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Rediscovering Mural Paintings: Works for Children by Carlos Mérida and Emilio Amero

Posted on 7 abril, 2017

Guillermina Guadarrama Peña
 
 
En agosto de 2016 restauradores del Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble, INBA (CNCRPAM) iniciaron trabajos de conservación de los murales que se encuentran en la actual escuela Belisario Domínguez, ubicada en la colonia Guerrero de la Ciudad de México. El vestíbulo, los dos corredores de los dos niveles y algunos salones están cubiertos con murales de las prácticas que los alumnos de la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda realizaron en los años cincuenta del siglo XX. La escuela primaria se encontraba en el edificio de enfrente y eso lo hacía un lugar propicio para tal actividad. Los maestros que en diferentes épocas impartían pintura mural fueron el director Antonio M. Ruiz, Pablo O’Higgins y Arnold Belkin.
 
 
La restauración de la obra de los entonces estudiantes, ahora convertidos en artistas, fue encabezada por Renato Robert Paperetti, y se llevó a cabo gracias a la tenacidad de este restaurador, y no por el interés de las autoridades del CNCRPAM/INBA. Así, han rescatado y visibilizado partes de murales que se realizaron en 1923, época de la inauguración de la escuela, obra de conocidos artistas de la época: Carlos Mérida y Emilio Amero, quienes pintaron por indicaciones del secretario de Educación Pública, José Vasconcelos.
 
 

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Detalle de los trabajos de restauración, Escuela Belsario Domínguez.

Vasconcelos se propuso que existieran murales en diversos centros educativos. Uno fue la biblioteca infantil que se encontraba en las instalaciones de la SEP, y otros en las escuelas Belisario Domínguez y Benito Juárez. Para la primera designó a Carlos Mérida y le asignó el cuento clásico de Caperucita Roja en la versión original de Charles Perrault con adaptación para México de la poeta chilena Gabriela Mistral, quien se encontraba en México a invitación del secretario de Educación Pública. El resultado fue un híbrido. El cuento fue escrito en los muros de la biblioteca, en la parte superior del mural, cuya narración era muy similar al de Perrault: “Caperucita roja visitará a la abuela, que en el poblado próximo postra un extraño mal. Caperucita que tiene rizos rubios tiene el corazoncito tierno como un panal”. Pero la Caperucita de Mérida no tiene rizos rubios, sino pelo oscuro cubierto con un gorro, o tal vez una pañoleta de color rojo, de acuerdo con el boceto; está representada como niña guatemalteca, vestida con la ropa típica de los grupos originarios de ese país: blusa blanca y falda roja bordadas. El lobo es un coyote mexicano de mirada pícara. Arriba de esa imagen continúa la narración: “Le sale al paso el lobo de los ojos diabólicos: caperucita, cuéntame a dónde vas”.
 
 

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Carlos Mérida, Caperucita Roja, 1923, Biblioteca de la Secretaría de Educación Pública, obra destruida, Archivo Histórico SEP.

La línea pictórica de Mérida es una mezcla entre las raíces americanas originarias y expresiones de vanguardia, es decir, un arte de nueva creación. El mural ya no existe. La paleta de color usada por el artista se deduce por el boceto de esta obra que publicó en una revista.
 
 
Para decorar el centro escolar Benito Juárez el encargado fue Roberto Montenegro, quién pintó el cuento de Aladino en 1925 en uno de los muros de la biblioteca. En otro retrató personajes históricos como Sor Juana Inés de la Cruz, tal vez porque ya no estaba Vasconcelos al frente de la SEP, quien renunció un año antes, y la nueva línea, asentada por Diego Rivera, era la histórica.
 
 
En la escuela Belisario Domínguez, situada en la actual colonia Guerrero, que es la que nos ocupa, fueron asignados los artistas ya mencionados: el experimentado Mérida y Emilio Amero. El antiguo centro escolar fue una de las llamadas escuelas tipo, que formó parte del proyecto vasconcelista de construcción de escuelas en zonas alejadas de la Ciudad de México, una urbe muy pequeña entonces. Construida con el estilo neocolonial, tiene amplios salones con enormes ventanales que los llenan de luz, dos patios y corredores con arcadas, gimnasio y alberca. Fue inaugurado en 1923 por el mismo Vasconcelos, así se anota en una placa que se encuentra en el lugar.
 
 
De acuerdo con la única fotografía que existe de escuela y mural, le correspondió a Mérida pintar en los muros del corredor del segundo nivel del segundo patio, y quizá también lo hizo en el primer patio, pero no hay evidencia fotográfica. Según las imágenes plasmó escenas infantiles con juegos mecánicos y paisajes trazados con su conocido estilo geométrico. En el muro de enfrente pintó una larga cenefa en la que incluyó casas tipo maya, intercaladas con niñas vestidas de rojo, un color similar al usado para el gorro de Caperucita roja en su anterior mural, todas iguales, casas y niñas, rodeadas de grandes flores y pequeños árboles de colores imposibles, un tanto fauves, una línea pictórica con la que había trabajado en sus años en Europa. En las esquinas de las columnas plasmó pequeños cestos con flores, y en algunas partes de las bóvedas grandes figuras con flores de hermosos colores, azules, blancas, amarillas, rodeados de mariposas rojas.
 
 
Amero pintó su mural en las paredes de la planta baja del primer patio, tal vez también en el primero, así como el muro del cubo de la escalera. Pero hasta el momento sólo se ha encontrado una fotografía y algunos vestigios. El tema, seguramente por instrucciones de Vasconcelos, se trataba del cuento de origen árabe Ali Babá y los cuarenta ladrones, el cual, como otros que supuestamente formaban parte de Las mil y una noches, fueron adaptados para niños en Occidente.

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Emilio Amero, Ali Babá y los cuarenta ladrones, 1923, Escuela Belisario Domínguez, archivo Carlos Mérida, Cenidiap/INBA.

De este mural, el tenaz el insistente restaurador Renato Robert sólo se ha encontrado pequeños fragmentos, por ejemplo unos pies morenos con el pantalón de bombacha, propio de los árabes y del cuento mencionado.  De acuerdo con la única fotografía localizada, en la parte inferior del mural se escribió la historia, del cual se rescata un fragmento: “El único medio de subsistencia era cortar leña que cargaba sobre tres asnos para venderla luego en la ciudad. Aunque en el país no se hablaba de ladrones, Ali Babá los tomó por…”, ahí se corta la frase en la fotografía, lo cual indica que estaba escrito a lo largo del muro. El mural, de acuerdo con la fotografía, muestra un dibujo sencillo, un tanto naif, posiblemente para que los niños la sintieran cercano.
 
 
Sobre estos murales no hay mayor información, ni sus autores guardaron documentos que permitan conocerlos, por eso es una gran aportación el esfuerzo hecho por Renato Robert Paperetti y el equipo de CNCRPAM que dirige para descubrir estas imágenes que son una aportación al conocimiento y un rescate patrimonial.
 
 
También se debe mencionar el interés del restaurador mencionado por encontrar murales en los salones de clases. Ha logrado encontrar vestigios de obras, probablemente realizadas en la década de 1950. Ojalá hubiera muchos restauradores así, pero apoyados por las autoridades.

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Trabajos de restauración, Escuela Belsario Domínguez.


 
 
 
 

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