Reflexión del muro I. Del grafiti hiphop a la improvisación
Posted on 20 noviembre, 2020 by cenidiap
Kidghe, Lab 4
Dentro de una ciudad, ¿cómo imaginar que se puede repartir el espacio público para intervenirlo de forma libre y plural? ¿Cómo entender que el espacio público también tiene fronteras que no son vistas pero que segregan a quien lo usa? ¿Cuáles son los miramientos o acuerdos, no escritos o escritos, sobre esto?, o mejor dicho, ¿deberían existir?
Si nos preguntarnos cómo se normaliza o se regula el uso del espacio público en la CDMX, encontraremos una serie de definiciones jurídicas que describen en primer término las distintas formas de edificaciones dentro del espacio público, descritas como propiedades de dominio público y privado. Las de dominio público son entendidas como infraestructura, además de fachadas de inmuebles, las cuales también son propias del entendido privado o particular. Como bien menciona el artículo 29 en la fracción V de la Ley de Cultura cívica de la CDMX:
Dañar, pintar, maltratar, ensuciar o hacer uso indebido de las fachadas de inmuebles públicos o particulares, sin autorización de éstos, estatuas, monumentos, postes, arbotantes, semáforos, parquímetros, buzones, tomas de agua, señalizaciones viales o de obras, puentes, pasos peatonales, plazas, parques, jardines, elementos de ornato u otros bienes semejantes; el daño a que se refiere esta fracción será competencia de la Persona Juzgadora hasta el valor de 20 veces la Unidad de Medida.
Si comenzamos a reflexionar sobre este tipo de normativas posiblemente acabaremos cuestionando que son leyes que no cobijan los derechos de todes los ciudadanos sobre el uso de la ciudad, o ni siquiera incluyen los intereses o preocupaciones de una totalidad de civiles, ya que en esta reflexión no hay miramientos por tratarse de una minoría o un sector invisibilizado, como lo es la comunidad que practica el grafiti, o cualquier tipo de pintura sobre el muro del espacio público.
Por otro lado, es interesante que en una aparente anarquía se establecieron leyes no escritas que regulaban el grafiti en la ciudad, digamos en un orden interno, pero entendidas y hechas por sus usuarios. Me refiero a la vieja usanza en la comunidad de grafiti hiphop que buscaba balancear la disputa del espacio público en el desaparecido DF, hoy CDMX, con la expresión “bomba mata tag, pieza mata bomba, producción mata pieza”. Tal vez es sólo una expresión que se conoció años atrás y que hoy ya no es entendida, pero que sin duda trataba de jerarquizar el valor del trabajo en la práctica y otorgar un acuerdo de cómo intervenir o no encima del trabajo del otro.
Pero lo que me parece interesante es que también en este contexto persiste la noción de qué es digno de mantener conservado, intacto, y qué no. Es decir, dentro de un grupo de personas que están acostumbradas a intervenir de forma efímera en el espacio público de forma poca ortodoxa se insiste en valorar la producción que pudiera significar un trabajo aparentemente más elaborado, con mayor rango de complejidad o con un valor simbólico. Tal cual, una política gubernamental protege los valores, iconos y símbolos traducidos en monumentos edificados en la ciudad.
Pero, ¿qué es lo que realmente está en disputa en el uso del espacio público? ¿Hace falta espacio para todes? ¿No se puede convivir en medio de la tolerancia? ¿O simplemente es una falta de empatía de uno por el otro? Es esta dirección, el paso siguiente es entender como ocupa o se inserta la participación del grafiti o las distintas practicas pictóricas en el espacio público.
En cuanto a la concepción de grafiti, considerando que es un término que desde hace más de una década se ha subdividido en muchas clasificaciones y categorías, por lo que el acto de intervención en el espacio público de este gran sector ha diversificado los medios de su producción, su escala de intervención, la técnica, los materiales, el contenido, el valor simbólico de la práctica, los signos, los circuitos de exhibición y hasta la inserción de un mercado económico o de los llamados “intercambios culturales”.
Con estos ajustes y nuevos entendidos no es de extrañarse la contraposición de ideas de los distintos sectores que conforman esta comunidad. En este punto me parece interesante referirme a una longeva disputa por el territorio público, la cual conllevan dos usanzas; la práctica del tagging-bombing que representa la ilegalidad, versus la elaboración de murales o construcciones pictóricas fuera del entendido de las dos primeras que normalmente están más en una legalidad jurídica. Una disputa, que sigue vigente, por visibilidad, reconocimiento, territorio, susceptibilidades, códigos morales y un largo etcétera.
En estas prácticas culturales la competitividad por el territorio es “normal”, ya que en cada sector se presentan fricciones o disputas por la conquista de espacios físicos. Por ejemplo, entre dos personas que hacen bombing enemistados en la competencia de quién tiene más visibilidad en la ciudad. En este contexto, parece ser más escandaloso cuando una bomba incide frente a un mural, mas no al revés. El acto de quitar bombas con murales, desde una postura institucional, se entiende como acto sanador para la ciudad.
Me remito a un caso para exponer estas inquietudes, sucedido en 2018. Se trabajó una pared sobre Av. Calzada de Tlalpan, a una cuadra del metro San Antonio Abad, con dirección sur. El muro lo dividiríamos entre un grupo grande de colegas, pero al final quedamos solo yo y Aser 7, con un espacio de aproximadamente 12 m x 3.5 m para cada uno. Comenzamos a fondear el muro lleno de bombas, tags, carteles publicitarios de conciertos y demás propaganda. Quitamos todo y lo dejamos listo para poder pintar en “blanco”.
Semanas después de terminar el muro me comunicaron que había sido encimado por unas bombas, aspecto nada nuevo ni que sorprendiera. La primera reacción fue asumirlo con repudio, como un acto competitivo que laceraba de cierta forma el ego personal. Momento seguido, me pareció interesante aprovechar esta circunstancia como una posibilidad de dialogar con esta persona y su trabajo, teniendo al muro como mediador.
En paralelo me serviría para poder hacer una revisión de la superficie física en la que trabajamos, el espacio público y la normativa que existe para decir quién accede o no. Me pareció pertinente registrar el proceso de cada intervención y hacer una lectura a través de la improvisación, la cual considero que es muy recurrente en estas prácticas de intervención del espacio público, y que a su vez es parte innegable del imaginario teórico-práctico de las cuatro áreas del hiphop.
Concluí este ejercicio en un resolutivo práctico sobre el muro y en este ensayo.
La improvisación en el grafiti hiphop y pintura en gran formato realizadas en el espacio público tienen una relación directa con distintas variantes: tiempo para producir, herramientas, infraestructura, técnica, material, superficie de trabajo, género del ejecutante, locación geográfica e improvistos que tendrán que solucionarse in situ con lo que se encuentre a la mano. Estas variantes, entre muchas más, varían si son empleadas de día o de noche, desde una “legalidad” o “ilegalidad”, pero que siempre ponen sobre mesa las habilidades de cada ejecutante.
A continuación trataré explicar las distintas variantes que determinaron cada resultado formal sobre el muro en las distintas intervenciones, una atrás de la otra. De igual forma se constata que en este proceso siempre se actuó de forma libre, con respeto y con la intención de dialogar, sin miramientos violentos o de otro orden que no fuesen expresivos.
Primera mediación. N1
Comienza con el muro en “blanco” sin ningún elemento gráfico, se ha borrado el que contenía anteriormente (tags, bombas, posters, propaganda). Al no tener escaleras ni cómo llegar a la parte alta del muro se decidió trabajar la parte inferior, centrando de forma horizontal los distintos elementos. Dentro del segmento a trabajar había una puerta de acceso al edificio, efecto que partía en dos el espacio, la primer fracción siendo la principal, la restante esquinada y con poca visibilidad, que se buscaría unir de alguna forma gráfica. Se aplicó el color del fondo, morado con fracciones azules, hasta donde alcanzó la pintura. Los colores con los que desarrollé el trabajo fueron cercanos a esa paleta de fondo.
Primera mediación. N2
Se finalizó el muro con una capa de textura en forma de líneas, que por la altura tuvieron que hacerse con extensor y rodillo con la finalidad de unificar más el muro al unir el fondo y la pieza central con el mismo tratamiento. Al verse demasiado horizontal la composición se decidió trabajar una capa más de siluetas (en rosa) que le permitiera tener un ritmo ascendente, comenzando del lado inferior derecho y terminando en el superior izquierdo. Esto condicionaba dejar aire en la porción inferior izquierda, aspecto que me interesó sobre la marcha para dar un poco más de movimiento.
Segunda mediación. N3
Al dejar cierto aire en la composición se interpretó como espacio que no se había usado y que podría usarse por un tercero, quien trazó una bomba. Ésta fue intercambiada por un segundo bloque que intentaba vincular el fondo con el eje compositivo que formaba el ángulo de inclinación de los elementos gráficos aledaños. Los colores fueron los mismo y el área de trabajo fue sugerido por la bomba marcada con negro.
Tercera mediación. N4
Este punto fue el comienzo de la parte más rigurosa de este ejercicio, ya que la presencia de la intervención fue más contundente. La ubicación de la bomba en la superficie del muro fue central, sobre el segmento principal donde se encontraba la mayor concentración del trabajo anterior. Esto dictó que la intención de tapar la mayor cantidad de trabajo fuera lo que direccionara la improvisación del acto. El trazo negro del corte exterior de la bomba se nota firme y continuo, lo cual supone ser por ubicarse a una altura cómoda para trazar con el brazo extendido. Los motivos azules y la flecha de la derecha, que son elementos decorativos y espontáneos, sólo confirman la intensión de llenar el mayor espacio posible del fondo para resaltar el primer plano, al igual que los tags de la zona inferior derecha en negro.
La composición que se hizo fue en un sólo bloque de forma rectangular, continuo con letras gordas que impiden tener espacios vacíos y se condiciona al estilo usado del autor, color plata, el preferido por muchos por su pigmentación que cubre casi todo lo que se encuentre debajo. El trazo grueso en negro señala el tipo de válvulas que son más usadas al hacer bombing o tagging, ya que es ideal para avanzar más rápido en el relleno de superficie o cambiar el tamaño de tag con aerosol.
Cuarta mediación. N5
Se comenzó a trabajar en virtud de lo expuesto anteriormente, y bajo las categorías formales que proponía dicha intervención: forma, color y escala. Al tener esta composición horizontal se decidió eliminar la forma rectangular y el poco ritmo con otra propuesta que buscara la diagonal en el muro, que fuera dinámica y con mayor fuerza. Se usó el color de base prevaleciente como fondo, café, mamey, naranja, gris y negro, negándolos al centro para reducir el peso. Se enfatizaron distintos segmentos más esbeltos y alargados que reforzaran la dirección deseada.
Quinta mediación. N6
Nuevamente se eligió ocupar el espacio central con la idea de tapar lo más posible la intervención pasada pero con menos pintura, de igual forma rectangular y con la variante tipográfica hecha en dos bloques, la cual esta descrita por el tamaño de sólo tres de cuatro letras del seudónimo del autor. Mismo empleo del cromo y corte negro.
Sexta mediación. N7
El esquema de dialogo ahora se dirigió a volver a deconstruir la forma. Los dos segmentos de bomba propuestos anteriormente se tradujeron en dos bloques que forzaban a dialogar con el exterior, cuidando el ritmo y la inserción de nuevos elementos. Los colores fueron relación directa con el fondo original.
Séptima mediación. N8
La falta de material requerido emplear en esta intervención conllevó usar pintura muy diluida que no cubría el fondo, aparentemente no en aerosol, haciendo manchas y escurridos. Se distinguió la bomba con un corte amarillo intenso y trazo grueso en aerosol. Se manchó afuera y dentro del perímetro de la tipografía. Nuevamente en el centro, donde continuaba la mayor cantidad de trabajo realizado, estaban las cuatro letras del autor con una variante en la última letra que pareciera expandirse un poco, pero sin mucha intención de tapar lo que estaba abajo.
En el grafiti hiphop suele pensarse que bombardear un mural puede ser sinónimo de estropear el trabajo elaborado que tomó tiempo, usando una figura solucionada en un menor tiempo, con menos cantidad de pintura, intenciones y una aparente falta de complejidad.
Octava mediación. N9
Mancha y gesto. Con la propuesta anterior planteada, se optó por el desapego absoluto de lo que estaba atrás. Lo que podría parecer que se había estropeado abrió la posibilidad de experimentar y no casarse con una idea fija de diseño, al contrario, se volvió más explosiva, gestual y sin restricciones.
Se decidió hacer el acto contrario a la capa pasada, en vez de casi no cubrir la superficie, ahora se taparía toda la fracción de muro que se planteó trabajar desde el principio. Se retomó la estrategia de mancha, ahora con la intención de extender los segmentos, los cuales podrían aparentar la típica silueta del llamado wild style. Se ocuparon colores rojos por tener relación directa con el amarillo del corte en la intervención pasada, sólo que ahora se ocuparían como sutiles brillos, se retomó el gris diluido y ahora se puso gris más saturado en la pigmentación.
Después de esta última mediación no hubo más respuesta de otros colegas. Al paso de los meses fue asimilado como un pizarrón que no contenía nada serio o legible, sobre el cual mucha gente puso inscripciones y propagandas. Se entendió desde mi punto de vista que no era de nadie y de todos al mismo tiempo; poco a poco se llenó absolutamente de bombas de distintos tamaños y colores. Hoy día hay otro mural que no es de mi autoría.
Este ejercicio no ha tratado de enjuiciar o de valorar las participaciones de cada uno de las personas aquí expuestas, de igual forma tampoco trata de querer tener la razón, simplemente aplaude el permitirse indagar sobre el cómo y que hacemos en estas prácticas.
Sin duda este ejercicio permitió experimentar y poder comunicarse de una forma no verbal sobre la ciudad y en un código propio de una comunidad específica, llevar un interés particular a la exhibición y juicio público, siendo positivo para la crítica y retroalimentación. Se estableció un diálogo creativo con el otro, no violento. Además representó un reto personal para resolver el muro de forma pictórica en cada intervención.
Esto ha dado lugar a valorar el disfrute de la ciudad desde un entendido lúdico, al cual no se tiene que renunciar bajo ninguna ley de orden público, ya que para esta y muchas otras comunidades es de suma importancia el libre acceso, como para otros será asistir a centros deportivos, cívicos o religiosos. Se tiene la necesidad de crear espacios de libre acceso para estas prácticas, donde se pueda practicar, expresar o simplemente compartir, como lo fue en este caso.
Si se piensa realmente en aras de la construcción de una ciudad plural se tiene que comenzar a ser empático con todo el desglose tonal que eso contenga, otorgando soluciones que incluyan, no que segmenten, que potencialicen, no que debiliten.
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