Kunte-Ubando: Una creación artística compartida
Posted on 26 abril, 2024 by cenidiap
Eduardo Espinosa Campos
Carlos Kunte (Monterrey, N.L., 1937-Cuernavaca, Mor., 2022) y Estela Ubando (Zitácuaro, Mich., 1939), han dejado una huella indeleble en su larga y muy fructífera trayectoria profesional en las artes plásticas, tanto como creadores, maestros y como restauradores. El trabajo de ambos está sustentado en una sólida formación artística en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL); además de su trabajo como restauradores durante los primeros años de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía “Manuel del Castillo Negrete” del INAH.
En los años 60, contrajeron matrimonio y desarrollaron caminos paralelos bajo la guía de otros grandes maestros. En Cuernavaca, en lo que se conoce como La Tallera, formaron parte del equipo de jóvenes artistas que colaboraron con el pintor y muralista David Alfaro Siqueiros en los trabajos que concluyeron en la magna obra ‘La marcha de la humanidad en la América Latina’ en el Polyforum Cultural Siqueiros, así como en el mural ‘Patricios y patricidas’, ambos en la Ciudad de México, durante 1966 y 1968. Décadas más tarde, y como reconocimiento a su trabajo, la grabadora y escultora afroestadounidense Elizabeth Catlett los invitó a participar en la realización de su mural, un relieve en bronce titulado ‘People of Atlanta’, para la ciudad de Atlanta en los Estados Unidos, en 1989-1990.»
El trabajo colaborativo con Siqueiros y Catlett fue para ellos motivo de aprendizaje; pero sus personalidades supieron mantener distancia con respecto a ellos. Es por eso que no se detectan influencias que hubieran opacado sus propios lenguajes individuales.
Carlos Kunte y Estela Ubando realizaron en equipo diversas obras escultóricas públicas. La más conocida es su monumento ecuestre del General Emiliano Zapata Salazar (1979), (Figuras 1 y 2) obra emblemática en la ciudad de Cuernavaca que, desde su creación, recibía a cuanto viajero llegaba a esa ciudad, proveniente de la capital del país. Esta escultura fue trasladada de su sitio original, y ahora puede ser apreciada en el «Paso exprés» que rodea la capital de Morelos.
Otra escultura —también de grandes dimensiones— es la Mujer de Tetelcingo (1981) (Figura 3), que la representa en su atuendo típico de uno de los cinco pueblos de habla náhuatl en el estado de Morelos. Debido a que la lista puede prolongarse, me enfocaré en señalar que existen diversas esculturas de cuerpo completo, bustos y placas para instituciones gubernamentales y culturales de los estados de Morelos, Guerrero, Puebla, Tabasco, Estado de México, Coahuila y la Ciudad de México, además de murales en Vancouver, Canadá y Massachusetts, Estados Unidos.
Cada uno de estos artistas fue desarrollando, de manera ininterrumpida y en el cobijo compartido de su amplio taller, una nutrida obra que podemos definir como “más íntima”. Estela optó por la escultura, de manera predominante; Carlos por la pintura
Me centraré en la muestra que se inauguró en la Galería de arte Alfredo Atala Bules del Centro Libanés, el 11 de abril de 2024, titulada: Una creación artística compartida: Kunte- Ubando. La exposición exhibe únicamente una porción de la extensa producción artística realizada por ambos artistas.
De Estela Ubando se exhibe un conjunto de esculturas en bronce que constituyen una reflexión fresca sobre la condición del género femenino, desde la perspectiva de la artista creadora; dotadas, todas ellas, de un gran aliento poético. No hay rebuscamientos en las formas de sus esculturas; ni juegos artificiosos que quieran engañar la mirada de sus interlocutores. Su obra y sus temas son directos: una mujer pescadora sedente que sostiene en su mano un pez; una mujer inclinada hacia el suelo para recoger objetos del piso. Se trata de una mirada limpia, sincera, pero alejada de la simplicidad. La mano que da forma a sus esculturas revela su formación profesional; además del gusto y el placer por crear. No hay improvisación; al contrario, denota una honda meditación previa. Los cuerpos son —en su mayoría— desnudos, ya en el torso o mostrando el cuerpo completo. Todas ellas están investidas de un movimiento que fusiona la cabellera con la vestimenta y el cuerpo. Sutileza de formas que se prolongan y se integran con otras partes del cuerpo, en figuras envolventes, rítmicas.
Es así como entablan el diálogo de la representación realista ⎯más no mimética⎯ con la sugerencia de formas; de modo que son dos cosas al mismo tiempo: reflexión, actitud ante la vida, representación de sentimientos o de una actividad laboral cotidiana. En ellas reside la serenidad. No hay estridencias; al contrario: todo es apacible, suave, armonioso.
En Alfonsina, una mujer escucha en una caracola los ecos lejanos de las olas del mar, que bien puede aludir a la poeta argentina Alfonsina Storni, inmortalizada en la canción Alfonsina y el mar (Figura 4).
En Pescadora (Figura 5), la mujer mira con la frente en alto hacia el horizonte. Esta escultura encierra un sentido poético de quien sostiene, en una mano, un pez; en tanto que su falda lleva grabadas las imágenes de otros peces, quizá un recuerdo de la escultora que fue también grabadora en su formación profesional. En Huracán (Figura 6), el cuerpo se convierte en una metáfora de los fenómeros naturales con la vida cotidiana de una mujer.
Se exhibe también un grupo de pinturas, algunas de ellas pinturas-relieves, que revelan su necesidad de ir más allá de la superficie plana. Abundan las referencias temáticas a la pareja, a la familia, a la alegría por vivir. Su obra pictórica afirma lo que ha plasmado en sus figuras en bulto; es el caso de Quiero volar, así como en Jinetes que refleja su espíritu de libertad. Incluye, además, las referencias a los mitos antiguos y a la sensualidad femenina: es el caso de Iris (Figura7), la mujer desnuda y tatuada, que recuerda las decoraciones de las culturas originarias. Son pinturas con marcados relieves que revelan inevitablemente a la escultora por antonomasia.
Por otro lado, la obra de Carlos Kunte muestra mayor versatilidad en relación con los temas. Uno de ellos, el ser humano, al que encontramos siempre en colectividad. Algunas de estas pinturas de pequeño formato revelan al muralista en la estructura y la composición (Figura 8). Hombres y mujeres siempre en conversación, que dialogan entre formas de estructuras arquitectónicas. El maestro Kunte, en su cotidianidad, era afín a buscar la interacción con otras personas para intercambiar puntos de vista. Son obras con carácter existencial. Parece morar en ellas la pregunta constante del ‘por qué’ y ‘para qué’ del ser humano en la vida.
Otro tema es el paisaje, pero no para representar de manera literal la realidad, sino como la posibilidad de creación. Esa es la razón por la que sus paisajes no son realistas, sino creativas evocaciones. En ellos reconocemos árboles, arbustos y lagos con horizontes de montañas o siluetas de ciudades (Figura 9). Estas obras reflejan estados de ánimo, emociones y sentimientos. Hay representaciones sublimes de árboles agitados por el viento, que bien pueden expresar agitaciones de tempestades interiores (Figura 10).
En algunas obras, los contornos (o siluetas) aparecen como una visión imaginaria que rozan en lo onírico. Este sentimiento encontró mayor expresividad en otro grupo de obras resueltas en formas onduladas que flotan y se desplazan armoniosamente en el espacio (Figura 11). En el plano estricto de la forma; es decir, de la representación, las creaciones de Kunte transitan entre la figuración y la abstracción; pero sin ser, de manera definitiva, ni una ni la otra. El artista supo tomar hábilmente, de ambas modalidades expresivas, los elementos necesarios para crear un lenguaje propio. Las formas infinitas de la naturaleza encuentran en su pincel una interpretación armoniosa en juegos de formas y de colores.
La obra de Carlos Kunte y de Estela Ubando ha podido admirarse en diversas exposiciones en los Estados Unidos: San Antonio, Massachusetts y Florida; en Europa: Madrid, Barcelona y París. Pero sobre todo en la Ciudad de México; así como en los estados de Nuevo León, Baja California, Puebla, Coahuila, Tamaulipas, Jalisco, Oaxaca, Guerrero y Morelos, donde establecieron su residencia.
La presente muestra se complementa con un conjunto de esculturas de Carlos Kunte Ubando, hijo de esta pareja de artistas, colaborador de ambos, desde su juventud, en algunas de sus esculturas públicas. La convivencia cotidiana, el verlos trabajar, fue despertando en él su inquietud para expresarse también a través de su propia obra. Distinta, muy distinta —como debía ser—, y que afortunadamente evitó caer en la tentación de emularlos en sus estilos. Son obras de temas sencillos, donde cabe el humor y la ternura, tanto en los temas como en los títulos. Un pequeño elefante que hace equilibrio, es un Cazador de ilusiones (Figura 12); otro elefante que descansa sobre el cuerpo de un caracol, está Meditando lentamente (Figura 13). Mientras que un Golfista (Figura 14) ha dejado en el espacio el movimiento trazado en huellas de espirales.
Esta muestra es apenas una pequeña ventana que nos permite asomarnos al vasto universo de estos creadores del color, la pincelada, la forma y el volumen.
Texto de presentación de la muestra en la Galería de arte Alfredo Atala Boulos, del Centro Libanés, Ciudad de México, inaugurada el 11 de abril de 2024.
Gracias por compartir tan interesante texto curatorial, el cual permite apreciar las obras de excelentes artistas.
Hola muy interesante la obra de estos maestros y al parecer yo tengo un obra de Estela Ubando