Conaculta Inba

El desastre de Valencia

Alberto Híjar Serrano

Cenidiap/INBAL

 

Atañe a México por la afectación de los centros de la memoria dedicados a Max Aub y a Josep Renau. Aub fue un combatiente distinguido contra el fascismo y el nazismo, no solo como trabajador de la cultura sino participante en trabajos políticos diversos gracias a la solidaridad de simpatizantes con la Republica Española y con sus tareas de escritor, especialmente la biografía de Jusep, como escribía en lugar de Josep, de apellido Torres Campalans, pintor a quien encuentra en Tuxtla Gutiérrez a raíz de ser invitado en 1955 a celebrar los 350 años de la primera parte de El Quijote. Un librero catalán le informa sobre el “hombre alto de color, seco al que llaman Don Jusepe”, con casa entre los chamulas, “una champa de hoja de palma”, que se niega a hablar de su pasado en París antes de la guerra del 14.

 

 

A raíz de la publicación de la novela, Jaime García Terrés y Carlos Fuentes recogieron los recuerdos sobre el pintor parisino conocido en esa ciudad por Siqueiros, según declaró el famoso y perseguido comunista. Jean Cassou publicó un folleto sobre la vida del pintor, que expuso en dos ocasiones: en México, en 1958, en las Galerías Excélsior, y en Nueva York, en 1962, en la Galería Bodley. Según parece, el personaje es creación de Max Aub. Al final de la contratapa de Editorial Lumen, se precisa que es una “magistral reconstrucción del ambiente intelectual y artístico catalán y parisiense de principios de siglo”. Pese a su vida azarosa, Aub publicó, en 1929, 1933 y 1934, tres breves novelas y luego de pasar tres años en la cárceles y los campos de concentración, de fugarse y de llegar a México a fines de 1942, escribió un conjunto de novelas sobre la Republica Española con cuatro títulos a los que agrega No son cuentos (1944) y Cuentos ciertos (1961), “donde se describe el mundo social y humano de Madrid en tiempos de la dictadura de Franco”. Dirigió Radio Universidad, donde dio trabajo a distinguidos exiliados y a sus compañeros universitarios mexicanos. Aceptó de buen grado mi serie principal de entrevistas Actualidad en la plástica mexicana, presencia indígena, con materiales del Instituto Indigenista Iberoamericano y los programas especiales conmemorativos, así como el arranque de lo que sería Voz viva de México,  que inicié con la recomendada por Rectoría, Rosa Galindo, quien facilitó las grabaciones de María Conesa y Graciela Olmos, La Bandida, todavía con su casa de fiestas no autorizadas en la calle de Durango, frente a donde estuvo la Plaza de Toros, El Toreo, y muy después el Puerto de Liverpool. Otras administraciones convirtieron el proyecto en la grabación de los discursos rectoriles y de los poetas en el candelero de la UNAM y del INBA. Las exposiciones del imaginario Torres Campalans recibieron críticas elogiosas de los expertos más notables, como Raquel Tibol. Otras de supuestos expertos europeos las escribió el prolífico Max Aub.

 

 

 

Trabajo remunerado de Renau fueron los carteles de películas mexicanas y otros encargos comerciales, exhibidos en la gran exposición que llegó hasta el Centro Tlatelolco con su fachada principal con la marcha de combatientes inclinados hacia adelante. Asombroso descubrir la enorme calidad de las pinturas, los grabados, los carteles, las portadas de revistas y libros, los murales, las ilustraciones. Con Siqueiros, Renau organizó al grupo de pintores españoles exiliados para su participación en el mural del cubo de la escalera del edificio sede del Sindicato Mexicano de Electricistas, con una máquina capitalista de hacer dinero que tuvo en el centro la reproducción de los rostros de niños masacrados por los bombardeos nazifascistas en Madrid, imágenes inaceptables para el Sindicato porque quedaban a la altura de la mirada de los usuarios de las escaleras, por lo que fueron sustituidas por monedas de oro. Los pintores españoles de caballete pintaron una serie de trabajadores de la industria eléctrica en una cenefa a la altura de la visión de un espectador que usa la escalera rematada en el último piso con la transformación de una ventana en el incendio del Reichstag, del que fueron culpados los comunistas hasta dar inicio al ascenso de Hitler y a sus consecuencias. Un gran perico con ostentosa ropa narra micrófono en mano. La figura de un combatiente armado con un fusil se desprende de lo alto para interpelar a los espectadores, según Siqueiros. Unas torres de energía rompen la cúpula con la bandera roja en alto con la hoz y el martillo. Renau hizo los trazos de la estructura geométrica garantes de la dimensión estética del mural más importante que se haya pintado con la participación de un colectivo bien organizado.

 

 

 

De las terribles persecuciones y cárceles, del campo de concentración del que escapó para su riesgoso viaje a América, no dejo crónica Max Aub, resistente a solazarse en sus desgracias como buen comunista. Suficientes las descripciones en sus novelas.

 

Retrato de la burguesía (detalle), Sede del Sindicato Mexicano de Electricistas.

Retrato de la burguesía (detalle), Sede del Sindicato Mexicano de Electricistas.

Generación 65. Grupo Mira

Cristina Híjar González

Cenidiap/INBAL 

El 8 de noviembre de 2024 se presentó el nuevo libro de Arnulfo Aquino, Generación 65. Grupo Mira, en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca. Comparto mi presentación.

 

Cómo se agradece la responsabilidad memoriosa asumida por quienes formaron la Generación 65 y, luego, el Grupo Mira, al dar cuenta, de manera tan precisa, tan exhaustiva y tan sabrosa, de los tiempos vividos.

Ya conocíamos de sus capacidades como historiadores y documentalistas excepcionales con sus valiosas publicaciones anteriores, en particular de Arnulfo Aquino, no solo con las del 68 sino con Imágenes épicas en el México contemporáneo e Imágenes de rebelión y resistencia. Oaxaca 2006, ambas de 2011. Todas son contribuciones de primera mano para la historia del arte en México y para alimentar la memoria histórica necesaria.

En este libro se tejen varios géneros, en particular el testimonio y la crónica para construir el relato historiográfico. Los testimonios, trabajados en excelentes textos de Aquino, Jorge Pérez Vega y Eduardo Garduño, como los dedicados al Baile de Máscaras en San Carlos, se entrelazan con los escritos contextuales y se enriquecen con la profusa inclusión de imágenes de recortes de prensa, fotografías de los protagonistas y de sus trabajos; documentos y testimonios visuales de momentos clave para aproximarnos al entorno de lo vivido en aquellos años de revueltas. De esta manera, sustentan y construyen las genealogías necesarias, las descripciones precisas, los trabajos enfrentados. Sus voces, incluidos los textos finales, aparecen no como una irrupción de pura subjetividad, sino como contribuciones críticas que dan cuenta de la complejidad histórica, todo reunido y organizado en un muy buen diseño editorial, lo que fortalece y otorga un valor de verdad a sus figuras, individuales y colectivas, que los sitúa en la batalla.

 Cubierta y cuarta de forros del libro Generación 65. Grupo Mira.


Cubierta y cuarta de forros del libro Generación 65. Grupo Mira.

Por si esto no fuera suficiente, basta con echarle un ojo a las trayectorias marcadas desde entonces por un grupo de jóvenes estudiantes de artes visuales que se tomaron la vida en serio. Impulso alimentado, también, por entrañables maestros, como Francisco Moreno Capdevilla, en cuyo taller se produjeron las piezas que darían lugar a la primera exposición de la Generación 65 y de ahí pa’l real. “Compañeros del Grupo 65 participaron activamente en la organización de conferencias, coloquios, conciertos, obras de tea­tro, exposiciones y diversos eventos que se realizaron en las instalaciones del edificio de San Carlos o en otros espacios culturales”, nos cuenta Eduardo Garduño.

 

1968 definitivo. Tomar la escuela y formar su comité de lucha para asumir todas las tareas y exigencias que planteaba el movimiento: guardias, brigadeo, una manta mural informativa al día y, por supuesto, la generación de cientos de imágenes alusivas a la lucha por las libertades democráticas planteadas en el pliego petitorio estudiantil. El linóleo y la serigrafía fueron los medios idóneos para la gráfica urgente, contestataria y denunciante de un estado de cosas intolerable. Una poética libertaria surgió en gráfica, poesía, canciones, teatro, todas las formas de lucha para informar y comunicar efectiva y afectivamente. En San Carlos, la incursión paramilitar destruyó estos trabajos. Por fortuna, no todo se perdió y hoy es testimonio importantísimo de tiempos infames, publicado por primera vez en 1982 por el Grupo Mira como homenaje a los caídos, germen, en 2004, del libro indispensable sobre Imágenes y símbolos del 68 de Aquino y Pérez Vega, editado por la UNAM, sobre la dimensión estética y la praxis artística del movimiento, que hoy se puede apreciar en el memorial del Centro Cultural Tlatelolco. Nada de esto sería posible sin los trabajos de ambos.

 

Experimentación, búsqueda, incursión en nuevas y otras formas del decir plástico y gráfico marcaron el destino de muchos de ellos, en particular de quienes formarían el Grupo Mira en 1977 y ya con un amplio bagaje a cuestas. Jóvenes artistas que nunca dejaron de formarse teórica y prácticamente, situados en su momento histórico, que asumieron con la responsabilidad indispensable para afectar algo más que el metro2 que tenían alrededor, como recomienda el Grupo de Arte Callejero argentino. Y esto solo es posible colectivamente, y así hicieron desde la Generación 65.

 

Aspecto destacable de todas estas experiencias fue su dimensión pedagógica, pues sacaban todo el jugo a los buenos maestros, estaban al tanto de las últimas tendencias en el ámbito mundial, no para copiarlas sin más, sino para discutirlas en el contexto mexicano. Sin duda, eran jóvenes artistas ávidos de conocimiento que no se conformaban con lo existente a primera vista. Cuenta, y mucho, el dominio técnico mostrado desde entonces al incursionar en variadas técnicas gráficas, lo que les abrió, muy temprano, espacios de exhibición dado el interés que sus propuestas suscitaban. Incluso, incorporando la instalación y el performance.

 

Me resulta imposible dar cuenta de todo lo detalladamente narrado en esta historia. Cada apartado, cada capítulo, cada conjunto de imágenes sería susceptible de un abordaje particular. Destaco algunas experiencias, como el trabajo con las y los chicanos e inmigrantes a inicios de la década de 1970 en California —los murales realizados y la muy importante participación con la organización política de La raza y su periódico Basta Ya!, así como la fundación de la Escuela Popular de Artes en Puebla. La experiencia en esta ciudad está narrada en dos bellos y entrañables testimonios de todo lo ocurrido, literal, en medio de balazos y agresiones armadas del gobierno estatal contra la Universidad, que no impidieron la creación heroica de la Escuela que duraría dos años, tras los cuales cada uno tomaría caminos profesionales diferentes para volverse a reunir en 1977 y crear el Grupo Mira.

 

Los detalles de todo ello los encontrarán en el libro, pero subrayo la continuidad de una elección hecha desde sus tiempos de estudiantes, una elección no solo artística sino ético-política como artistas ciudadanos, es decir, situados en su momento histórico y con capacidad de agencia. Desde ahí es de donde los invito a apreciar y entender todo el trabajo realizado desde entonces y hasta la fecha. Por supuesto, cuenta la excelencia técnica aunada, siempre, a la reflexión y la crítica histórica; para qué y para quién se hacen las imágenes, los signos y los símbolos artísticos, en un trabajo cultural constante y de largo alcance.

 

Índice del libro Generación 65. Grupo Mira.

Índice del libro Generación 65. Grupo Mira.

Como Mira coincidirán con muchos otros grupos y colectivos de trabajadores del arte y la cultura —y la denominación importa— surgidos en los 70, de donde se desprenderá el Frente Mexicano de Grupos Trabajadores de la Cultura, al que después le quitarán lo de Grupos y que realizó muy importantes actividades, exposiciones y pronunciamientos en respuesta a la necesidad de afectar todo el proceso: la producción, la circulación y la valoración del trabajo artístico y cultural ligado con los movimientos populares. Su documento constitutivo y su declaración de principios siguen siendo prueba de la posibilidad de que otro trabajo artístico, ajeno a los individualismos, al mercado y a los prestigios, es posible con la organización efectiva.

Mira destacará por su excelencia gráfica propositiva, por sus trabajos en los que apreciamos no solo los resultados sino los procesos, como el premiado Comunicado gráfico núm. 1, de potente vigencia, o el del Primero de Mayo, entre otros. Necesario mencionar su internacionalismo desde los 70; carteles en solidaridad con movimientos de liberación nacional y las revoluciones en curso en todo el mundo, con las actividades político-culturales de los exilios latinoamericanos, de la insurgencia obrera mexicana, de las huelgas en curso, de las actividades de otros trabajadores del arte y la cultura, de los movimientos y luchas populares, que en particular Arnulfo y Jorge siguen practicando hasta la fecha.

 

Distintos caminos, entre ellos el de la enseñanza artística, distintas apreciaciones de lo vivido cierran el libro, antecedidas por una bella foto en donde están Eduardo Garduño, Aquino, Pérez Vega y Rebeca Hidalgo, coautores de este libro, para dar lugar a sus reflexiones finales. Ya no están Silvia Paz Paredes, Salvador Paleo y Melecio Galván, el mejor dibujante mexicano contemporáneo de trágica muerte honrado por sus compañeros e hija Amaranta para dar a conocer su obra y legado.

 

Reconocimiento a todos quienes aparecen mencionados en los necesarios agradecimientos incluidos, lo cual también honra a esta publicación, en especial al extraordinario diseño editorial de Dunahi Aquino y al apoyo y cuidados de Azul, Iris y Arnulfo Emiliano, a toda la familia Aquino y a las colaboradoras de Arnulfo en estos empeños.

 

Jorge Pérez Vega y Arnulfo Aquino, Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, noviembre de 2024.

Jorge Pérez Vega y Arnulfo Aquino, Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, noviembre de 2024.

 

Finalmente, me honra mucho haber participado en esta publicación que debiera ser incorporada como libro de texto obligatorio en todas las escuelas de enseñanza artística de este país. Ésta también es la historia de arte mexicano. Me siento emocionada y conmovida por tanta historia, tanta memoria, tanto realizado que agradezco personalmente. Pocos ejemplares fueron impresos por Arnulfo Aquino, uno de ellos ya fue incorporado a la biblioteca del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca para su consulta.

Ojalá se encuentren los recursos necesarios para realizar la edición extensa de este valioso libro, de 312 páginas, ya listo para imprenta. Ojalá las instituciones culturales valoren este importante aporte sobre un empeño artístico colectivo exitoso en México, que abrió brecha para las generaciones posteriores y que constituye un valioso testimonio de todo lo hecho, amorosamente preservado y compartido por sus protagonistas.

 

 

 

Arnulfo Aquino, Generación 65. Grupo Mira, México, 10 ejemplares impresos por Energía Visual Estudio a cargo de Blanca Martínez Castillo, 2024.

De la guerra. Y de cómo Fidias se volvió escultor: Breve relato de ficción histórica I

Sol Álvarez Sánchez
Cenidiap/INBAL

 

 

Fidias y Pericles fueron dos caras de la misma moneda, fueron un Janos: ambos se creían dioses. Fidias trabajó para Pericles; pero en Atenas se decía que Pericles trabajaba para Fidias. Lo cierto es que el estrategó arconte de la polis dejó que el escultor hiciera su voluntad; le dio libertad total para realizar sus propuestas. También lo auxilió en todos los problemas legales que tuvo, incluso se jugó tanto prestigio como poder político personal para salvar a su artista.

 

“Fidias hijo de Cárnides, ateniense”, que es como firmaría sus obras, nació en 495 antes de nuestra era, y poco más o menos comenzó su labor de la siguiente manera. Fue en el tiempo de Leónidas y la batalla de Las Termópilas, durante el 480, cuando habiendo cumplido apenas 15 años, el joven, y su familia, y su barrio, y su ciudad entera enfilaron, todos juntos, hacia Salamina, debido a la ocupación de Atenas por los persas.

 

A su regreso de la isla, una vez en Atenas victoriosa, mas en ruinas y saqueada, y sí, con la Acrópolis incendiada, la Atenas negra, Fidias pensó en ser pintor y se puso en marcha, con el permiso del arconte de aquel entonces, Clístenes, para pintar un escudo sobre una pared. Por el estado en que los persas dejaron la ciudad, el arconte consideró la contratación, siendo el pago un poco de grano de trigo y de aceite de olivo, para mejorar las áreas dañadas: labor superficial y de una sola emisión, no había para más, el campo era la prioridad, ya que las terrazas de cultivos del Ática qué proveían a la polis habían sido, también, incendiadas.

 

Al pintar ese escudo sobre una pared flechada, tiznada por el humo y semi derruida algo le sucedió al joven. En un golpe de conciencia entendió que el arte sería la manera en la que él se enfrentaría al ahora enemigo común para todos los atenienses: los persas. Su escudo, de alguna manera lo condujo a acercarse al barrio de los artistas, donde encontraría su verdadera vocación: la escultura.

 

El pago por su pintura tardaba un día, tardaba otro día. Tardaba. Maltrecho su cuerpo, sin fuerza sus piernas, comenzó a caminar. No quería llegar a su casa paterna con las manos vacías, ver a su madre hambrienta; comenzó a caminar y llegó, sin saberlo, al taller de fundición de Critias y Menciones, quienes, mientras la sociedad se reorganizaba, pensaban cómo hacer su agrupación de tiranicidas. Al atreverse Fidias a cruzar la puerta de la fundición los encontró trabajando en torno a la escultura de un soldado hoplita del Ática.

 

—Por los ojos de Afrodita— dijo Fidias enfático, —que lo que miro desea al instante mi mano tocar.

 

Critias y Mesiones fueron artistas que se encontraban activos, trabajando justo antes de la llegada de los persas. Su taller, antes majestuoso, lleno de herramientas, de diversos cinceles y martillos, repleto de fierros, de bronces, de caballetes de todos los tamaños, hasta de 50 codos, era ahora, por donde quiera que se viese, una extensa gama de grises apilados sobre negros tonos de escombros. Sin embargo, había luz, luz que contrastaba con la oscuridad; era la luz del sol que entraba por un agujero en el techo, y a su mágico paso hacía visibles las diminutas partículas brillantes que se habían desprendido de ese radiante objeto blanco, sólido, brillante y enorme en el que trabajaban los escultores: un bloque rectangular de donde un hoplita ateniense de mármol aparecía en acción.

 

Seguía el joven sin decir palabra, parado, con su bolso de cuero colgando del hombro izquierdo, con los ojos bien abiertos, frente a Critias y Mesiones, y frente a la piedra ya mitad soldado, cuando salió de alguna parte, de entre los escombros, Diopentes, escultor también, como saltando los pasitos de un juego de infancia bien conocido por todos. De pronto, dio una ágil pirueta hacia atrás que lo colocó de espaldas, al momento en que Fidias soltó una carcajada, no a manera de burla, sino más bien de superlativa ironía, ya que él también era parte de esa situación, de esos grises que cubrían el aspecto de los cuatro, el aspecto del taller, y de las calles, y de la ciudad entera. Sintió Fidias, a la vez, la necesidad humana y la necesidad cubierta, realizada, la necesidad satisfecha de pertenencia ante el caos, ante el Dios griego del caos, ante la idea del saqueo a la ciudad sola, evacuada, vacía y, en apariencia, sin alma, ante la falta de sus hombres, mujeres, animales que apenas volvían después de haber sido evacuados a la isla de Salamina, desde donde alcanzaron a divisar a lo lejos, tras el estrecho brazo de mar de Las Termópilas, las llamas de la Acrópolis que, entera, ardió.

 

Fidias estaba atónito. Aunque llevaba ya algunos días de regreso en la polis, al igual que todos en Atenas, no acababa, a su corta edad, de procesar lo ocurrido. Su cuerpo, de pronto, no resistió y el joven simplemente se dejó caer de rodillas y comenzó a llorar, a llorar en verdad. Los tres escultores acudieron a él para levantarlo y reconfortarlo; Diopentes trajo de un mueblecito escondido, el cual había, agraciadamente, quedado intacto y sacó una garrafa y cuatro kylix pequeños en los que vertió un poderoso vino añejo, de fuerte sabor, del que todos, exhaustos, bebieron. Fidias tuvo una revelación: supo de golpe que no solo sería escultor, sino que, además, estaba en casa.

 

Estaban los cuatro tomando su vino cuando se escucharon gritos desde la calle: ¡Critio! ¡Mesiones! ¡Diopentes! ¡Salgan! ¡Traigo de nuestras piezas pedazos!

 

Anónimo, Efebo rubio, ca. 490-480 a. C., estilo postclásico, alto 25 cm, profundidad 22.8 cm.

 

En el acto se levantaron y muy aprisa salieron a la calle. Era Benor, escultor, asimismo, que sobre un carruaje casi deshecho hubo logrado de los escombros de un templo cercano sacar, con la ayuda de varios vecinos, la cabeza del Efebo rubio, de Diopentes y el cuerpo sin cabeza de una Atenea de su autoría, que no era más una coré, sino un contra posto, posición escultórica revolucionaria para su tiempo, ya que un pie se encontraba más adelante que el otro, simulando dar un paso.

 

Al salir los cuatro del taller se vieron a sí mismos reflejados en el grupo de vecinos que, a falta de animales para tirar el carruaje, ya que la mayoría de éstos se encontraban varados aún en Salamina, lo tiraron ellos mismos; se veían harapientos, hambrientos, hartos.

 

—Muchas gracias, hombres libres. Muchas gracias, vecinos de Atenas—, dijo Mesiones, dirigiéndose a ellos, apurando a sacar y repartirles algunas monedas, avergonzado ante aquel pago ridículo, pues les habría sabido mejor un poco de agua; pero ni eso había.

 

—Gracias, gracias— dijeron los hombres, esfumándose entre los escombros y paredes amancilladas, cual humo, cual fantasmas, quedando los ahora cinco, y solo los cinco, alrededor del carruaje, sin emitir sonido. Ahí se quedaron un rato, parados, con la mirada fija sobre las piezas. Caía la tarde. Se iba la luz del día, la luz del sombrío día en el que Fidias decidió ser escultor.

 

Je te salue, oh, Aphrodyte

1 Tintoretto Retrato de Jacopo tomada de internet2 El Greco El caballero de la mano tomada de internet3 Tintoretto Autorretrato5 Vlady Grupo de la Ruptura6 Vlady Pareja7 Vlady Retrato de Tatic Samuel8 Vlady Pareja9 Vlady Sin título10 Vlady Sin título11 Vlady La rebelión12 Vlady La embestida13 Vlady SIn título4 Vlady Autorretrato de Tintoretto, 1975

Vlady. Rebeldía y pasión

Eduardo Espinosa Campos [1]

 

 

Conocí la obra de Vlady antes que al artista. Fue en el Museo de Arte Moderno, coincidentemente, donde lo vi la primera y la última vez. La primera, fue a principios de la década de los ochenta, cuando mostró públicamente su autorretrato, en el que tomó como referencia aquel de Jacobo Robusti de Tintoretto, pero hecho a la manera de El Greco (El caballero de la mano en el pecho), y que suscitó una airada polémica con Raquel Tibol. [2] La segunda vez fue en 2000, en ocasión de su exposición Vlady. El modelo interior. De la rueda de prensa (del 21 de noviembre) recogí algunas declaraciones suyas, que me parecen reveladoras, como: “No veo diferencia entre los medios: pintura, dibujo, grabado”. Vlady tenía la virtud de comunicarse con aparente sencillez. Sus pinturas muchas veces están fusionadas con dibujos; pintaba como si dibujara pero también dibujaba pintando. Aunque siempre me ha parecido que fue en el dibujo donde encontró su mayor libertad de expresión.

 

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Beatriz Zamora

Carlos-Blas Galindo

Cenidiap/INBAL

 

 

Ideas propias

 

 

La escritora británica Virginia Woolf (1882-1941) fue pionera en algunos aspectos de lo que hoy denominamos como feminismo. En su célebre texto Una habitación propia (1929) estableció que, para que en el ámbito patriarcal y capitalista una mujer pudiera dedicarse al arte, requeriría contar al menos con ingresos financieros, una formación académica y un espacio físico para trabajar. Eso es muy cierto, independientemente de la desigualdad de los privilegios para mujeres de la burguesía europea, como ella, y la falta de éstos entre esclavas no europeas. A la vez, esta condición resulta del todo adecuada para referirse a la vida artística de Beatriz Zamora.

 

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Homenaje a Pablo O’Higgins

Eduardo Espinosa Campos

Cenidiap/INBAL

 

El 22 de noviembre de 2012, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) organizó una mesa redonda de homenaje al grabador, pintor y muralista Pablo O’Higgins que tuvo lugar en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. En mi participación, además de hablar del trabajo del artista y del sentido de su obra, también destaqué la labor de cuidado, preservación y difusión realizada por su esposa, la abogada María de Jesús de la Fuente Casas. El 20 de diciembre de 2021 ocurrió el lamentable deceso de María O’Higgins —como era también conocida— en su casa de la calle de Xochicaltitla, en Coyoacán, Ciudad de México. Por este motivo decidí recuperar este texto que desde entonces concebí como un homenaje para Pablo y María O’Higgins.


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Beatriz González en el MUAC *Imagen 3Imagen 2Imagen 4Imagen 6Imagen 5

Beatriz González: la muerte se reproduce, la paz también.

Emilia Amezcua

 

Todo ser humano busca la inteligibilidad de la violencia que le rodea. Querer encontrar un porqué a la violencia es la reacción primaria ante hechos que nos atraviesan con tanta insensatez. El panorama violento necesariamente crea una explicación de la boca de quien lo vive. No podríamos aceptar con brazos cruzados que eso fue todo, que toda la crueldad fue en vano. Necesitamos, al menos, esa mítica razón que permita a uno dormir más tranquilo de noche. Necesitamos tener la certeza de algo, así como la certeza de que llegará otra vez la primavera, que habrán nuevas flores.

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Imagen 3. Vista de la exposición  Days Gone By. Imagen del autor. 2024Imagen 1. Vista de la exposición  Days Gone By. Imagen del autor. 2024Imagen 2. Vista de la exposición  Days Gone By. Imagen del autor. 2024

La vida LGBTIQ+ , dos metrópolis, un cuerpo.

Rodrigo Rosas

 

 

Ángulo Galería, ubicada en Tijuana, B.C,  presenta la exposición Days Gone By del fotógrafo Carlos Guillén Apezteguía, curada por Ingrid Hernández. La muestra se conforma por treinta y cinco imágenes producidas durante tres décadas. La exhibición tiene como núcleo temático la forma en la que la vida LGBTIQ+ en la zona fronteriza de Tijuana-San Diego abre una ventana a reflexiones existenciales. Las fotografías recuerdan a grandes fotógrafos norteamericanos del siglo XX con una frescura contemporánea. 

 

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Presentación del libro “Las luchas por la memoria contra las violencias en México” La resistencia, CdMx, 7 de junio 2024

 

Cristina Híjar González

Cenidiap/INBAL

 

 

 

 

Primero lo primero: celebrar la publicación de este nuevo libro que se suma a otros, todos relativamente recientes, que tratan seria y responsablemente las luchas por la memoria con todas sus aristas, aspectos, disputas, enfrentamientos, experiencias, materializaciones y empeños ejemplares realizados por colectivos y grupos de familiares y organizaciones comprometidas e independientes en constante actividad no solo por la memoria sino también por la verdad y la justicia, las garantías de no repetición y la imposible e insuficiente reparación de daños. Escribir sobre esto es dar cuenta de todo lo realizado, no con una perspectiva arqueológica sino como un asunto presente y vigente, con todos los escenarios, temas y perspectivas pendientes de reflexión; es dar testimonio también de los tiempos infames y poner sobre la mesa asuntos urgentes cuya discusión nos requiere a todxs.

 

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Retrato de Isabel Villaseñor.Isabel Villaseñor como María en la película  ¡Qué Viva México!Isabel Villaseñor,
Lavanderas,
grabado.Isabel Villaseñor,
Elena la traicionera, 
grabado.Isabel Villaseñor,
Mural en la Escuela Rural de Ayotla.9 Monotipo8 niño muerto910 monotipo2Retrato de Isabel Villaseñor con una acompañanteRetrato de Isabel VillaseñorIsabel Villaseñor,
Monotipo.

Isabel Villaseñor y Frida Kahlo: dos rostros de la mexicanidad


Carmen Gómez del Campo Herrán / Leticia Torres
Cenidiap/INBAL

 

 
En las páginas de su diario fechadas en el 13 de marzo de 1953, Frida Kahlo dibujó sobre un fondo amarillo y carmesí el contorno en tinta negra de una mujer ataviada con una amplia falda, que mira sentada a una paloma que posa en su mano derecha. Su rostro oscuro y de lado representa el perfil de su querida amiga y confidente, la pintora y poeta Isabel Villaseñor quien ese día había fallecido. Se trata de una imagen sencilla y a la vez compleja, pero la carga afectiva la vuelve intensa. Al perfil de la mujer lo cercan cinco líneas rojas entrecruzadas que parecen lanzas a punto de atravesar el rostro. En letras rojas se lee “VENADA, muerte vida, colorado, pintora, poeta”. En páginas contiguas, Frida pinta un venado rojo sobre un horizonte verde con un sol carmesí, dónde lo acompañan unas palabras de lamento que evocan las cualidades de su amiga: “¡Te nos fuiste Chabela Villaseñor! Su voz, electricidad, talento enorme, su poesía, su luz y misterio.”

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EH?
Lazarus - Black Star, De la serie Sacudidas violentas del alma, 2023,
óleo sobre tela.1. Alberto Castro Leñero,
Figura en escorzo, 2005, 
 óleo sobre tela (2)Flor Minor,
Mar de serenidad, 2014,
cuadríptico, grabado (2)Magali Lara,
Aire, 2001,
óleo sobre tela.Manuela Generali,
Peter Pan, 2013,
técnica mixta sobre tela.6 Therius Allan Zaragoza, Portada Memoria (2)

De mujeres y otros relatos fantásticos en el Museo José Luis Cuevas

Carlos-Blas Galindo
Cenidap/INBAL

 

 

Entre el jueves 26 de octubre de 2023 y hasta el domingo 26 de noviembre de ese mismo año, se presentó en el Museo José Luis Cuevas de la Ciudad de México, la exposición colectiva De mujeres y otros relatos fantásticos, la cual estuvo integrada con obras del amplio acervo artístico de la Galería Arte Contemporáneo San Miguel de Allende. Estaba previsto que la clausura ocurriera el domingo 5 de noviembre de 2023; empero, debido a la amplia afluencia de públicos con la que contó, continuó siendo expuesta durante tres semanas más (pagaron boleto de ingreso poco más de dos mil 600 personas). El título de esta amplia muestra, deliberadamente ambiguo y a su vez provocador, alude a la producción, difusión y consumo de imágenes de mujeres en las artes plásticas y visuales en Occidente, y en específico en el contexto del medio cultural mexicano, independientemente de que las autorías de las citadas imágenes sean de mujeres o de hombres. Continuar Leyendo →

Murales Invisibilizados. Un recorrido sorprendente por la Ciudad de México

Laura González Matute

Cenidiap/INBAL

 

La reciente publicación Imágenes Escondidas, que fue coordinada por la doctora en historia del arte Ana Torres Arroyo de la Universidad Iberoamericana, resulta una guía prácticamente inédita del Centro Histórico de la Ciudad de México. El libro, integrado por 20 ensayos sobre murales en específico, brinda la oportunidad de entrar en contacto con diversas creaciones que han estado fuera de la vista de los investigadores especializados y del público en general.

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