Arte que apapacha: crónica de un taller de amor activista
Posted on 2 febrero, 2021 by cenidiap
Cristina Híjar González
De julio a diciembre de 2020 se desarrolló el taller “Arte que apapacha. Procesos de acompañamiento artístico en circunstancias sociales de riesgo y vulnerabilidad”, coordinado por Aracelia Guerrero bajo el cobijo del Centro Cultural Helénico, con Guadalupe Mora Reyna como enlace y reflexión por parte de esta institución. El grupo conformado, que alcanzó casi las veinte personas, en su mayoría mujeres, sesionó durante 28 reuniones semanales divididas en dos partes.
La primera, “Experiencias que inspiran”, estuvo dedicada a la escucha de los testimonios de las comunidades destinatarias a través de valiosas y ejemplares voces como las de las buscadoras Yoltzin Martínez Corrales, Yadira González Hernández y Maryté Valadez Kinijara; normalistas egresados de Ayotzinapa como Bryan Balanzar Medina, “Coyuco”, Ilich Avilés del eje de iglesias de las Brigadas Nacionales de Búsqueda y Andrés Hirsch, quien colabora en el eje de escuelas de las mismas brigadas, que dieron cuenta no sólo de las tragedias vividas personal, familiar y comunitariamente por la desaparición forzada de sus familiares, sino del largo camino de lucha recorrido en búsqueda de verdad y justicia. Se incluyeron también, algunos repasos teóricos e históricos sobre la función del arte en tiempos infames, las experiencias acumuladas en este sentido, la necesidad de reflexionar y abordar responsablemente la triada política-estética-poética en estos empeños, el imperativo de la investigación y la reflexión crítica constantes para dar lugar a una praxis artística sustentada y efectiva.
Escuchamos también los procesos creativos de documentalistas como Juan Castro Gessner de Ojos de Perro vs la Impunidad (Mirar morir y No se mata la verdad), de Enrique García Meza (Ayotzinapa, el paso de la tortuga), Daniela Guillén Guerra e Itzamná Ponce Monroy de la colectiva Tiernes y Salvajes compartir los procesos de trabajo (del documental Me apellido Guerra y del Festival Arte Para No Olvidar, realizado anualmente en memoria de Alejandra Negrete, Mile Martin, Nadia Vera, Rubén Espinosa y Yesenia Quiroz); de la bailarina Argelia Guerrero, que habló del cuerpo en la danza y en la lucha; Minerva Valenzuela sobre desobediencia y cabaret, y Nayibe Castelo, quien habló de las artes manuales como parte de la estrategia impulsada en la Ludoteca Ayotzi. Asimismo, de la labor de la Brigada Humanitaria de Paz Marabunta por medio de Carla Ríos, su subdirectora, quien habló de arte y acompañamiento en procesos de construcción de paz. Conocimiento crítico construido colectivamente a pesar de las dificultades de las sesiones virtuales muy bien conducidas por Aracelia con el apoyo técnico de Valeria Molina.
Tuve el privilegio de impartir dos sesiones e inicié citando a Verónica Albarrán, que plantea como justificación de todo su quehacer a la querencia como motivo. Coincidimos y dimos lugar a una comunidad político-afectiva guiada por el afecto en su doble acepción: en tanto afectividad y también como afectación necesaria, radical y con consecuencias. Descubrimos juntas la potencia y posibilidades de los lenguajes y recursos artísticos no ajenos a la vida real y sus urgencias, desde la denuncia y la resistencia pero también desde la propuesta y la anticipación de otras realidades, camino ya recorrido por muchas y muchos de los asistentes que compartieron sus trabajos y experiencias. Más de una vez nos conmovimos por los testimonios y las reflexiones en voz alta de quienes a diario viven la ausencia, el dolor y la tristeza, pero también nos fortalecimos con sus palabras dando lugar a un acompañamiento mutuo, como hicieron varias de ellas escoltando desde sus lugares de origen el cierre del taller, incluso Yoltzin, cuya hermana Yatzil fue víctima de desaparición forzada en Acapulco desde 2010, presente desde el plantón que junto con familias de la Guardería ABC está instalado desde hace más de dos meses en el exterior de la Secretaría de Gobernación en la Ciudad de México.
Resulta imposible describir el vínculo establecido, sólo quien ha estado ahí puede dar cuenta de ello, por un lado, al escuchar a los familiares agradeciendo y valorando el esfuerzo y el trabajo artístico acompañante, y por el otro el de los trabajadores del arte y la cultura encontrando sentidos y propósitos a sus empeños con causa. Por ejemplo, el haber acompañado con talleres artísticos el plantón instalado afuera de Palacio Nacional, en junio pasado y en plena pandemia, por los miles de desaparecidos y desaparecidas sin verdad ni justicia. Radicalizar la conmoción, la indignación, la solidaridad y la empatía, implica y exige poner el cuerpo al lado de quienes todos los días nos dan lecciones de tenacidad y dignidad.
El reto planteado por el taller no fue menor. La complejidad de las comunidades destinatarias implicaba una enorme responsabilidad para los proyectos impulsados planteados no sólo como acompañamiento sin más sino también con el propósito de alimentar y reforzar a la memoria histórica, a impulsar procesos pedagógicos e incluso terapéuticos, de ahí la necesidad del involucramiento presencial que diera lugar a un conocimiento participativo y de primera mano construido con los protagonistas de estas experiencias. Aracelia Guerrero, coordinadora del taller y egresada de Literatura Dramática y Teatro en la UNAM, tiene ya un largo camino recorrido en este sentido, es, entre otras cosas, creadora, en 2014, de la Ludoteca en la Escuela Normal de Ayotzinapa en donde ha realizado una importante labor con los jóvenes y las infancias, de esta experiencia escribió un bello texto incluido en Discurso Visual 43, la revista electrónica del Cenidiap.
Dar cuenta de lo intransmitible tiene en la vía poética su única posibilidad de realización, y a esto se enfocó la segunda parte del taller titulada “Salir de nuestras trincheras”. Conocimiento, participación, involucramiento, investigación y compromiso fueron tejiéndose a lo largo de todas las sesiones sin restricciones creativas. El cierre del taller, realizado el 22 de diciembre pasado, incluyó la presentación de algunos de los trabajos realizados por las participantes: Yo te llevo dentro, teatro de papel de Gáyatri Morales Fragoso con apoyo en el video de Daniel Ramírez para contarnos por escenas una historia que lamentablemente se repite y se repite en este país: la expoliación brutal de un ser querido; Poesía para encontrarnos, poesía visual de Naomi Peña y Sarahí Saldaña a manera de collage de texto e imágenes inspirados en un poema de Yoltzin Martínez a su hermana que Emilio Lome ayudó a crear durante los talleres que se compartieron durante el plantón de familiares de personas desaparecidas frente a Palacio Nacional. El conmovedor video Las memorias de un niño que nació del mar, de Marcelo, un niño de 9 años de Colima, dirigido a otros niños y otras niñas que también han sufrido la desaparición forzada de su papá o mamá. En él, Marcelo explica su necesidad de buscar colectivamente, de escribir porque se siente libre al hacerlo y de bailar. Un apapacho clown titulado Yo siempre te buscaré con cuatro participantes: Irazema Hernández, Marisol Sotelo Cuéllar, Sarahí Saldaña y Ana María Moctezuma ,que van ocupando su lugar en el video y pasando de la alegría a la tristeza para acabar mostrando tiras de figuras humanas recortadas en papel y tomadas de la mano, y finalmente una canción rapeada de Selma también inspirada en el poema de Yoltzin. Todos ellos bellamente realizados y hechos con amor, sin trivializar ni romantizar las graves problemáticas abordadas. Todo aderezado con anécdotas varias como cuando realizaron en el plantón los atrapasueños que les costaron mucho trabajo y, por iniciativa del colectivo Huellas de la Memoria, los “gritabocas” con demandas justas. No faltaron las lágrimas pero tampoco las risas que refrendaron nuestro derecho a defender la alegría, como dice el poeta Benedetti leído por Carla Ríos, y sobre todo, la seguridad de que para quien emprende el camino por memoria, verdad y justicia, no hay vuelta atrás.
Dos muy buenas noticias cerraron todo este proceso. La primera, el compromiso de un conmovido Antonio Zúñiga, director del Centro Cultural Helénico, de continuar con el Taller Arte que Apapacha y con más recursos, lo cual garantizará la segunda buena nueva: la elaboración de una página web y en Facebook, ya en preparación, para documentar y registrar todas estas experiencias, lo cual resulta muy importante: contar con un sitio digital de memoria que albergue y difunda esta praxis artística indispensable y urgente y con ligas a páginas compañeras.
Deber de memoria asumido y realizado; amor político como máquina creativa generadora de vida y de lazos fraternos; radicalización afectiva y praxis estético-política todo el tiempo y en todo lugar. “El arte no es un espejo para reflejar la realidad, sino un martillo para darle forma”, dijo bien Bertolt Brecht, y en esas estamos.
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