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De la guerra. Y de cómo Fidias se volvió escultor: Breve relato de ficción histórica I

Sol Álvarez Sánchez
Cenidiap/INBAL

 

 

Fidias y Pericles fueron dos caras de la misma moneda, fueron un Janos: ambos se creían dioses. Fidias trabajó para Pericles; pero en Atenas se decía que Pericles trabajaba para Fidias. Lo cierto es que el estrategó arconte de la polis dejó que el escultor hiciera su voluntad; le dio libertad total para realizar sus propuestas. También lo auxilió en todos los problemas legales que tuvo, incluso se jugó tanto prestigio como poder político personal para salvar a su artista.

 

“Fidias hijo de Cárnides, ateniense”, que es como firmaría sus obras, nació en 495 antes de nuestra era, y poco más o menos comenzó su labor de la siguiente manera. Fue en el tiempo de Leónidas y la batalla de Las Termópilas, durante el 480, cuando habiendo cumplido apenas 15 años, el joven, y su familia, y su barrio, y su ciudad entera enfilaron, todos juntos, hacia Salamina, debido a la ocupación de Atenas por los persas.

 

A su regreso de la isla, una vez en Atenas victoriosa, mas en ruinas y saqueada, y sí, con la Acrópolis incendiada, la Atenas negra, Fidias pensó en ser pintor y se puso en marcha, con el permiso del arconte de aquel entonces, Clístenes, para pintar un escudo sobre una pared. Por el estado en que los persas dejaron la ciudad, el arconte consideró la contratación, siendo el pago un poco de grano de trigo y de aceite de olivo, para mejorar las áreas dañadas: labor superficial y de una sola emisión, no había para más, el campo era la prioridad, ya que las terrazas de cultivos del Ática qué proveían a la polis habían sido, también, incendiadas.

 

Al pintar ese escudo sobre una pared flechada, tiznada por el humo y semi derruida algo le sucedió al joven. En un golpe de conciencia entendió que el arte sería la manera en la que él se enfrentaría al ahora enemigo común para todos los atenienses: los persas. Su escudo, de alguna manera lo condujo a acercarse al barrio de los artistas, donde encontraría su verdadera vocación: la escultura.

 

El pago por su pintura tardaba un día, tardaba otro día. Tardaba. Maltrecho su cuerpo, sin fuerza sus piernas, comenzó a caminar. No quería llegar a su casa paterna con las manos vacías, ver a su madre hambrienta; comenzó a caminar y llegó, sin saberlo, al taller de fundición de Critias y Menciones, quienes, mientras la sociedad se reorganizaba, pensaban cómo hacer su agrupación de tiranicidas. Al atreverse Fidias a cruzar la puerta de la fundición los encontró trabajando en torno a la escultura de un soldado hoplita del Ática.

 

—Por los ojos de Afrodita— dijo Fidias enfático, —que lo que miro desea al instante mi mano tocar.

 

Critias y Mesiones fueron artistas que se encontraban activos, trabajando justo antes de la llegada de los persas. Su taller, antes majestuoso, lleno de herramientas, de diversos cinceles y martillos, repleto de fierros, de bronces, de caballetes de todos los tamaños, hasta de 50 codos, era ahora, por donde quiera que se viese, una extensa gama de grises apilados sobre negros tonos de escombros. Sin embargo, había luz, luz que contrastaba con la oscuridad; era la luz del sol que entraba por un agujero en el techo, y a su mágico paso hacía visibles las diminutas partículas brillantes que se habían desprendido de ese radiante objeto blanco, sólido, brillante y enorme en el que trabajaban los escultores: un bloque rectangular de donde un hoplita ateniense de mármol aparecía en acción.

 

Seguía el joven sin decir palabra, parado, con su bolso de cuero colgando del hombro izquierdo, con los ojos bien abiertos, frente a Critias y Mesiones, y frente a la piedra ya mitad soldado, cuando salió de alguna parte, de entre los escombros, Diopentes, escultor también, como saltando los pasitos de un juego de infancia bien conocido por todos. De pronto, dio una ágil pirueta hacia atrás que lo colocó de espaldas, al momento en que Fidias soltó una carcajada, no a manera de burla, sino más bien de superlativa ironía, ya que él también era parte de esa situación, de esos grises que cubrían el aspecto de los cuatro, el aspecto del taller, y de las calles, y de la ciudad entera. Sintió Fidias, a la vez, la necesidad humana y la necesidad cubierta, realizada, la necesidad satisfecha de pertenencia ante el caos, ante el Dios griego del caos, ante la idea del saqueo a la ciudad sola, evacuada, vacía y, en apariencia, sin alma, ante la falta de sus hombres, mujeres, animales que apenas volvían después de haber sido evacuados a la isla de Salamina, desde donde alcanzaron a divisar a lo lejos, tras el estrecho brazo de mar de Las Termópilas, las llamas de la Acrópolis que, entera, ardió.

 

Fidias estaba atónito. Aunque llevaba ya algunos días de regreso en la polis, al igual que todos en Atenas, no acababa, a su corta edad, de procesar lo ocurrido. Su cuerpo, de pronto, no resistió y el joven simplemente se dejó caer de rodillas y comenzó a llorar, a llorar en verdad. Los tres escultores acudieron a él para levantarlo y reconfortarlo; Diopentes trajo de un mueblecito escondido, el cual había, agraciadamente, quedado intacto y sacó una garrafa y cuatro kylix pequeños en los que vertió un poderoso vino añejo, de fuerte sabor, del que todos, exhaustos, bebieron. Fidias tuvo una revelación: supo de golpe que no solo sería escultor, sino que, además, estaba en casa.

 

Estaban los cuatro tomando su vino cuando se escucharon gritos desde la calle: ¡Critio! ¡Mesiones! ¡Diopentes! ¡Salgan! ¡Traigo de nuestras piezas pedazos!

 

Anónimo, Efebo rubio, ca. 490-480 a. C., estilo postclásico, alto 25 cm, profundidad 22.8 cm.

 

En el acto se levantaron y muy aprisa salieron a la calle. Era Benor, escultor, asimismo, que sobre un carruaje casi deshecho hubo logrado de los escombros de un templo cercano sacar, con la ayuda de varios vecinos, la cabeza del Efebo rubio, de Diopentes y el cuerpo sin cabeza de una Atenea de su autoría, que no era más una coré, sino un contra posto, posición escultórica revolucionaria para su tiempo, ya que un pie se encontraba más adelante que el otro, simulando dar un paso.

 

Al salir los cuatro del taller se vieron a sí mismos reflejados en el grupo de vecinos que, a falta de animales para tirar el carruaje, ya que la mayoría de éstos se encontraban varados aún en Salamina, lo tiraron ellos mismos; se veían harapientos, hambrientos, hartos.

 

—Muchas gracias, hombres libres. Muchas gracias, vecinos de Atenas—, dijo Mesiones, dirigiéndose a ellos, apurando a sacar y repartirles algunas monedas, avergonzado ante aquel pago ridículo, pues les habría sabido mejor un poco de agua; pero ni eso había.

 

—Gracias, gracias— dijeron los hombres, esfumándose entre los escombros y paredes amancilladas, cual humo, cual fantasmas, quedando los ahora cinco, y solo los cinco, alrededor del carruaje, sin emitir sonido. Ahí se quedaron un rato, parados, con la mirada fija sobre las piezas. Caía la tarde. Se iba la luz del día, la luz del sombrío día en el que Fidias decidió ser escultor.

 

Je te salue, oh, Aphrodyte

1 Tintoretto Retrato de Jacopo tomada de internet2 El Greco El caballero de la mano tomada de internet3 Tintoretto Autorretrato5 Vlady Grupo de la Ruptura6 Vlady Pareja7 Vlady Retrato de Tatic Samuel8 Vlady Pareja9 Vlady Sin título10 Vlady Sin título11 Vlady La rebelión12 Vlady La embestida13 Vlady SIn título4 Vlady Autorretrato de Tintoretto, 1975

Vlady. Rebeldía y pasión

Eduardo Espinosa Campos [1]

 

 

Conocí la obra de Vlady antes que al artista. Fue en el Museo de Arte Moderno, coincidentemente, donde lo vi la primera y la última vez. La primera, fue a principios de la década de los ochenta, cuando mostró públicamente su autorretrato, en el que tomó como referencia aquel de Jacobo Robusti de Tintoretto, pero hecho a la manera de El Greco (El caballero de la mano en el pecho), y que suscitó una airada polémica con Raquel Tibol. [2] La segunda vez fue en 2000, en ocasión de su exposición Vlady. El modelo interior. De la rueda de prensa (del 21 de noviembre) recogí algunas declaraciones suyas, que me parecen reveladoras, como: “No veo diferencia entre los medios: pintura, dibujo, grabado”. Vlady tenía la virtud de comunicarse con aparente sencillez. Sus pinturas muchas veces están fusionadas con dibujos; pintaba como si dibujara pero también dibujaba pintando. Aunque siempre me ha parecido que fue en el dibujo donde encontró su mayor libertad de expresión.

 

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Beatriz Zamora

Carlos-Blas Galindo

Cenidiap/INBAL

 

 

Ideas propias

 

 

La escritora británica Virginia Woolf (1882-1941) fue pionera en algunos aspectos de lo que hoy denominamos como feminismo. En su célebre texto Una habitación propia (1929) estableció que, para que en el ámbito patriarcal y capitalista una mujer pudiera dedicarse al arte, requeriría contar al menos con ingresos financieros, una formación académica y un espacio físico para trabajar. Eso es muy cierto, independientemente de la desigualdad de los privilegios para mujeres de la burguesía europea, como ella, y la falta de éstos entre esclavas no europeas. A la vez, esta condición resulta del todo adecuada para referirse a la vida artística de Beatriz Zamora.

 

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Homenaje a Pablo O’Higgins

Eduardo Espinosa Campos

Cenidiap/INBAL

 

El 22 de noviembre de 2012, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) organizó una mesa redonda de homenaje al grabador, pintor y muralista Pablo O’Higgins que tuvo lugar en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. En mi participación, además de hablar del trabajo del artista y del sentido de su obra, también destaqué la labor de cuidado, preservación y difusión realizada por su esposa, la abogada María de Jesús de la Fuente Casas. El 20 de diciembre de 2021 ocurrió el lamentable deceso de María O’Higgins —como era también conocida— en su casa de la calle de Xochicaltitla, en Coyoacán, Ciudad de México. Por este motivo decidí recuperar este texto que desde entonces concebí como un homenaje para Pablo y María O’Higgins.


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Beatriz González en el MUAC *Imagen 3Imagen 2Imagen 4Imagen 6Imagen 5

Beatriz González: la muerte se reproduce, la paz también.

Emilia Amezcua

 

Todo ser humano busca la inteligibilidad de la violencia que le rodea. Querer encontrar un porqué a la violencia es la reacción primaria ante hechos que nos atraviesan con tanta insensatez. El panorama violento necesariamente crea una explicación de la boca de quien lo vive. No podríamos aceptar con brazos cruzados que eso fue todo, que toda la crueldad fue en vano. Necesitamos, al menos, esa mítica razón que permita a uno dormir más tranquilo de noche. Necesitamos tener la certeza de algo, así como la certeza de que llegará otra vez la primavera, que habrán nuevas flores.

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Imagen 3. Vista de la exposición  Days Gone By. Imagen del autor. 2024Imagen 1. Vista de la exposición  Days Gone By. Imagen del autor. 2024Imagen 2. Vista de la exposición  Days Gone By. Imagen del autor. 2024

La vida LGBTIQ+ , dos metrópolis, un cuerpo.

Rodrigo Rosas

 

 

Ángulo Galería, ubicada en Tijuana, B.C,  presenta la exposición Days Gone By del fotógrafo Carlos Guillén Apezteguía, curada por Ingrid Hernández. La muestra se conforma por treinta y cinco imágenes producidas durante tres décadas. La exhibición tiene como núcleo temático la forma en la que la vida LGBTIQ+ en la zona fronteriza de Tijuana-San Diego abre una ventana a reflexiones existenciales. Las fotografías recuerdan a grandes fotógrafos norteamericanos del siglo XX con una frescura contemporánea. 

 

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Presentación del libro “Las luchas por la memoria contra las violencias en México” La resistencia, CdMx, 7 de junio 2024

 

Cristina Híjar González

Cenidiap/INBAL

 

 

 

 

Primero lo primero: celebrar la publicación de este nuevo libro que se suma a otros, todos relativamente recientes, que tratan seria y responsablemente las luchas por la memoria con todas sus aristas, aspectos, disputas, enfrentamientos, experiencias, materializaciones y empeños ejemplares realizados por colectivos y grupos de familiares y organizaciones comprometidas e independientes en constante actividad no solo por la memoria sino también por la verdad y la justicia, las garantías de no repetición y la imposible e insuficiente reparación de daños. Escribir sobre esto es dar cuenta de todo lo realizado, no con una perspectiva arqueológica sino como un asunto presente y vigente, con todos los escenarios, temas y perspectivas pendientes de reflexión; es dar testimonio también de los tiempos infames y poner sobre la mesa asuntos urgentes cuya discusión nos requiere a todxs.

 

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Retrato de Isabel Villaseñor.Isabel Villaseñor como María en la película  ¡Qué Viva México!Isabel Villaseñor,
Lavanderas,
grabado.Isabel Villaseñor,
Elena la traicionera, 
grabado.Isabel Villaseñor,
Mural en la Escuela Rural de Ayotla.9 Monotipo8 niño muerto910 monotipo2Retrato de Isabel Villaseñor con una acompañanteRetrato de Isabel VillaseñorIsabel Villaseñor,
Monotipo.

Isabel Villaseñor y Frida Kahlo: dos rostros de la mexicanidad


Carmen Gómez del Campo Herrán / Leticia Torres
Cenidiap/INBAL

 

 
En las páginas de su diario fechadas en el 13 de marzo de 1953, Frida Kahlo dibujó sobre un fondo amarillo y carmesí el contorno en tinta negra de una mujer ataviada con una amplia falda, que mira sentada a una paloma que posa en su mano derecha. Su rostro oscuro y de lado representa el perfil de su querida amiga y confidente, la pintora y poeta Isabel Villaseñor quien ese día había fallecido. Se trata de una imagen sencilla y a la vez compleja, pero la carga afectiva la vuelve intensa. Al perfil de la mujer lo cercan cinco líneas rojas entrecruzadas que parecen lanzas a punto de atravesar el rostro. En letras rojas se lee “VENADA, muerte vida, colorado, pintora, poeta”. En páginas contiguas, Frida pinta un venado rojo sobre un horizonte verde con un sol carmesí, dónde lo acompañan unas palabras de lamento que evocan las cualidades de su amiga: “¡Te nos fuiste Chabela Villaseñor! Su voz, electricidad, talento enorme, su poesía, su luz y misterio.”

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EH?
Lazarus - Black Star, De la serie Sacudidas violentas del alma, 2023,
óleo sobre tela.1. Alberto Castro Leñero,
Figura en escorzo, 2005, 
 óleo sobre tela (2)Flor Minor,
Mar de serenidad, 2014,
cuadríptico, grabado (2)Magali Lara,
Aire, 2001,
óleo sobre tela.Manuela Generali,
Peter Pan, 2013,
técnica mixta sobre tela.6 Therius Allan Zaragoza, Portada Memoria (2)

De mujeres y otros relatos fantásticos en el Museo José Luis Cuevas

Carlos-Blas Galindo
Cenidap/INBAL

 

 

Entre el jueves 26 de octubre de 2023 y hasta el domingo 26 de noviembre de ese mismo año, se presentó en el Museo José Luis Cuevas de la Ciudad de México, la exposición colectiva De mujeres y otros relatos fantásticos, la cual estuvo integrada con obras del amplio acervo artístico de la Galería Arte Contemporáneo San Miguel de Allende. Estaba previsto que la clausura ocurriera el domingo 5 de noviembre de 2023; empero, debido a la amplia afluencia de públicos con la que contó, continuó siendo expuesta durante tres semanas más (pagaron boleto de ingreso poco más de dos mil 600 personas). El título de esta amplia muestra, deliberadamente ambiguo y a su vez provocador, alude a la producción, difusión y consumo de imágenes de mujeres en las artes plásticas y visuales en Occidente, y en específico en el contexto del medio cultural mexicano, independientemente de que las autorías de las citadas imágenes sean de mujeres o de hombres. Continuar Leyendo →

Murales Invisibilizados. Un recorrido sorprendente por la Ciudad de México

Laura González Matute

Cenidiap/INBAL

 

La reciente publicación Imágenes Escondidas, que fue coordinada por la doctora en historia del arte Ana Torres Arroyo de la Universidad Iberoamericana, resulta una guía prácticamente inédita del Centro Histórico de la Ciudad de México. El libro, integrado por 20 ensayos sobre murales en específico, brinda la oportunidad de entrar en contacto con diversas creaciones que han estado fuera de la vista de los investigadores especializados y del público en general.

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