Coloquio Internacional de Estudios de Arte y Cultura Iberoamérica-Japón
Amadís Ross
México vive entre dos océanos, el que mira los amaneceres y el que despide al sol. Algunos aseguraron que por el mar del este regresaría Quetzalcóatl, que partió tras ser humillado por su hermano Tezcatlipoca, pero lo que vino por ese lado fue Cristo, portando la cruz y la peste. Peninsulares, criollos, encomenderos, frailes, esclavos africanos, enviados a la Corona, las miradas del territorio bajo control colonial tenían la vista fija en el océano de levante. El Galeón de Manila, cargado de tesoros que olían a incienso y curry, era el único recordatorio que a espaldas del territorio otro mar, vasto como ninguno, era una puerta abierta a un mundo otro.