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Reconocimiento al maestro Jorge Guadarrama

Posted on 23 septiembre, 2019

Alberto Castro Leñero
 
 
Primeramente agradezco a las autoridades del INBAL y a Jorge Guadarrama la invitación para participar en esta mesa de diálogo en torno a su trayectoria lo cual plantea un reconocimiento por su trabajo y dedicación de toda una vida. Mi presencia, más que la de ser un especialista en historia del arte como algunos de los compañeros de la mesa, tiene un significado presencial al ser yo un artista contemporáneo que pinta, esculpe y practica otras disciplinas relacionadas con la creación plástica.
 
 
El texto que leeré es el resultado de una conversación que tuve recientemente con el maestro Guadarrama y la información que organicé a partir de esta plática.
 
 
Jorge Guadarrama es una persona a quien aprecio. Como se menciona a través de este homenaje, destaca con grandes cualidades, un hombre que ha contribuido enormemente a la difusión de la cultura, a forjar una imagen de México en el exterior a través de su participación como comisario y museógrafo, gestor, conservador, protector, apreciador de el arte mexicano, desde el arte popular, el arte de las culturas indígenas, el arte moderno y el arte contemporáneo.
 
 
Jorge Guadarrama, estudiante de pintura en la Academia de San Carlos, comenzó de muy joven a familiarizarse con la museografía, realizó algunas pinturas y desarrolló habilidades para el dibujo constructivo que posteriormente le serían de gran ayuda. Colaboró ocasionalmente en el trabajo de la familia, junto con su hermano Juan y Emeterio y su padre Emeterio Guadarrama. Su familia frecuentemente participaba en el trabajo museográfico en la construcción y montaje del material para exposiciones.
 
 
En esa época conoció a Fernando Gamboa quien descubrió su capacidad y creatividad y lo integró al equipo museográfico en uno de los proyectos más importantes de esa época: la exposición internacional Obras maestras del arte mexicano, presentada en varias ciudades europeas como el Museo Pushkin en Moscú, el museo Ermitage en San Petensburgo, el Petit Palais en París y el Museo del Condado en los Ángeles California.
 
 
Gamboa abrió la oportunidad para que Jorge Guadarrama reconociera su vocación y trazara el cimiento de su camino. En su recorrido aprendió a manejar oficios relacionados con la actividad museística como museógrafo adjunto, museógrafo, gestor, curador, dibujante, comisario.
 
 
Jorge Guadarrama generó confianza en los directores de museos y en los funcionarios de cultura a tal punto que estuvo involucrado en la producción y montaje de las exposiciones más relevantes que se han generado en los museos del la Ciudad de México y otros recintos del país. Su criterio y experiencia sirvió como piedra de toque en los nuevos proyectos.
 
 

 
Su carrera se labró, como él mismo lo menciona, sobre la marcha, en el proceso de resolver los grandes retos en las muestras itinerantes. El trabajo de Jorge incide en los cánones de las exposiciones universales, destinadas a definir la presencia de México como una potencia cultural. Con su trabajo y dedicación tomaron relevancia los objetos que representaban, según el criterio de esa época, el espíritu de nuestro país. La riqueza de nuestras culturas indígenas tomó lucimiento y sobriedad gracias a el tono que Jorge infirió a sus montajes. No escatimaba esfuerzo ni material p 
 
En el texto de Ana Garduño en la Gaceta de Museos dedicado a Jorge Guadarrama hace referencia a dos épocas en el desarrollo del arte mexicano.(1) Es muy interesante la cita de Graciela de la Torre que recopila la doctora Garduño. Este comentario se refiere a la diferencia de la curaduría de Gamboa que se recrea en el poder del objeto, en su presencia estética, y el giro que toma la actividad del arte de hoy, que necesita justificar y entender el proceso creativo para ordenar una estructura de información en un mundo más complejo y comunicado.
 
 

Hasta la década de los setenta, y aún después, los museos de arte continuaron la tradición encabezada por el maestro Fernando Gamboa, quien marcó las exposiciones que presentó con características personales que en su tiempo eran consideradas virtudes, pero que ahora resultan limitaciones, ya que propugnó proyectos de exposición basados en el acopio y presentación de objetos sobresalientes por su factura o rareza […] Para esta escuela, lo más importante era el efecto.(2)

 
 
Como Jorge Guadarrama mi generación quedó atrapada en la política cultural de este cambio de paradigmas. Cambio profundamente positivo al detonar la reflexión y cuestionar la apariencia pero que en un momento se desligó de la forma y el poder de la obra. Cambio ocasionado por nuevos actores: artistas e intelectuales que llegaron del exterior a México en la década de 1980, cuando aparece la presencia del curador.
 
 
A diferencia de Jorge Guadarrama que gracias a sus virtudes personales y su serenidad se adapta y asimila este nuevo escenario, para algunos artistas el cambio de políticas culturales significó un desplazamiento, trayendo como consecuencia la pérdida de poder de presencia en los espacios cultuales, custodiados desde ese momento por un aparato burocrático y académico que garantizaba la justificación teórica y pertinencia de los nuevos proyectos. Desde luego era necesario este cambio para restructurar el nivel de a los procesos creativos y colocarlos dentro de la realidad cambiante del mundo, pero el cambio a partir de las estructuras académicas y la misma mentalidad individualista del artista de esta época provocó una interrupción del camino de una generación, que había participado hasta ese momento en un proceso creativo intenso y apasionado, la de los artistas de la década de 1950.
 
 
Un aspecto muy interesante es cómo Jorge Guadarrama transitó suavemente, diagonalmente, en un momento de cambio cuando entraba una nueva conciencia sobre la actividad del artista, donde aparecía el nuevo interlocutor del arte, el curador, como una figura poderosa en el ajedrez del arte, y cómo Jorge atravesó ese escenario manteniendo su participación discreta y necesaria como museógrafo neutral y creativo.
 
 
Paralelamente en las altas esferas de los principales recintos museísticos la museografía perdió su estatus y se incorporó al lenguaje del artista y el curador que ya no buscaban la excelencia del oficio en el montaje per se sino que lo incorporaron como una herramienta del discurso al servicio del concepto. Así es que podemos encontrar desde una caja de zapatos que pasa inadvertida en un espacio neutro hasta una aspiradora que resplandece en un capelo de vidrio con la iluminación exacta que la convertirá en un objeto con un aura sobrenatural.
 
 
Jorge Guadarrama aunque se adaptó admirablemente comentó la rigidez de los nuevos guiones curatoriales como esquemas prediseñados que no admitían variantes aunque en alguna ocasión tenía la audacia para participar como autor en el juego de los objetos. Jorge me cuenta una anécdota al respecto: en 1989 se presentó en la sala Paul Westheim en el palacio de Bellas Artes una exposición de fotografía curada por Manuel Zavala y museografiada por él. En una mampara se despliega una serie de fotografías enmarcadas formando una línea horizontal, entonces en uno de los espacios donde correspondería a la foto enmarcada del conjunto, Jorge hizo un resaque rectangular de lado a lado. El vació quedó enmarcado y del lado opuesto de la mampara sucedió lo mismo, con la intención que en algún momento coincidieran las miradas de dos observadores antípodas y se produjera un encuentro sorpresivo. Tal vez un cambio de vida.
 
 
Ahora Jorge, como nosotros, es testigo de la evolución de un sistema cultural y político que en un momento funcionó como una entidad orgánica y que posteriormente se profesionalizó para volverse más reflexivo y democrático, menos pasional y tal vez más frío. Jorge es un eslabón que nos conecta con la historia viva de la cultura de nuestro país, un viajero del tiempo, alguien que tuvo contacto con una generación de aristas e intelectuales míticos ya muertos. Alguien que habló con los principales protagonistas del muralismo, de los directores de museos, escritores, críticos y filósofos, artistas, clérigos.
 
 
Jorge me narró cómo cruzó Europa en un pequeño volkswagen manejado por Fernando Gamboa, o cómo en el Museo Pushkin batalló indeciblemente con un batallón de cadetes soviéticos que trataban de subir por una rampa de madera las 12 toneladas de peso de un Atlante de Tula y una cabeza olmeca de piedra maciza que formaban parte de la muestra Tesoros de México presentada a través de Europa en un recorrido que duró catorce años.
 
 
Como se ha dicho, Jorge Guadarrama está involucrado en la creación de la mayoría de los museos actuales. Manteniendo paralelamente lo que creo, ha significado el proyecto más cercano a su corazón la dirección del Museo de la Basílica de Guadalupe. Me platicó cómo entró en contacto con ese espacio religioso, su relación con el abad Schulemburg y con el siguiente rector del Santuario Guadalupano. Cómo descubrió una colección valiosísima de piezas religiosas de arte acumuladas caóticamente en los salones de piedra y cerámica, en las bóvedas del pequeño edificio deteriorado por el paso del tiempo y relegado en los cambios del tiempo. Me lo imagino descubriendo tesoros ocultos, misterios invaluables, sepultados en la acumulación de objetos que el tiempo y los eventos de la vida no alcanzaron a descifrar.
 
 
Jorge es un hombre privilegiado que ha tenido acceso a las colecciones más increíbles. Gracias a su trabajo y dedicación ha tenido las puertas abiertas a los lugares más custodiados, donde están los objetos más valiosos a los que el público en general no tiene oportunidad de entrar.
 
 
A partir de museo de la basílica, Guadarrama encontró conexiones con personajes inigualables como Lorenzo Boturini, un italiano de origen humilde que en su afán de colocarse en la corte de Carlos VI de Austria descubrió el culto Guadalupano y viajó a México para convertirse en historiador de las culturas indígenas logrando recopilar una valiosa colección de objetos y códices. Tuve la oportunidad de trabajar con Jorge en una exposición con el tema de Boturini ligado al culto Guadalupano.
 
 
Para mí es sorprendente cómo a través de este ejercicio de memoria que implica participar en esta mesa descubro la vida de personas dedicadas a actividades a las que no había visto con detenimiento y de cuya importancia no me había percatado, como la figura del investigador, el coleccionista, el amante del arte, el viajero, de estos personajes apasionados en saber, en recopilar objetos y conocimientos. Y cómo con Boturini podemos ir más lejos y pensar que después de su muerte, Alexander von Humboldt obtuvo un grupo de códices y manuscritos de esa colección que fue disgregada.
 
 
Me vienen las imágenes de la exposición sobre Darwin en el Colegio de San Ildefonso, un armadillo gigante de las islas Galápago. Pienso en la colección del Anahuacalli donde el maestro Jorge Guadarrama colabora al montaje de remodelación, siguiendo un guión de Carlos Pellicer.
 
 
Desconozco si Jorge tiene una gran colección, pero desde luego su presencia tiene la irradiación de ser un personaje que ha caminado como equilibrista y es un puente que conecta con la red de personas que comparten la voluntad de descubrir y crear.
 
 
Gracias a Jorge.
 
 
 
 
Notas
 


[1] La museografía como destino y la gestión como misión: Jorge Guadarrama”, Gaceta de Museos, INAH, tercera época, núm. 73, abril-julio de 2019, pp. 34-43.

 

[2] Graciela de la Torre, “Zodiaco mariano, 250 años de la declaración pontificia de María de Guadalupe como patrona de México”, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, vol. XXVII, núm. 87, año 2005, <http://www.analesiie.unam.mx/index.php/analesiie/article/view/2202/2779>.

 
 
 
 

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