss Christ (1987) de Andres Serrano.
Aun cuando el grado de innovación de Eloy Tarcisio en cuanto al empleo de materiales que son denominados desde el mainstream occidental-global imperante como “no convencionales” es extremo, mantiene algunos puntos de contacto con el uso que Joseph Beuys -quien, al inicio de su trayectoria fue neodadaísta- les dio a materiales como la cera, la grasa animal, la miel o la sangre.
Lo cierto es que el chapopote, las flores o solamente sus pétalos, la masa de maíz nixtamalizado, el mole o los moles, las pencas de nopal, la sangre, las tunas y los xoconostles han sido utilizados con gran acierto por Eloy como materiales para usos artísticos.
Para el artista, la permanencia incólume de la obra de arte durante lapsos de gran duración es un concepto con el que no coincide (seguramente porque tal concepción es enarbolada desde el mainstream); por el contrario, él trabaja a partir de la conciencia de que todos los materiales se transforman durante el transcurso del tiempo, incluso el óleo y, desde luego, el barniz final de resina damar, a velocidades distintas[1], y otros, incluso, son efímeros.
Sin que se trate de obras procesuales (Works in Progress), sino de piezas vivas, como las denomina su autor, debido a los cambios que han presentado, Paisaje del Valle de México (1987-2023) ha sido reactivada para esta exposición, Vista del hombre (1995-2023), por contener corazones inmersos en formol dentro de frascos de vidrio, debe ser reactivada cada vez que se exhibe, como aconteció en esta ocasión, en tanto que, de Tezcatlipoca-Tunal (2011-2023), fue expuesta una versión elaborada expresamente para Arqueologías.
De manera paradójica con relación a los criterios con los que cuentan las personas que son puristas en cuanto a las técnicas tradicionales en las artes visuales, muchas de las obras que Eloy Tarcisio ha realizado con masa de maíz, con mole, con sangre o con pulpa de tunas, han resultado estables, por lo que no han requerido ser intervenidas por personal dedicado a la conservación y a la restauración de obras de arte.
Final
Arqueologías permitió constatar la intensa fuerza expresiva con la que Eloy dota a sus obras. De manera semejante ofreció la posibilidad de verificar la vigencia tanto de sus aproximaciones a lo identitario como a la presencia cotidiana, entre amplios sectores de la población, de conceptos provenientes del tipo de pensamiento mítico-mágico mesoamericano. Esta exposición facilitó mapear su producción hasta ubicarla en cuanto a sus adscripciones estilísticas. Arqueologías no fue una exposición retrospectiva. Tampoco una antológica. Fue, en cambio, una feliz exposición celebratoria de los 50 años de labor profesional de Eloy Tarcisio como artista visual y performancero.
[1] Recuérdese que muchos de los pigmentos que son utilizados en la pintura técnicamente tradicional reaccionan con su exposición a la luz solar y (o) al contenido de azufre del ambiente; que la apariencia del óleo depende de su oxidación (su secado ocurre del fondo hacia la superficie pictórica), y que la pintura acrílica, en tanto que polímero, nunca deja de polimerizarse, si bien este proceso es refrenado o ralentizado de manera temporal.
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