Mi breve e intenso nexo con el colectivo SeMeFo. Segunda parte
Posted on 17 agosto, 2023 by cenidiap
Carlos-Blas Galindo
En 1993 recibí la primera invitación de mi carrera como curador para ocuparme de una exposición fuera de México.[1] Se trató de la colectiva Sobre la muerte que curé para el Bridge Center for Contemporary Art de la ciudad de El Paso en el estado de Texas, Estados Unidos. Fui propuesto para realizar tal encomienda por la promotora cultural, directora de museos y diplomática María Fernanda Matos Moctezuma, amiga muy querida.
Para esta exposición, con motivo del Día de Muertos mexicano, elegí una formidable pieza de Laura Anderson Barbata compuesta por una serie de pirámides cuadrangulares invertidas hechas de hielo, suspendidas con cadenas metálicas del techo y con piedras de río en su interior, que conforme se derretían hacían sonar unos gamelanes colocados dentro de bases con paredes ubicadas sobre el piso. Diariamente se tenían que preparar nuevas pirámides, mediante el uso de moldes metálicos.
Otra de las piezas que seleccioné fue una vitrina, de la autoría de Rosario García Crespo, con objetos que habían sido propiedad de su padre, fallecido recientemente. Expuse, asimismo, un pequeño libro de artista, del que era autor Melquiades Herrera.
Llevé las piezas antropomorfas de César Martínez, realizadas en parafina y que contaban con una mecha que había que encender y que provocaba que cada obra se fuera consumiendo poco a poco.
Con el entusiasmo a flote, incorporé también, Larvarium, de SeMeFo, pieza que consideré fundamental para la muestra. La entonces directora de la sede, la gente de la empresa contratada para embalaje y traslado de las piezas, (Córdova Plaza), así como el personal de la agencia aduanal involucrada conocieron mi selección curatorial, me advirtieron del riesgo –que desde luego yo tenía presente– de que las autoridades aduanales y sanitarias estadunidenses objetaran el ingreso a Texas de esa formidable obra del colectivo SeMeFo.
Para lograr mi propósito redacté una ficha técnica para la relación de obra en la que describí los materiales de ésta: metal, corrosión, tierra, materia orgánica, en lugar de hacer mención de que se trataba de un ataúd exhumado de manera clandestina, con osamenta dentro del mismo. Hice eso, amén de insistir en que se trataba de una obra artística, como las demás de mi selección. Fue así como conseguí que Larvarium fuera expuesta en El Paso.
Larvarium me impactó desde que la pude apreciar en el Museo de Arte Carrillo Gil, pieza con la que SeMeFo obtuvo mención honorífica en el XII Encuentro Nacional de Arte Joven en 1992. En aquella ocasión, se expuso suspendida del techo, sostenida con ganchos y cadenas que fueron agregadas por el colectivo para exhibirla y que es como se le conoce y como la conocí.[2] No obstante, en la Casa de la Cultura de la ciudad de Aguascalientes, sede del citado Encuentro, tanto integrantes del jurado como miembros del equipo de museógrafos que intervinieron en el montaje (provenientes de varias entidades, además de los locales) decidieron, contra las instrucciones precisas del colectivo responsable de la autoría de Larvarium, mostrar esa obra horizontalmente, sobre una base de madera, pintada de blanco.
Nadie de SeMeFo acudió a la entrega de reconocimientos con motivo de la apertura del XII Encuentro, por lo que no pudieron constatar cómo se expuso en aquella ocasión. Yo tampoco acudí aquella vez a Aguascalientes (como sí lo hice antes y con posterioridad a esa fecha). Sostengo este testimonio con la información que, generosamente, me brindó al respecto Juan Castañeda, querido amigo y colega artista, docente, promotor cultural, artwriter (como nos denominó Teresa del Conde) e investigador-documentalista.
Lavatio corporis fue expuesta, posteriormente en 1994, en el Museo de Arte Carrillo Gil (MACG). Debido a mi cercanía con integrantes de ese colectivo, a mi amistad y complicidad con mi muy querida y respetada Sylvia Pandolfi Elliman, quien entonces era directora de ese recinto, y a una especie de “competencia” que existía entre las personas que escribíamos crítica de arte y que nos impedía publicar acerca de una exposición antes que lo hiciera el resto de quienes éramos colegas, visité el MACG durante las fases finales del montaje de Lavatio corporis y envié a El Financiero una reseña, la cual fue publicada el viernes 27 de mayo y que comienza con: “Antier, 25 de mayo…”[3] Esta irrupción del colectivo en una entidad museal -la primera en su carrera- contó con una muy nutrida fortuna crítica; después de mí, publicaron al respecto Mónica Mayer (El Universal, 8 de junio, texto en el que me cita), Juan Rafael Coronel Rivera (13 de junio, en Uno más uno) y Gonzalo Vélez (el 25 de junio, también en Uno más uno).
En el texto publicado en El Financiero hice referencia a esta magna obra como una ambientación para sitio específico,[4] integrada con unas esculturas efímeras y otras convencionales; resuelta con cadáveres equinos y estructuras metálicas, amén de un carrusel, así como con cabezas de yeguas o caballos seccionadas y ahogadas en resina plástica, todo lo anterior subrayado con una iluminación tenue y el uso de tarimas de madera pintadas con negro. Me referí, -imposible no haberlo hecho- a que el pretexto iconográfico de esta ambiciosa pieza lo fue la muy posmoderna alusión a Los Teules IV (1947) de José Clemente Orozco, obra que forma parte del acervo del MACG. Finalmente clasifiqué Lavatio corporis como un trabajo pleno de espectacularidad, como parte de un neoexpresionismo objetual y dirigido a satisfacer requerimientos culturales de la Generación X (integrantes de ese grupo etario colmaron el acto inaugural de aquel ambiente).
A la vez mencioné que, con su participación en certámenes, con la obtención de apoyos del entonces Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, así como con su incursión en un museo gubernamental, SeMeFo expandía los linderos de lo artístico al interior del mainstream local.
En 1996 SeMeFo transitó hacia esa tendencia postvanguardista permanente de la historia del arte que es la conceptualista y se afilió a la corriente postconceptual, lo cual implicó que se ocupara de la recuperación o revaloración del objeto (contra los no objetualismos que la precedieron). Eso ocurrió con Dermis, exposición que estuvo integrada con sábanas impregnadas con fluidos humanos y sustancias químicas, textiles que habían sido utilizados temporalmente para amortajar cadáveres.
Mi paulatino distanciamiento con respecto al colectivo se debió de manera fundamental a que la germanofilia de Arturo Angulo Gallardo trascendía la mera construcción de su personaje para devenir francamente pronazi, con su consecuente actitud negacionista frente a los genocidios contra muchas personas (no únicamente judías) entre 1941 y 1945, postura política que es del todo opuesta a la mía, que es de izquierda. Pese a lo anterior, y por razones de suyo académicas, en 1998 accedí a fungir como asesor del trabajo de tesis con el que, al año siguiente, Angulo Gallardo obtuvo su título de licenciado en artes visuales por la UNAM. Aquel trabajo recepcional suyo –realizado con precisión testimonial y con un esmerado diseño editorial– versó sobre la ambientación Lavatio corporis.
En 1999 SeMeFo dejó de constituir un colectivo. Y, en ese mismo año, fui a radicar a la ciudad de Oaxaca, de donde retorné a la capital mexicana el 11 de septiembre de 2001, coincidentemente con el ataque aéreo a las llamadas Torres Gemelas neoyorquinas (en cuyo mezanine tantas veces compré boletos con descuento para funciones en Broadway y, asimismo, en su planta baja, adquirí ropa nueva menos cara que en el resto de Manhattan).
Los planteamientos que externé en la entrega inicial de este recuento acerca de mi relación profesional con SeMeFo, y los que he abordado en éste, constituyen una de las experiencias más enriquecedoras de mi desempeño profesional. De tal suerte que, recientemente, tuve la oportunidad de participar en una de dos mesas redondas y en la presentación de una película documental. Ciclo que se intituló: SeMeFo vuelve al Rule, organizado por Ricardo Ham, gran amigo y colega, el pasado 17 de mayo de 2023, en el Centro Cultural “El Rule”. En dicha mesa estuvieron presentes: el curador y promotor cultural Guillermo Santamarina; Arturo Angulo Gallardo, grabador, performancero, promotor cultural y cofundador de SeMeFo, y el músico Arturo López Orozco, también cofundador de ese colectivo, bajo la “moderación”–provocación de Marco Polo Mendoza Díaz,[5] conocido mío de años atrás y a la sazón director de “El Rule”.
Guillermo Santamarina enfatizó que el trabajo de este colectivo constituyó un auténtico rompimiento al interior del contexto del arte mexicano durante el decenio 1989-1999 y lo vinculó con la postura postpunk[6] de aquellos años por su empleo de la destrucción y por tocar música como parte de su propuesta performática. Señaló sus nexos con lo gótico y subrayó su uso expresivo del recurso de lo abyecto.
Arturo López rememoró los intereses por la música muy de avanzada que tanto él como su hermano Carlos han tenido desde hace años, como antecedentes de lo que sería el colectivo; la formación del grupo musical Caramelo Pesado en el que los hermanos López Orozco participaron, las improvisaciones que realizaban en escena plenas de furia, así como la relación de pareja entre Teresa Margolles y Carlos López, como parte de la conveniencia de historiar lo acontecido con SeMeFo.
Arturo Angulo, por su parte, complementó los datos históricos de la formación de la agrupación y se refirió a algunos sucesos acontecidos durante su trayectoria, aun cuando, considero cometió el grave error de referirse a una mujer como “feminazi”.
La intervención que tuve durante la mesa fue la primera, en ésta me referí de manera sucinta a lo que hasta ahora he externado en estas dos colaboraciones sobre mi vínculo profesional con esa agrupación, además de reflexionar acerca de los paradigmas de las postvanguardias contraculturales, asunto que abordaré en mi siguiente colaboración sobre este tema.
[1] La siguiente fue en 1994 para el Mexican Arts Fine Art Center Museum en la capital del estado de Illinois, en los Estados Unidos.
[2] Larvarium forma parte del acervo del Museo Universitario Arte Contemporáneo (UNAM) desde 2006. Fue adquirida mediante compra. Y se expone suspendida.
[3] Lavatio corporis estuvo expuesta en el MACG hasta el 10 de julio de 1994. Agradezco a Ricardo Ham su disposición para ubicar mi reseña en la Hemeroteca Nacional. Y le reitero mi gratitud a Celia Licona, jefa de consultas y publicaciones periódicas de la Biblioteca de las Artes por haberme facilitado una digitalización de aquel artículo, incorporado en la compilación de los servicios de prensa Pinto mi raya.
[4] Lo hice con otros términos, pues la locución site-specific aún no había sido adoptada o traducida en nuestro ámbito.
[5] Quien insiste en reactivar el “espíritu” que animó al colectivo, posibilidad que le fue refutada terminantemente por Guillermo Santamarina en aquella mesa redonda.
[6] Santamarina Lagunes es experto en música de rock y pop, entre otras vertientes, de ahí sus alusiones a lo musical (que vienen muy al caso con SeMeFo), pues atendió durante algunos años la tienda llamada “Discos Yoko” en la Zona Rosa, único lugar donde en la capital mexicana se podían adquirir acetatos de música de avanzada.
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