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Presentación del libro “Las luchas por la memoria contra las violencias en México” La resistencia, CdMx, 7 de junio 2024

Posted on 8 julio, 2024 by coordinv

Cristina Híjar González

Cenidiap/INBAL

 

 

Primero lo primero: hay que celebrar la publicación de este nuevo libro que se suma a otros, relativamente recientes, que abordan seria y responsablemente el tema de las luchas por la memoria con todas sus aristas, disputas, enfrentamientos, experiencias, materializaciones y empeños ejemplares realizados por colectivos, grupos de familiares y organizaciones comprometidas e independientes que se encuentran en constante actividad no sólo por la memoria sino también por la verdad y la justicia, las garantías de la no repetición y la imposible e insuficiente reparación de daños. Escribir sobre esto es dar cuenta de todo lo realizado, no con una perspectiva arqueológica sino como un asunto presente y vigente, con todos los escenarios, temas y perspectivas pendientes de reflexión; es dar testimonio también de los tiempos infames y poner sobre la mesa asuntos urgentes cuya discusión nos requiere a todxs.

 

“Todas las formas de lucha” es una consigna que orienta al Colectivo Híjar -“autonombrado”-, como lo califican en uno de los textos, pues sí, ¿o podría ser de otro modo? Desde mi punto de vista, los variados textos que integran este libro, y sobre todo las pertinentes preguntas y cuestionamientos que lo componen, comparten esta consigna, están motivados por la preocupación colectiva y por estos asuntos que, lamentablemente, no son de toda la sociedad. Iniciativas, actos y acciones de memoria, protestas y llamamientos, foros y reuniones suceden todo el tiempo. No es para menos, quienes estamos hoy aquí sabemos bien de la urgencia persistente en un país de violencias imparables con más de trescientos mil asesinadxs y más de ciento dieciséis mil desparecidxs.

 

Es necesario caracterizar las violencias sufridas que, aunque con particularidades, todas remiten a una violencia estructural: capitalista, patriarcal y sistémica.
Las determinaciones económico-políticas son ineludibles, éstas definen el malestar en todos los ámbitos vitales que vulneran el buen vivir integral. Cada masacre, cada desplazamiento, cada represión, cada feminicidio, cada agresión y cada violación de los derechos humanos que atenta contra la vida digna y la vida misma tiene un origen común: es la irreconciliable lucha entre las políticas de muerte y la lucha por la vida. Insisto, puede ser un megaproyecto devastador, grupos del crimen organizado traficando con todo lo imaginable, camarillas políticas oficiales ávidas de poder y recursos económicos, la cultura machista y misógina; todo se remite a lo mismo.

 

Sabemos, porque lo hemos vivido y mencionado, que señalar al Estado como responsable, es mover una maquinaria, del que son cómplices no solo las fuerzas armadas, -ejército, marina, guardia nacional y policías- sino también el Poder Ejecutivo, Secretarías de Estado, burócratas y todo el aparato judicial, omiso y corrupto lo que dificulta y entorpece los procesos, exonera y libera a los muy pocos imputados.

 

“La impunidad es la continuidad del terrorismo de Estado por otros medios” dijo bien Juan Gelman sobre la base de que justicia no es sinónimo de ley. De ahí la consigna de: “¡Fue el Estado!”, sea por omisión o por complicidad. También en esta opacidad se encuentra la dificultad que han tenido las luchas por la memoria en nuestro país a diferencia de otros países que, como bien se advierte en el libro, pasaron por un antes y un después marcados por dictaduras y vueltas a la democracia siempre representativa, con su cauda de dolor y represión acuerpados por los treinta mil desaparecidxs en Argentina, los ciento noventa y siete en Uruguay, y suma y sigue. ¿Qué hacemos aquí cuando no existe esa ruptura histórica sino una continuidad permanente de agravios y dolor? ¿Qué hacemos cuando a los desaparecidxs y asesinadxs por razones eminentemente políticas, se le suman miles más producto de violencias particulares de actores diversos, principalmente del crimen organizado y los grupos paramilitares?

 

Es un panorama difícil que nos ha impedido el accionar constante de los emprendedores de memoria que, por ejemplo, han logrado constituir el Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México con ochenta grupos y colectivos de familiares y cuarenta organizaciones acompañantes que se aglutinan en momentos importantes, como las marchas del 10 de mayo, y que actúan con un constante accionar local.

 

Es pensar desde el poder de lo simbólico hasta las posibles estrategias de comunicación que logren una mayor interpelación social. Ejemplos históricos hay varios, como en Argentina donde, a pesar de las diferencias existentes entre los activistas de la memoria, lograron constituir un amplio movimiento por los derechos humanos que los aglutinó y les permitió prestar su atención en diversos frentes: el accionar social, el activismo político, el frente jurídico indispensable que logró la realización de los juicios a genocidas y represores, el diálogo y la negociación con las instituciones gubernamentales; lo lograron sin descuidar ninguno. Incluso, otras luchas obreras y del movimiento popular son prueba de que la consigna de los jornaleros de San Quintín sobre “ni una lucha aislada más” no es sólo posible sino necesaria como única estrategia contra la atomización de las diversas luchas y resistencias en curso. Lxs desaparecidxs y la justicia nos falta a todxs. En México este trabajo es titánico y la indiferencia y anomia social, que se sostiene con la consigna del “sálvese quien pueda” como norma individualista, es terrible.

 

¿En dónde se ubica la memoria? Por supuesto nace en el recuerdo, en el afecto, en la falta pero también en el cuerpo, en las sensaciones y los estremecimientos. Rebasar el recuerdo individual y subjetivo para proyectarlo y construirlo socialmente requiere de materializaciones de la memoria colectiva en artefactos y acciones para volverla una declaración, como lo plantea Susan Sontag (citado por Perrèe y Diéguez, Cuerpos memorables, p. 237). Una declaración de que esto pasó y está acuerpado en nosotrxs, no como un puro recuerdo sino como una reconstrucción que lo vuelve memorable por el compromiso afectivo inscrito en la búsqueda de sentido y en la formulación de un relato comunicable (Jelin, Los trabajos de la memoria, 2002).

 

La reconstrucción se plasma en diversas “superficies de inscripción” que Reguillo (2017) las define como espacios sociales o digitales en tanto “las personas inscriben, a través de palabras, imágenes o gestos, sus imaginaciones y deseos, sus miedos y esperanzas, sus odios y afectos”, que en el caso de la memoria histórica tiene siempre una dimensión social y prospectiva.

 

Es en este sentido que no cesan los trabajos por la construcción de la memoria, que incluye erigir los vehículos de la memoria para materializar un sentido del pasado (Jelin, 2002, p. 37) y así comunicar y transmitir una experiencia memorable, pero como dice bien Jelin, “esas huellas, en sí mismas, no constituyen ‘memoria’ a menos que sean evocadas y ubicadas en un marco que les dé sentido” (Jelin 2002, p. 30) ; es decir, necesitan de una comunidad que los arrope y para la que sean significativos.

 

En el libro se incluyen los relatos de muchos de estos esfuerzos y trabajos que requieren ser testimoniados sobre la base de que aquí pasó algo y ese algo importa, aunque la mayoría no lo vea aún. La publicación abre con el discurso de Alicia de los Ríos Merino, hija de Alicia de los Ríos, que fue detenida y desaparecida en 1978, en el controversial acto realizado en el Campo Militar núm. 1 en junio de 2022, para dar inicio a las actividades de la Comisión para la Verdad y Justicia por los Hechos 1965-1990.
Esta comisión opera para fijar, de entrada, una postura colectiva respecto al gran tema abordado en el libro. Posteriormente, se incluye un texto de introducción a cargo de lxs editorxs para los veinte ensayos que se dividen en cuatro capítulos: I. Situar la memoria desde un presente violento; II. Conexiones, continuidades y rupturas históricas; III. Sitios y actores de la memoria y IV. Hacer memoria, comunidades y caminos (a cargo de investigadores y activistas independientes y de distintas organizaciones e instituciones con destacables experiencias).

 

Adicionalmente, la publicación incluye las imágenes que nos son cotidiandas como: la Ruta de la Memoria, erigida en Paseo de la Reforma y hasta el Zócalo de la Ciudad de México, integrada por sus antimonumentos y glorietas. Así como proyectos estético-políticos tales como “Huellas de la Memoria”, y murales y plazas ocupadas en territorio mexicano, Me parece importante mencionar, también que hay infinidad de acciones, quizá más pequeñas o menos espectaculares, en el buen sentido del término, realizándose todo el tiempo, como las múltiples campañas gráficas, las iniciativas coyunturales como la reciente de “Vota por los Desaparecidxs” o los proyectos murales Bardas Para No Olvidar y Hasta Encontrarles.

 

Somos muchxs, aunque no suficientes, quienes todo el tiempo estamos dando cuenta de todo este universo, por eso celebro que aparezcan nuevas publicaciones con nuevos aportes y perspectivas. Los tiempos del silencio y el olvido, a veces necesarios para sobrevivir, duraron demasiado y los cauces y las condiciones para los ejercicios memoriosos van abriéndose camino con mucho trabajo. Atendamos todos los frentes: el de la protesta social, el académico, el jurídico, el artístico; todos son indispensables para generar y alimentar una cultura política a la altura de la tragedia actual.

 

Considero que el libro merece hoy un epílogo, pues hasta el momento, no existe ningún avance sustantivo en la materia de los desaparecidos, además de que ésta no estaba en los programas de lxs candidatos presidenciales (fuera de la barata e inconcebible instrumentación de Xóchitl Gálvez con algunas buscadoras). Es importante señalar que a pesar de que las víctimas aparecen en las promesas de campaña de la presidenta electa, las fuerzas armadas siguen inmunes e impunes y no ha habido un solo juzgado y castigado ejemplarmente por estos crímenes -ni de la guerra sucia, ni el 68, ni la guardería ABC, ni Ayotzinapa, ni de nada – ni siquiera por atender las recomendaciones emitidas por la CIDH (caso Rosendo Radilla, 2010).

 

Tampoco existe la mínima garantía de no repetir estos hecho. Incluso, se han creado instituciones, comisiones gubernamentales que desarrollan funciones durante breves periodos y simplemente dejan de existir sin resolver o dar continuidad a los casos. , cuando se crean y desaparecen, sin pena ni gloria, instituciones y comisiones gubernamentales.

 

No hay leyes ni mecanismos ejecutivos para avanzar en nada. Las leyes que se han decretado como la Ley de Memoria de la Ciudad de México (2 junio 2023) parecen estar llenas de buenas intenciones pero sin presupuestos ni acciones concretas fuera de los dos sitios de memoria oficiales y la colocación de alguna que otra estatua y sí con constantes agresiones a espacios de memoria erigidos por la ciudadanía comprometida, consciente e independiente, como las “Glorietas” o cuando se pretende hacer una Ley de Memoria Federal sin considerar a las víctimas ni a las familias, sin ellas NO es la exigencia, para rebasar las medidas simbólicas de iniciativas, pronunciamientos y acciones de memoria vana que no cuentan con el cobijo comunitario indispensable y aún más, sin respetar los nuestros: okupados, apropiados, construidos, de reconocimiento real, promotores de lazos sociales, reparadores.

 

Desde este lado de la cancha no tenemos tregua y sí tenemos muchos pendientes por hacer. La memoria está garantizada por y en nosotros, además de estar impulsando constantes estrategias de defensa de nuestro derecho a ella, de nuestros símbolos y espacios de memoria actuales, de nuestros testimonios y relatos, de nuestras narrativas silenciadas. Algún día, espero, habrá sitios de memoria, memoriales, centros estatales de documentación y archivo, calendarios y conmemoraciones colectivas, programas de educación escolar e iniciativas diversas a cargo de quienes han emprendido y garantizado este largo proceso y ejercido este derecho a la memoria, empezando por el derecho a la palabra. Por lo pronto, hablemos, gritemos, escribamos, hagamos, leamos: aquí pasó algo e importa. ¡Seguimos!

 

 

thumbnail_portada Las luchas por la memoria

 

Délano, A., Nienass, B., Merino, A. y De Vecchi, M. (2023). Las luchas por la memoria contra las violencias en México. México: El Colegio de México, 595 pp.

 

 

 

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