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Vista de la escultura urbana de Nina Hole en Xalapa, Veracruz, dos años después de su creación.

DE TIEMPO Y FUEGO

Posted on 26 abril, 2024 by cenidiap

Carmen Gómez Del Campo

 

 

Andaremos tras un gesto a través del cual podremos figurar el modo de estar ante la vida que caracterizó, en parte, la historia de Alicia Sánchez Mejorada: concebir la vida como un momento que hay que gozar, pues luego desaparece. Lo transitorio, lo efímero, lo fugaz, condiciones del existir, son también aquellas que pautan el acceso a la experiencia estética y las que permiten que lo bello y lo sublime se revelen. Para Alicia, la transitoriedad, de la cual se sentía tomada, —había que gozar de cada momento y llevarlo hasta los confines de los tiempos— fue un tema que la inquietó toda su vida: ¿cómo detener el tiempo?, ¿cómo suspenderse en él y suspenderlo a él?, parecían preguntas que continuamente la asaltaban.

 

De algún modo, los ecos y resonancias de ellas, los podemos escuchar tanto en su oficio de ceramista así como en su labor como historiadora del arte, las dos pasiones a las cuales se entregó. Mientras que en su vida diaria buscaba alargar todo momento, extenderlo, hasta casi, diría, alcanzar la ilusión de haberlo “espacializado” —podía estar en dos sitios al mismo tiempo o, cuando menos, así parecía creerlo—, fue en su quehacer y pasión por la cerámica donde habría de encontrar, a través del fuego, la manera de hacer una alquimia con el tiempo.

 

Caprichoso, transitorio, intenso, pero efímero, fugaz e inasible, el fuego es, entre los elementos que conforman la cerámica —agua, barro y aire—, aquel que más la cautivó: le subyugaban sus brillos y fulgores, su intensidad, pasión y en especial, el saberse paciente y, a la vez apresurada y precipitada por la curiosidad. Justo hasta el momento en que veía aparecer las marcas y los gestos que, en su caprichosa danza, el fuego había grabado sobre sus piezas.

 

Alicia Sánchez Mejorada, La mar, cerámica alta temperatura, 2005. Fotografía Jorge Vértiz

Alicia Sánchez Mejorada, La mar, cerámica alta temperatura, 2005. Fotografía Jorge Vértiz

 

No sólo fue la inquietud por el porvenir de su pieza, por el color y el tono que el fuego había revelado, también fue —y hoy lo pienso así— el descubrir la forma inédita que el tiempo cobraba en sus piezas después de cada quema, a diferencia de Orfeo quien, por perder la paciencia y precipitarse perdió a Eurídice, su amada.

 

Alicia esperaba templada el tiempo del fuego. Orfeo, en cambio, no pudo entregarse al tiempo de la espera expectante. El hacer del fuego develaba la memoria de la tierra y los gestos más íntimos que habrían quedado grabados sobre el barro. Pero también era un revelador del paso del tiempo y para Alicia, por fin, una manera de asirlo, capturarlo, literalmente, ponerlo entre sus manos.

 

El enigma del tiempo que tanto la cautivó, le fue revelado mediante el fuego: fugaz, transitorio, pasión viva, instante fulgurante que siempre, termina. Como si cada llama le hubiera representado su propia manera de estar en la vida: gozar de sus fulgores pues cada instante se esfuma.

 

Su fascinación por el fuego, por aquello que transita y se fuga, — ella misma se fugaba a otros mundos— , condujo a Alicia hasta Mata Ortiz para conocer de cerca y presenciar la quema en leña, esa técnica ancestral que por siglos ha creado piezas en cerámica de indiscutible valor estético, al mismo tiempo de preservar su valor de uso.

 

 

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Quema in situ de la escultura urbana en cerámica de la artista Nina Hole en La Isleta de los lagos de la Universidad de Veracruzana, Xalapa Veracruz, 2007.

 

 

Apasionada del quehacer ceramista, la artista conoció la talla y el bruñido con piedra, los esmaltes, los tintes y las texturas de la tierra, así como las impresiones y grabados de factura fantástica, que daban forma a los pobladores de su rica imaginación. Cuencos, platos y mosaicos realizaba, por supuesto, y aun varias piezas con volumen, que pasaban por la elevación en el torno, aunque este se le complicaba. No le era fácil seguir la cadencia del torno; curioso, a ella, tan atenta al tiempo, se le dificultaba someterse al ritmo, condición del tiempo. Quizá por esto, en la danza del fuego, descubrió un ritmo afín al suyo: caprichoso, disparejo, siguiendo el pulso de su propia fuerza, de su propia pasión.

 

El encanto que sentía por el fuego la condujo a seguir el trabajo de Nina Hole, ceramista abocada a la creación de esculturas en barro, piezas monumentales alejadas del pequeño o mediano formato, más característico de este quehacer. Reconocida en diversas partes del mundo por su intervención en el espacio urbano, Nina participó en el Simposio Internacional de Cerámica Escultórica Monumental efectuado en Jalapa, Veracruz, con la quema, in situ, de una escultura elaborada para la ocasión.

 

 

Vista de la escultura urbana de Nina Hole en Xalapa, Veracruz, dos años después de su creación.

Vista de la escultura urbana de Nina Hole en Xalapa, Veracruz, dos años después de su creación.

 

Alicia, atraída por la noticia de un fuego majestuoso que habría de suceder en plena arteria urbana, quería estar presente en la puesta en marcha de un performance, cuyo protagonista sería el fuego. Sobre una plataforma hecha de ladrillos en la que se colocó la pieza cruda, ésta luego fue totalmente cubierta por leños dispuestos verticalmente alrededor de ella. Una vez encendidos, crearon un espectáculo intenso y arrobador que dio inicio al anochecer y continuó hasta entrado el amanecer. Tras horas de paciente espera, la escultura apareció sobre las cenizas, revelando las marcas que la danza del fuego imprimió antes de sellar los poros del barro y dejarlas apresadas ahí, capturando el tiempo. Porque el monumento es un fragmento de tiempo suspendido, es memoria que guarda un bloque de la historia, incluidos, por qué no, los grafitis que hoy la cubren.

 

Recordemos que, en tierras jalapeñas, cuna de la cultura mesoamericana, colosales cabezas ocuparon el espacio público, pues bien sabían los primeros pobladores la importancia de intervenir el espacio público como manera de dejar memoria de su paso. Hoy, esta obra, abstracta y pequeña, ocupa un lugar en la geografía urbana, recordándonos, tal vez, que es un espacio que los humanos habitamos y sobre el cual, dejamos nuestra huella.

 

Quienes fueron testigos de esta quema, vieron danzar ante sus ojos a luminosos seres y, a la sombra de los poderosos zarpazos e insinuantes lengüetazos, se entregaron a su imaginación que los transportó, por un tiempo efímero, hacia esos mundos de la luz y la sombra que la fuerza del fuego fue creando. Seguramente sintieron la misma fascinación que nuestros ancestros experimentaron: la potencia del fuego que se apaga y se renueva, como la pasión humana que, tras consumarse y consumirse, vuelve a renacer cada día en toda su intensidad. Quizá por ello, es que el fuego nos cautiva, porque suscita en nosotros, la ilusión de poder renacer de entre las cenizas. Tal vez por esto, no nos fue concedida por Zeus la “fuerza del fuego inextinguible”, para no creernos, los humanos, inmortales como los dioses y mantenernos humildes sobre la tierra.

 

Hoy imagino a Alicia frente a ese fuego abrazador, sabiéndose tan mortal como todos lo somos y guardando para sí, en un íntimo lugar que, a través de su oficio, la quema del barro, había podido alcanzar el don de la ubicuidad y la permanencia en el tiempo. Por eso hoy y aquí, está presente entre nosotros.

 

 


 

Texto elaborado para la presentación del libro electrónico Ciudades, dispositivos y mapas coordinado por Eréndira Meléndez, Luis Serrano y César Cortés Vega. Aula Magna del Cenart el día 7 de septiembre de 2023

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