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Modalidades de la subjetividad contemporánea y sus desafíos

Posted on 12 abril, 2021

Adriana Zapett
 
 
Analizar los procesos de producción de subjetividad y la red de relaciones de poder que ellos involucran, en el siglo XXI, implica entender más a fondo una de las expresiones dominantes del tecnocapitalismo actual, como lo ha sido Internet y la conectividad planetaria que esta red de redes permite, con sus especificidades y usos geopolíticos actuales.
 
 
El escenario científico-tecnológico contemporáneo no es menos complicado; ahora se cuenta con enormes infraestructuras de grandes servidores, cableado submarino, ordenadores muy potentes y con una constante investigación en el campo de la computación cuántica.
 
 
De ahí que las áreas financieras, económicas, sociales, culturales y de gubernamentalidad, entre otras, requieran estar vinculadas a todos estos avances. Asimismo, este conjunto de intersecciones, flujos y redes que caracterizan nuestra época también dan origen a nuevos comportamientos y construcciones interpretativas del mundo, y a modalidades de la subjetividad sumamente dinámicas en la desterritorialización-reterritorialización, en la interculturalidad y en las formas distintas de experimentar la corta y larga duración de los eventos y las emociones.
 
 
Subjetividad y tecnología digital, en sus parámetros de interioridad y exterioridad programables mediante los lenguajes binarios, unen de manera simbiótica: biología y algoritmo. El ser humano y sus sociedades más allá de los límites corporales y de las fronteras terrestres han integrado la especialización del saber humano con los avances de la inteligencia artificial, al grado de que podemos adentrarnos en poderosos entornos reales y virtuales que van más allá de efectos de simulación o de simulacro. Ahora incursionamos en territorios inimaginables como los de Marte en el vasto universo.
 
 
En las prácticas de la vida cotidiana y en las prácticas del poder institucional y político, uno de los elementos de este sofisticado mundo digital, sobre el que debemos reflexionar a profundidad, es cómo sabremos hasta dónde impactarán los algoritmos de inteligencia artificial empleados y desarrollados en múltiples dispositivos tecnológicos, como los empleados en el sector médico, en los asistentes virtuales Alexa y Siri o en los teléfonos inteligentes; o bien a aquellos que estamos expuestos en plataformas como Youtube, Facebook o Google. El sujeto contemporáneo está permanentemente condicionado por el cómo lo determinan estos algoritmos en sus gustos, preferencias, estilos de vida, etcétera. Hay una modelización del ser humano a través del consumo digital.
 
 
Los lenguajes de programación, las técnicas de inteligencia artificial y las herramientas computacionales, al ser cada vez más complejos, han permitido nuevos desarrollos que inciden en la subjetividad humana. A manera de ejemplo, el uso extensivo de Whatsapp ha dado lugar a otra clase de comunicación intersubjetiva y de comportamientos. Por otra parte, la técnica de redes neuronales también ha permitido avances impensables en el campo de la inteligencia artificial. En estos tiempos de confinamiento el empleo de la robótica para dar consulta a distancia, para el traslado de materiales médicos y para el monitoreo de pacientes, contribuyó a enfrentar el desafío humano frente a la agresividad de un virus.
 
 
Otro desarrollo son los algoritmos de Machine Learning, que permiten a las computadoras encontrar las soluciones a determinados problemas, sin necesidad de la intervención humana. En el reconocimiento de rostros, en los autos autónomos, en el área médica para el diagnóstico de enfermedades, se hace evidente que los sujetos van incorporando objetos que simulan cualidades intelectuales. El sujeto pasa a ser un actor red, como lo define Bruno Latour, en un escenario de artefactos tecnológicos, que son más que extensiones del mismo.
 
 
Estas redes neuronales artificiales que emplean el reconocimiento de patrones que parten de modelos computacionales, los cuales se desarrollan a partir de capas de información cada vez más abstractas y complejas, nos muestran cómo se va imbricando el mundo de lo humano con lo no humano.
 
 
Ahora ya podemos comprender que la subjetividad contemporánea no se conforma sólo por los procesos analógicos de aprendizaje, estamos plagados de los algoritmos inteligentes en todas las áreas de la productividad humana.
 
 
El entorno digital está generando grandes desafíos en la forma en que interactuamos entre nosotros mismos, en nuestra relación con los artefactos, en el control y la vigilancia a los que estamos sometidos, pero que también hemos aprendido a ejercer sobre nuestros semejantes mediante los dispositivos tecnológicos.
 
 
Cómo se podría normar, gestionar y regular este modo invasivo y de enorme seducción si no alcanzamos a percatarnos de que estamos siendo modelizados, y hasta los que parecen desarrollos libres ya están dentro de estos procesamientos de información.
 
 
El impacto que tendrá para los sujetos el hecho de que todos sus datos personales puedan ser controlados y analizados a nivel estadístico en tiempos muy cortos podrá ir en detrimento de su acceso al empleo, a la vivienda, a la educación y a la salud, por citar algunos sectores. El poder de la Big Data en el sistema corporativo es parte de sus instrumentos de vigilancia y control actuales.
 
 
Podremos en el futuro experimentar realidades no codificadas, algoritmizadas y programadas por este campo sintáctico puramente pragmático. Las sutilezas perceptivas del ámbito sensorial responden a procesos de sentido y significación múltiples y complejos, desde donde serán pensadas las políticas de la afectividad con usos no deseables de estas tecnologías. Los grandes corporativos y transnacionales de las tecnologías de la información y comunicación impondrán sus modelos en la relación humano-máquina; cuál será la realidad biopolítica si el tiempo de las leyes está siendo rebasado por más construcciones imaginarias, reales y ficcionales, de las que la mente misma no había experimentado.
 
 
Trazar caminos alternos en las transformaciones de este mundo implica considerar la relación de fines y medios de quienes controlan las tecnologías digitales y anteponer modos de pensar y actuar éticos en relación con el bien común.
 
 
 
 
Bibliografía
 
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